Ella había llegado muy cansada y con ganas de dormir varios días;
el viaje había sido programado justamente para descansar de este mundo.
La casa alquilada era hermosa, apacible y se encontraba a las afueras de la ciudad. El pueblo era silencioso y se respiraba aire puro, todo aún era verde y se podía ver los animales sueltos recorriendo el lugar todo era como lo había lo soñado. El estrés del trabajo se esfumó de tan solo imaginarse cómo disfrutaría de sus vaciones.
Le producía dolor de cabeza el acordarse del barrio donde vivía; siempre le tuvo miedo a sus calles, a la gente, tenia terror a que un día terminara muerta en una esquina en manos de los asaltantes. Decidío salir a conocer el pueblo, entretenida mirando baratijas que ofrecían a los turistas, lo encontró, ahí estaba entre tantos objetos, lo observó cuidadosamente, no era nada extraordinario ni tenía el color adecuado para combinar con la ropa que llevaba puesta, pero le gustaba había algo en él que le atraía, que la llamaba a poseerlo.
Llegó a casa y se lo probó, se veía diferente o veía diferente con él. Al otro día salió, con su lente puesto de color oscuro, se sentía extraña, todo a su alrededor empezaba a deformarse, no veía los árboles, en su lugar aparecieron aquellos edificios que tanto odiaba. ¿A dónde fueron los animales?Estaban los autos con sus bocinas, el humo, la basura esparcida. La cabeza empezó a darle vueltas, sintió náuseas, quedó absorta ante lo sucedido Ella no debería estar allí.
Llegó a la esquina donde los había visto tanta veces.
Estaban ahí todos juntos esperando, vigilando al primer desprevenido que pasara para cobrarle el derecho de utilizar sus calles, era demasiado tarde, la vieron. Ella no se dejaría atrapar primero muerta. Corrió varios metros y al intentar cruzar la calle solo vio venir aquel automóvil con sus ojos que la alumbraron. Luego, todo se oscureció o sólo fue efecto de su lente de color oscuro.
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