Capricho, capricho, capricho de nuestra voluntad inerte que nos lleva lejos, nos eleva por encima de todo y nos hace creer unicos. Seres especiales, desconectados de “los otros”, los vulgares, los que no tienen el destino marcado a fuego desde el nacimiento ¿Que capricho me hizo creen esta mentira de la “unicidad”? Que maldición me indujo a embarcarme en la inconsciente indiferencia del ser especial. No quiero creer en la vulgaridad de mi ser, en la normalidad de mis pensamientos, en la inutilidad de mis creaciones geniales. No hay nada que aplaque el profundo dolor que siento frente a mi mediocridad. No soy mas que una entre muchas, muchísimas, infinitas almas pululando este universo. Ni siquiera tuve la fortuna de haber nacido en un cuerpo bello. Lindo, si, agradable quizas, pero no bello. Común, promedio. No hay rasgo en mi personalidad ni mi fisico ni mi historia que me haga especial; sin embargo, siempre me creí el truco. Funcionó durante un tiempo, luchó por funcionar durante otro aun mayor, pero luego de resistir el tironeo constante de la realidad, terminó por desgarrarse en mil pedazos, dejando mi alma vacía, mis sueños rotos y mi personalidad totalmente desconocida.