Un día la noche se hundía y bajaste a extender la perturbada indolencia. En el bosque tu voz que se perdió vagaba en el silencio. Me propuse buscarla agitando esquirlas sin cuenta. Pasada la noche encontré un resquicio... Tu cuerpo estaba frío y condenado a una muerte material. Tus brazos se abrían (o se habrían cansado de estar vacíos) y me tomaron fuertemente... Fuerte mente. No tenía alternativa, los colmé de recuerdos llenos y henos aquí ahora: juntos, serenos. *Inspirada en "Nocturno en que nada se oye" de Xavier Villaurrutia. (Reposición)
Texto agregado el 13-10-2007, y leído por 486 visitantes. (13 votos)