El inicio. La llegada. El recibimiento. La posada.
Era hora de escaparse de los compromisos amorosos, que las mas de las veces son muy tentadores. Estaba contra la espada y la pared: tenía tres mujeres tratando de agarrarme. Como pude llame al mejor amigo de ese momento, David. El me solucionó el problema; me dijo que me fuera de la capital y que el me daba posada y alimentación mientras yo resolvía el problema que me había buscado con las susodichas niñas. Bajamos en un BMW, viejo y destartalado, pero que todavía levantaba culos, al decir de algunos. Yo estaba triste, pero presentía que las cosas iban a mejorar. Todo lo contrario: mientras yo pensaba en las huevas del gallo y con la novia de David, Maritza, tratábamos de arreglar el cuartito que me correspondía, el recibimiento de la hermana de mi amigo fue muy crudo y correspondió a lo que me paso en todo ese tiempo de vacaciones: me hizo sentir como un culo y la tristeza llego, se apoderó de mi, hasta hace poco tiempo ya paso.
Me toco hospedarme en un hotel ordinario, ya que María, la hermana de David, hizo una berrieta y un semi-escándalo, acongojado y triste, con ganas de llorar, partí al hotel y si no hubiera sido por las tres palomitas enchipadas que me esperaban como chulos en la capital, juro que me hubiera devuelto en esos momentos a mi casa.
Me levanté pesadamente. No pude llorar, pero me sentía muy molesto. Deje el hotel debiendo dos termadas de tinto y todo el piso lleno de colillas de cigarrillo.
Con David nos pusimos a buscar un lugar para poder acostarme, para poder descansar. Encontramos uno al frente del parque, en un tercer piso y mi amigo me dejo allí, sin antes decirme que me parecía al personaje del extranjero, de la novela de Albert Camus.
Esa noche en dicho hotelucho, me presentaron a un borracho de mi misma edad, que andaba con una loba y que tenía mas cortadas en el cuerpo, lo que indicaba su siniestralidad. De todas formas pude dormir y al otro día sin un aguardiente en la cabeza, tenía un guayabo horrible, pues hacia bastante tiempo no me sentía existencialistamente.
Por fin encontramos una parte digna para vivir, era un apartamento común y corriente. Allí pasarían muchas cosas, pero dejemos que el lector descanse, ya es hora de dejarlo descansar.
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