Cabalgaré en la bravura de un caballo blanco,
con su fuerza y rapidez entonaré mi canto;
recorreré sobre él un camino largo y arduo
que con verde pastizal siempre estará alfombrado.

Y en mi recorrido...
disfrutaré las caricias de la brisa
que a mí llegarían sin retardo,
y mirando sin malicia a un cielo alborotado
saborearé los frutos más deliciosos y codiciados
soportando la rudeza de algún viento enfadado.

Ya cansado...
descansaré bajo la sombra de un frondoso árbol
y beberé las aguas claras de un manso lago,
mirando desde allí
la cima más alta que al cielo haya alcanzado
pues llegar a su cumbre es mi sueño anhelado;
conocer y deleitarme al fin
de la más sublime felicidad
que todos hayan añorado.

Y en las noches de larga espera...
sonreiré con agrado a la luna y las estrellas,
dulces deidades que en mi soledad eterna
siempre me han deslumbrado.

Y la luna y las estrellas se apiadarán de mí,
enviando a mi lado
a un dulce ángel encarnado
que generoso y sin espera
hará mi ideal realizado.

Hará de aquel noble caballo
un majestuoso pegaso alado,
me vestirá por completo
del optimismo que tanto he ansiado
y con sandalias de fortaleza
me habrá calzado.

Armado con lanzas de valor y destreza,
con nuevos bríos estaré inspirado
para continuar así mi loable camino
juntos, hacia mi sueño anhelado.