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Esperanzas ciertas, con cero objetivos, la razón de su tristeza, pasaba por la vida como cruza la esencia del deseo por las cosas envueltas en la inercia de una determinación escasa, falta de proyectos, de metas y ajena a cualquier circunstancia por positiva que fuera. El sólo esperaba, nunca perdía la esperanza de encontrar un día un trabajo, solo un trabajo, cuyo desempeño No se sentía triste, se sentía indiferentemente triste, sin planes de futuro, sin junto a su entrega y dedicación, no quebrara la lenta respuesta de su esfuerzo. Quiero encontrar mi ritmo. Mi “vaina” debe de cambiar, se repetía tan solo para él, recordando a su admirado escritor, su Gabo, como llamaba a Gabriel García Márquez. ¿Qué querrá decir este con eso de la vaina, de donde ha sacado este tío esa palabra, que no tiene ningún sentido? -se preguntaban los compañeros del equipo de ventas de la oficina de representación. Que significará eso de la vaina. Este era un despacho decente antes de que llegara él, - dijo un día el gerente, - el cual también,!Que casualidad¡-había leído el libro de la Mala hora. !Ese tío es un pendejo¡- terminó por decir - también recordando a Gabo. Mas tarde explico a sus subordinados que la tan repetida vaina, significaba algo parecido a un asunto borroso, algún tipo de interés no declarado, algo oscuro parecido a una intriga, un proceder soslayado. Quizás pensaba el gerente, se trata de una falta de motivación del empleado, pues últimamente, a pesar de que no mantenían un contacto personal tan frecuente como convenía mantener para la cohesión del equipo, el agente García evitando el contacto con sus compañeros, de una manera manifiesta, se mostraba excesivamente indiferente. La realidad era que García se quejaba constantemente por el motivo de que su asesor comercial, no se prestaba a resolver las consultas técnicas que García le pedía sobre casos específicos que de las propias consultas de sus clientes procedían, los nuevos sobre todo, que eran difíciles de convencer para que aceptaran la substitución de productos integrantes de sus formulas los cuales siendo a la vez más baratos cumplía toda gama de garantías en su utilización. Se mostraban muy reacios pues en principio, cualquier pruebe de laboratorio, habida cuenta de la necesidad de obtener resultados evidentes desde el primer momento, exigía esa primera garantía, a fin de proceder de inmediato a su uso cotidiano. Pero García, como es frecuente entre los vendedores, no gozaba de ningún tipo de poder de decisión, lo cual no le importaba demasiado, pero no llegó nunca a entender la razón por la cual, un asesor químico especialmente, en teoría, dedicado a la asesoría de tan especial gestión de ventas, no respondía a sus consultas. Se vio obligado a pedir un día festivo, para asistir al entierro de un miembro de una familia conocida. El gerente, el asesor y sus compañeros comenzaron a pensar que García, sufría una fuerte depresión que le estaba obligando a solicitar unos días de reposo, pero pensaron que, como las vacaciones estaban ya cercanas, no era un problema para el equipo y decidieron esperar para tomar una decisión correcta. Pasaron las vacaciones y García no volvió, ni tan siquiera se interesó por cobrar su despido voluntario. Su esposa, una tramitó esa gestión al obtener la firma de su esposo para todos los documentos que la administración de la empresa le solicitó. El gerente se interesó para conocer el estado en que se encontraba, sin entender aquella extraña decisión que no le permitía negociar, ni siquiera intentarlo, pero la esposa de García repitió indiferente por tres o cuatro veces que, se encontraba muy mal, muy mal, y no hubo manera de entender por qué renunciaba a un empleo, tan solo por no recibir la cooperación de un simple asesor técnico. Es el caso que García asistió a un entierro, eso fue completamente cierto. Lo que no contó nunca es que estando en el entierro, en una sala del tanatorio, en la cual se encontraba circunstancialmente y por error, conoció a un señor vestido de negro que era pariente del fallecido presente en aquella misma sala. García, despistado, sin saber absolutamente nada sobre el fallecido, estando solo y deprimido, no se sabrá nunca si por la perdida de su empleo, o bien por los recuerdos de la perdida amistad que en su atormentada mente se agolpaban, comenzó a llorar. El caballero de negro sorprendido por el inesperado sollozo de García se abrazó a él manifestando su alegría- dijo - por conocer a un verdadero amigo de su hijo del cual nunca imaginó que llegara a tener amigos tan verdaderos como García se mostraba.. Le confortó cuanto pudo y seguidamente, en el mismo momento en que la familia del fallecido comenzaba a entrar en la ya estrecha sala mortuoria, le entregó una tarjeta diciendo: llámeme dentro de unos días. En la tarjeta se podía leer: Francisco José Ramírez Escolano- Director Gerente de Pompas Fúnebres Ramírez Escolano. Unos días después García, envuelto en su vaina exenta de proyectos formaba parte determinante de la empresa Pompas Fúnebres Ramírez Escolano.Esperanzas ciertas, con cero