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EL SOBRE DE JUANA



Juana desgranaba sensaciones mientras recorría el borde minucioso del césped parejito de ese parque donde los sapitos escupían verdades, salpicando sus ganas. Sumaba imágenes no digitalizadas por el tiempo, pero inscriptas en un intento desbarrancado entre un quiero y un no puedo, entre imprecisiones que permitieron reír las lágrimas de tantos porques sin respuesta.

Amor mío repetido cuantas veces amor mío reiterado otras tantas amor mío inventado muchas más amor mío dibujado en viajes relámpagos amor mío encantado entre las brumas amor mío vaciado en fallidos intentos amor mío

Un amor mío deseado desde la trenza erudita que enlaza la piel con las vísceras, un amor mío repetido hasta el cansancio como un canto letal, casi la barroca manifestación de una asfixia.

Sobre un banco pintado en cáscaras se veía un sobre cuidadosamente delineado en palabras imprecisas, sobre su frente se destacaba un sello postal andaluz muy reciente que desgranaba los lamentos de un jadeo gitano.

“QA: Amor mío. Suena lindo decírtelo aunque sólo pueda escribirlo. Vos sabés que esos gritos silenciosos nos acompañaron siempre. Las vibraciones que justifican la distancia que me devora en cada caricia volátil... Con vos, tipo telegrama, como cada vez, como todas las veces.. Con vos... amor mío. BT.”

No importaba quien lo había dejado. Lo certero era que ya había sido leído. El sobre se veía desgarrado con la precipitación de una espera dilatada, quizás con el descuido torpe de quien solo busca un respiro contenido. Juana sintió que le quemaba el papel entre los dedos, parecía el confuso calor de un deseo contenido. La esquela regresó al sobre persiguiendo los dobleces de su origen, y comenzaron a disiparse los calores. Lo guardó con cuidado en el bolsillo interior de su chaleco e intentó la marcha presurosa. Caminó apenas un trecho y se detuvo. Dio la vuelta con la rabia culposa de una apropiadora envidia. Regresó sigilosa con su confusa carga, cuando el rostro encanecido de una mujer pequeñita se le enfrentó en un dejo demandante de pérdida ansiosa.

La desnudez del reclamo era la trampa de su anticipo:

- ¿Que busca señora?

- Discúlpeme...Un sobre ... Se me deslizó de este libro...

- ¿ Quizás este?

- ¡Sí!!!! ¡Ese!

Un rápido beso en la mejilla le regaló un gracias y hasta siempre. La fuerza de una mirada transparente la clavó en el vértigo de ese amor mío que se sostenía apretado entre manos extrañas pero surcadas de un brillo que enceguecía sus deseos.

Sin registro del tiempo caminó hasta la parada del colectivo. Lo alertó estirando suavemente su brazo izquierdo. Subió. En silencio, deslizó las cinco monedas que le devolvieron el boleto de regreso a su refugio enriquecido en realidades urdidas entre ficciones mentirosas.

A Juana los años le pesaban no por certeros si quizás por imprecisos. La rutina mataba el tiempo , con horas gastadas en esa oficina húmeda y oscura, donde las sumas y restas, solo multiplicaban los dividendos de muchas mañanas gestadas entre objetivos ajenos.

Sus cincuenta y cuatro años la encontraban frente a la ventana de su pequeño, oscuro pero cálido departamento en el centro de una ciudad que le resultaba poco hospitalaria a una mujer que hacía de su soledad un rezo crítico.

Amor mío repetido cuantas veces hubiera deseado oírlo. Escapaban armónicos como derrapándose en su regazo, desde una caja prolijamente forrada con terciopelo morado. Allí guardaba tantos sobres como tantas cartas que el tiempo de la desdicha incierta, le habían permitido imaginar, aunque nunca habían sido enviadas.

Encerrada en la humedad de esa noche en que lo supo vivo aunque distante. La misma en la que el miedo frente a la recuperación de su prematura segunda hija no le permitían gozar la buena nueva. Sin embargo sonrió arrastrando con sus manos las aguas de la incertidumbre.

Se habían acompañado en tantas rondas blancas. Enlazados sin saberlo en un mudo acuerdo tácito, enredado entre las prendas del reencuentro, los pequeños vestigios de un crecer en búsquedas inciertas, sumergidos por una misma correntada: Ella sin saber su destino, él buscándola en la misma dimensión.

El exilio obligado en esa misma cuidad que parecía provocarla desde el sello postal desafiante de un fortuito sobre.

Un cruel tañido de oropel y pandereta que parecía ensordecerla en el mármol derruido de ese banco de una plaza en los no tan buenos aires .

Abrazó una vez más el cubo rojo que encerraba tantas decisiones acobardadas. Se asomó a la ventana , lo apretó contra su pecho porque no sabía que hacer con ese ardor que le lastimaba la memoria, y desde allí observó un grupo de chicos que jugaba alrededor de una fogata improvisada.

Fines de junio, todavía había quienes desempolvaban algunas tradiciones de muñecos construidos afanosamente para ser consumidos por el fuego, entremezclados en la algarabía de sonrisas incandescentes.

Salió presurosa, abrió la puerta del ascensor y se dirigió hacia la calle.

Cuando se detuvo firme frente el fuego, las cartas ya eran cenizas. Juana quedó paralizaba junto a la caja vacía de terciopelo rojo que se caía de sus manos sin surcos deseados.

Durmió esa noche entre el ruido fulgurante de otros fuegos de artificio que no se había permitido disfrutar, deliró hasta hartarse entre los mínimos designios de un destino tramposo.

No necesitó despertador, sus ojos se abrieron mansamente.

Se levantó. Caminó hacia la cocina. Puso la pava en el fuego. Preparó un rico mate mientras hojeaba el diario que acompañaba sus desayunos .

El invierno se derramaba todavía caluroso, cuando un murmullo de arrastre suave la obligó a dirigirse hacia la puerta, y allí estaba entrometido sobre el piso.

Silvia Haydee García López

Texto agregado el 10-10-2007, y leído por 166 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
23-10-2009 Como siempre tus cuentos me atrapan... felicitaciones mis 5* y besitos los de siempre para ti amiga NILDA yo_nilda
25-10-2007 /*/Excelente/*/ Soy Muda ***** LiCa
12-10-2007 Precioso y preciso texto que me ha dejado un gran sabor de boca. Tu prosa es cuidada e indica oficio. Sabes conducirnos entre el mundo interior y exterior de los personajes. Me ha dejado gratamente sorprendido. Saludos. Jazzista
 
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