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LA ADIVINA

Sobre la mesa los largos dedos de la mujer iban formando una extraña figura de naipes. Copas, bastos, oro y espada se conjugaban en un raro rito al que se sumaba el humo de su largo cigarrillo negro, que escalaba hasta el cielo del cuartucho en penumbras, aumentando la mágica tensión del momento y del lugar.
La uña de su dedo índice pintada de un violento color rojo, parecía dibujar situaciones en cada carta dada vuelta y su voz profunda enunciaba situaciones y vivencias escondidas, a la vez que anunciaba el temido futuro.
Habíamos llegado hasta ella por esas cosas del azar. A la salida de la oficina, alguien dijo: “Vamos a ver una bruja”...y como quién sale de recreo terminadas las clases, emprendimos la marcha.
- Te diré que simplemente es salvaje. A una amiga le dijo que se quedaría viuda, de rompe y raja. No pasó un mes y el tipo se mató en un accidente en auto...Claro que no era un santo... iba con la amante, así es que calcula el escándalo...
Victoria gesticulaba como siempre lo hacía cuando algo la excitaba. En aquella oportunidad pensé que exageraba aún más de lo habitual.
- Tiene que haber sido una coincidencia, exclamé.
- Nada de coincidencias m’linda. La vieja es bruja y bien bruja, con escoba y vuelos nocturnos. Te lo digo yo, que soy una experta en estas cosas.
Ahí estábamos las tres, Victoria, Matilde y yo, expectantes, casi arrepentidas, y asustadas de sus ojos brillantes. No llevaba pañuelo al pelo como una cíngara, un par de grandes aretes adornaban sus lóbulos y en el pecho, un collar monumental le hacía juego a los aros.
Victoria valientemente entró primero. Cuando salió del cuartucho me pareció algo pálida. Matilde y yo, novatas en estas lides con el futuro, la miramos asustadas y sin poder reprimirnos preguntamos al unísono:
- ¿Qué te dijo?
Ella nos miró y autoritariamente señaló a Matilde para que entrara. Luego me dijo:
- Esa bruja sabe de mí más que yo misma.
- ¿Te dijo algo especial, Vicky? ,pregunté curiosa, observando que se quedaba callada y pensativa.
- Es raro, ni siquiera tú, que eres mi mejor amiga lo sabes; en cambio ella y sus naipes....Dijo que viviría un triángulo amoroso... ¡Qué absurdo, soy soltera y detesto a los hombres casados!...
Victoria calló y continuó pensativa, lo que me preocupó aún más, dado que desde que la conocí no ha parado de hablar y de exteriorizar sus pensamientos.
Matilde salió interrumpiendo el silencio de la antesala con un: “Para comenzar me dijo que yo haría un viaje, lo que no es novedad, cualquiera va a la playa..., pero ella lo relaciona con mi pasado y les juro que quedé helada...Si faltó que me dijera que su nombre era Pedro...”
- De qué Pedro hablas? Dijimos a coro con Vicky.
- Miren, era un compañero de Universidad, tal vez el primer amor.
- ¿Antes o después de tu matrimonio? Interrumpió Vicky.
Mati iba a responder, pero en ese instante la cortina que separaba ambas habitaciones se movió dando paso a la bruja que, mirándome, dijo:
- ¿Va a entrar usted?
Traspasé el umbral temblando y sus ojos me parecieron aún más brillantes. Sus manos concentraron mi atención y pensé: la próxima vez que la Vicky empiece con una de sus locuras, como cruzar toda la ciudad para vernos la suerte, no le haré caso. Mi vida es clara como el agua y no necesito de naipes para vivirla...
- Usted es escéptica. No cree en las cartas ¿verdad?
Me quedé muda, tuve la impresión que si hablaba me leería la mente.
- Señora, usted cree tener una vida plena, tranquila y sin sobresaltos, pero..., las cartas dicen otra cosa. Observe ¿ve esta carta? Es su marido y no está solo...
Miré aquél naipe y sólo vi una figura ¿porqué habría de ser mi marido?
- Es un profesional de éxito, dijo la adivina y continuó: Viaja mucho y dentro de poco tiempo lo hará con una mujer rubia.
“Siempre una rubia” - pensé - ¿porqué no podría ser colorina, morena de ojos azules o castaña de ojos negros, como la que se fugó con mi tío Lalo? Todo esto me parece cuento”.
