-Ñacañacaña- reía él malvadamente mientras le sacaba sus pequeños, tiernos y hermosos ojitos a aquella dulce e inocente niñita.
Evidentemente yo no reía puesto que encontraba dicho espectáculo sumamente aburrido, en cambio sentí una inigualable dicha cuando ella, levantándose despúes de muerta, le saca los ojos al hombre del sombrero de copa (único ente capaz de reírse al son del "ñacañaca"),provocando en éste un alarido que sonaba similar a un "ahueñachskaña" sonido que no provoca gracia alguna. Hacia al final, ninguna gracia me produjo el que ambos se levantasen y tratasen de arrancarme mis ojos, así que heché mano a mi mortífero chipote chillón y les destrozé el cráneo a ambos.
-Ñacañaca- reía yo malvadamente lleno de dicha hasta que veo a un sospechoso individuo sentado junto a mí escribiendo algo que...