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Caía el Paraná deletéreo e inconmensurable, caía el Paraná turbulento aguas abajo, tras la barranca encantada, y formaba en desesperado carrusel un profundo canal en el estuario, al tiempo que abrazaba las islas neblinosas, esas que dispares se fundían en sus márgenes inundadas…
Bailoteaban en la rivera los verdes follajes, las enhiestas copas bamboleantes, el verdor que abrigaba con su preciado escudo de sombras la esencia azul, el ardor indestructible de nuestras querencias, saturando así lo vasto y arrojando mágicos sonidos en la espesura…
Bailoteaban las hojas, dinámicas y moribundas bajo el sol de abril, balanceadas por una suave brisa fluvial, y con ellas se mecían mis lamentos al son de ritmos y lontanos gorjeos de aves en el éter…
Tu mirada se sumergía salvajemente entre mis ojos, sin pudores, sin indicios de sobrevida, hasta sentir el éxtasis de un áureo amanecer…
Ligeros y sin prisa, tus besos, esperaban por mis labios, flotando entre aromas evanescentes de un polimórfico destino circular… y llegaba a mi piel tu abrazo sincero… tu calor.
Hacia el cenit rechinaban las hojas secas del otoño y se desgastaban una a una, en tanto iba la vida esculpiendo una miríada de fragilidades y los sabores adormecidos de un recóndito deseo enjaulado. ¡Quién sabe cuánto sufrimiento encadenado a la vida sellaría aquel destino de ajenjo y desventuras!
Como estigmas del cruel silencio y la desolación, las techumbres eran casi estampillas de lo que alguna vez fuese nuestro hogar. El agua ocultaba el resto…y no había más esperanzas que las de comenzar de nuevo…
Inmersos en una amarga distonía del tiempo, los ojos tristes e inocentes, los ojos agrietados por el llanto taciturno… los ojos envejecidos, derruidos, me observaban desde el seno de la miseria más obtusa y anegadiza… Y entonces, esos pequeños eslabones de mi cuerpo, los ingrávidos portadores de la incertidumbre corrieron hacia mí. Los abrazé con fuerza… Eran mis hijos amados… adorados.
Atrás, bien atrás… Amanecía en Rosario, como tantas otras veces, pero esta vez no habría nada que rescatar… solo los despojos, el cansancio, el terreno perdido ante lo inevitable, el avance sin remedio de las aguas, el caos, la tribulación y una desesperante imagen del porvenir…
Pese a todo, en ocasiones, muy a pesar del inmenso y cruel dolor… Amanece en el pasadizo de la muerte… amanece igual…
Y mientras cae el Paraná deletéreo e inconmensurable, aguas abajo, todo el tiempo se hace de melancolías y de lágrimas… Pero una mirada embriagadora y silenciosa, profunda y sincera… una mirada, puede tanto o más que el dolor…

Texto agregado el 10-10-2007, y leído por 354 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
24-10-2007 Verdad has dicho...bello texto. naiviv
18-10-2007 Qué hermoso texto! El río castiga al hombre y tiene sus razones, pero su belleza cura el alma. andrula
16-10-2007 Cuánta expresión en tu texto!!...Tenés la facilidad de transmutar a tus lectores a la escena, al momento descripto... Claudia :)***** demeterminerva
13-10-2007 qué puedo decirte también? de una narración hiciste reflexión, poesía, arte, todo...enhorabuena, me rerereencantó ****** nocheluz
10-10-2007 ¿Qué te puedo decir de este escrito que no te haya dicho antes? Si hasta de una situación adversa como esta hacés fluir la poesía y los sentimientos ahí, a flor de piel... emocionando una vez más. Te dejo un abrazo... ***** Laura:) MariaL
10-10-2007 "una mirada, puede tanto o más que el dolor…" esa mirada, esas miradas... esas. Excelente.***** cromatica
 
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