objetivos, la razón de su tristeza, pasaba por la vida como cruza la esencia del deseo por las cosas envueltas en la inercia de una determinación escasa, falta de proyectos, de metas y ajena a cualquier circunstancia por positiva que fuera. El sólo esperaba, nunca perdía la esperanza de encontrar un día un trabajo, solo un trabajo, cuyo desempeño No se sentía triste, se sentía indiferentemente triste, sin planes de futuro, sin junto a su entrega y dedicación, no quebrara la lenta respuesta de su esfuerzo. Quiero encontrar mi ritmo. Mi “ vaina” debe de cambiar, se repetía tan solo para él, recordando a su admirado escritor, su Gabo, como llamaba a Gabriel García Márquez. ¿Qué querrá decir este con eso de la vaina, de donde ha sacado este tío esa palabra, que no tiene ningún sentido? -se preguntaban los compañeros del equipo de ventas de la oficina de representación. Que significará eso de la vaina. Este era un despacho decente antes de que llegara él, - dijo un día el gerente, - el cual también,!Que casualidad¡-había leído el libro de la Mala hora. !Ese tío es un pendejo¡- terminó por decir - también recordando a Gabo. Mas tarde explico a sus subordinados que la tan repetida vaina, significaba algo parecido a un asunto borroso, algún tipo de interés no declarado, algo oscuro parecido a una intriga, un proceder soslayado. Quizás pensaba el gerente, se trata de una falta de motivación del empleado, pues últimamente, a pesar de que no mantenían un contacto personal tan frecuente como convenía mantener para la cohesión del equipo, el agente García evitando el contacto con sus compañeros, de una manera manifiesta, se mostraba excesivamente indiferente. La realidad era que García se quejaba constantemente por el motivo de que su asesor comercial, no se prestaba a resolver las consultas técnicas que García le pedía sobre casos específicos que de las propias consultas de sus clientes procedían, los nuevos sobre todo, que eran difíciles de convencer para que aceptaran la substitución de productos integrantes de sus formulas los cuales siendo a la vez más baratos cumplía toda gama de garantías en su utilización. Se mostraban muy reacios pues en principio, cualquier pruebe de laboratorio, habida cuenta de la necesidad de obtener resultados evidentes desde el primer momento, exigía esa primera garantía, a fin de proceder de inmediato a su uso cotidiano. Pero García, como es frecuente entre los vendedores, no gozaba de ningún tipo de poder de decisión, lo cual no le importaba demasiado, pero no llegó nunca a entender la razón por la cual, un asesor químico especialmente, en teoría, dedicado a la asesoría de tan especial gestión de ventas, no respondía a sus consultas. Se vio obligado a pedir un día festivo, para asistir al entierro de un miembro de una familia conocida. El gerente, el asesor y sus compañeros comenzaron a pensar que García, sufría una fuerte depresión que le estaba obligando a solicitar unos días de reposo, pero pensaron que, como las vacaciones estaban ya cercanas, no era un problema para el equipo y decidieron esperar para tomar una decisión correcta. Pasaron las vacaciones y García no volvió, ni tan siquiera se interesó por cobrar su despido voluntario. Su esposa, una tramitó esa gestión al obtener la firma de su esposo para todos los documentos que la administración de la empresa le solicitó. El gerente se interesó para conocer el estado en que se encontraba, sin entender aquella extraña decisión que no le permitía negociar, ni siquiera intentarlo, pero la esposa de García repitió indiferente por tres o cuatro veces que, se encontraba muy mal, muy mal, y no hubo manera de entender por qué renunciaba a un empleo, tan solo por no recibir la cooperación de un simple asesor técnico. Es el caso que García asistió a un entierro, eso fue completamente cierto. Lo que no contó nunca es que estando en el entierro, en una sala del tanatorio, en la cual se encontraba circunstancialmente y por error, conoció a un señor vestido de negro que era pariente del fallecido presente en aquella misma sala. García, despistado, sin saber absolutamente nada sobre el fallecido, estando solo y deprimido, no se sabrá nunca si por la perdida de su empleo, o bien por los recuerdos de la perdida amistad que en su atormentada mente se agolpaban, comenzó a llorar. El caballero de negro sorprendido por el inesperado sollozo de García se abrazó a él manifestando su alegría- dijo - por conocer a un verdadero amigo de su hijo del cual nunca imaginó que llegara a tener amigos tan verdaderos como García se mostraba.. Le confortó cuanto pudo y seguidamente, en el mismo momento en que la familia del fallecido comenzaba a entrar en la ya estrecha sala mortuoria, le entregó una tarjeta diciendo: llámeme dentro de unos días. En la tarjeta se podía leer: Francisco José Ramírez Escolano- Director Gerente de Pompas Fúnebres Ramírez Escolano. Unos días después García, envuelto en su vaina exenta de proyectos formaba parte determinante de la empresa Pompas Fúnebres Ramírez Escolano. |
Texto agregado el 13-10-2007, y leído por 110 visitantes. (0 votos)
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