- No es cuento, señora. Usted conoce a la mujer del viaje, son amigas desde hace mucho tiempo, tenga cuidado. Todo comienza a partir de ahora, no lo olvide. Nace aquí.
Mientras me hablaba me miraba de una forma rara, que me asustaba, pero ella, como ajena a mis pensamientos hablaba:
- Ya verá usted, encontrará a un hombre, al que nunca antes ha visto...
Esta mujer debe creer que nací ayer. Sí voy a un cóctel o una ceremonia, naturalmente que puedo encontrar a alguna persona que nunca antes he visto. Eso siempre pasa, no tiene nada de especial.
- Ese hombre señora, marcará un hito en su vida, sentenció la bruja. Y le diré aún más: se acordará de mí, por el timbre de su voz...
¡Ah no! Nadie tiene un timbre igual de voz, eso está claro, todo lo que dice no es más que un cuento y casi un negocio.
Sus uñas rojas continuaron moviendo las cartas y ella traduciendo su significado, que de alguna manera se acercaba a situaciones normales, cercanas o pasadas, y yo mentalmente insistía en que cualquiera puede decir lo que ella decía, salvo la historia del timbre de voz. Había que tener imaginación para eso.
La visita a la famosa adivina nos salió cara, más que si hubiésemos ido a tomar té al centro y luego de compras. Entre monosílabos y respuestas evasivas, nos pusimos de acuerdo Matilde, Vicky y yo, que dejaríamos pasar el tiempo y que, nos reuniríamos al cabo de 6 meses, sólo para analizar lo dicho por la adivina.
Matilde debería reencontrar a un viejo amor. Vicky se vería encadenada a un hombre que no era libre y yo, recordaría a la bruja por el timbre de una voz. ¡Qué cosa más ridícula!
El trabajo y nuestras propias casas, sumadas todas las obligaciones sociales que cada cual contrae, nos ayudaron a olvidar las cartas de la bruja, hasta que una tarde me llamó la Mati, que venía llegando de Europa.
- ¿Te acuerdas de la Bruja?, fue lo primero que me dijo, olvidando el saludo inicial.
- ¿Qué bruja? - le dije- ¿no estarás hablando de cosas que pasaron en tu viaje o llamando así a Victoria?
- Por favor, no te hagas la loca. Acuérdate. Fuimos juntas las tres, ella dijo que yo encontraría a Pedro....pues bien, déjame que te cuente...
- Ahora que lo mencionas, sí...sí lo recuerdo..., mentí refugiada en el anonimato facial que da el teléfono.
Cómo no recordar lo que dijo la bruja. Ya sabía lo de la rubia, todo el mundo lo sabía; sólo Mati no estaba enterada, porque andaba en un Congreso encontrando su destino.
- Una de las ponencias del Congreso la exponía Pedro. Vive en París y...no querrás saber lo que fue ese encuentro...
- No te puedo hablar más ahora, veámonos mañana y para entonces te vas a enterar de todo, dijo Mati y yo pensé - “Para mañana sabrás todo lo pasado. No me cabe la menor duda que así será, sobre todo si llamas a Vicky...”
Me senté frente a la ventana y en el frío cristal me pareció que reflejaba mi vida. Una rubia, había dicho la adivina, y así había sido. Una rubia que pese a ser mi amiga, no iba a asistir a la reunión del día siguiente...
El teléfono volvió a sonar; pensé que Mati habría olvidado decirme algo y que volvía a llamar.
Una voz peculiar me habló con afecto, era Arturo. Habíamos cenado juntos en la comida mensual del Club, era un nuevo socio y teníamos cosas en común.
De pronto sentí que se me helaba la sangre..., recordé las largas y rojas uñas de la bruja señalando una carta y su voz diciendo: “Se acordará de mí al escuchar su timbre de voz”...
Arturo, al igual que la bruja, tenía un especial y bajo timbre de voz.

Texto agregado el 24-03-2004, y leído por 908 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
17-03-2006 Tu cuento me atrapó! Felicitaciones, muy bueno. Te invito a leer uno mío titulado "La Tertulia" Bss. ideazul
25-03-2004 Muy bueno, bien contado, !me encantan las historias de brujas! yoria
 
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