No puedo. No quiero. No quiero querer que suceda. No quiero querer…
Y sí, lo sé, es inevitable. Pero voy a hacer todo lo posible por evitarlo. Para engañarme a mí misma con todas las tretas posibles hasta lograr convencerme de que puedo controlar, apartar e ignorar mis sentimientos.
Porque, si no lo hago así, si los dejo libres, acabaré ilusionándome, para más tarde descubrir que todo ha sido en vano. Que esos sentimientos que han surgido de la nada no tienen ni tendrán nada con qué alimentarse.
Sí, tengo miedo al desencanto, al dolor, a las lágrimas que resbalan sin saber el motivo, porque podrían ser tantos…
No, no estoy dispuesta a arriesgarme, porque sé que, una vez más, perdería. Lo leo en tus ojos, esos que tanto me sonríen. Pero eso no importa. Es sólo una treta del destino, que gusta de repetirse y vapulear a los débiles como yo, y por eso trata de engañarme.
No quiero, no debo… No puedo.
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