Era el anfitrión de mis sueños,
ese paraíso sin igual al que mis pies
me llevaban a conocer por primera vez,
después de estar cansado de andar
por aquellos espacios
que otros caballeros andantes,
habían dejado para que otros los siguieran
por los lugares que habían hecho de ellos
conocedores de aventuras,
peleas e historias de amor.
Sólo cuando decidí encaminarme
por mi propia cuenta
y dejar de pasar por donde otros ya habían estado,
formar mi propio destino,
fue que mis pies
pudieron llevarme
frente a ese lugar inimaginable,
que pensaba jamás iba a conocer.
El anfitrión de mis sueños
ese paraíso sin igual,
donde sólo se veían
estrellas jugando con la luna en la noche,
aves cantando al sol del amanecer,
flores saludando al alba,
ríos cargando con peces de colores
haciendo un arco iris bajo el agua,
prados de verdes luces
llenando las montañas con su vida,
cascadas de dulces aguas
que se las lleva el viento en forma de brisa
para alimentar las plantas
que crecen en tan bello paraíso,
lindos animales que juegan con los mejores sentimientos
y se divierten paseándolos por todo el lugar,
pero lo mejor de todo,
el amor que se sienta todos los días y las noches
a velar por el bienestar de su paraíso
y por el de cuantos más seres
dispuestos a conocerlo y a amar
quisieran vivir con el.