Parecía correr por un laberinto,
no encontraba la salida a tan exasperante dédalo.
Confundíase entre una especie de figuras geométricas,
pentágonos sin salida,
caminaba formando círculos con sus pizadas.
Con una mano tocando la pared,
caminaba a través de aquel lugar desconocido,
intentando salir del aparente laberinto en el que se encontraba,
pero sin resultado alguno.
Agotado de tanto andar dentro de tan irritable lugar,
se sentó por un instante a descansar,
sin embargo él sabía que no debía darse por vencido,
así que tomó fuerzas de nuevo
y continuó su lucha en el interior de aquel desalentante dédalo.
Seguíanle ya,
los rastros que dejaba una y otra vez
en el temeroso sitio,
en aquella casa sin salida y sin entrada,
ni siquiera sabía cómo,
de qué manera había llegado a caer
en esa confusa zona de paredes sin fin,
caminos sin destino y encierros sin salida,
lo único que sabía era que ahí se encontraba
y que no hallaba salida.
Es increíble, en verdad lo es,
es incomprensible cómo aquel hombre
se había encerrado en su mente y más aún,
cómo no encontraba salida
a lo qué si mismo controla
(¿pero acaso alguno de nosotros no ha llegado a sentir
esa confusión y sentirse por un instante encerrado y sin salida?).
Era la confusión de los sentimientos,
de lo que le había hecho sentir
lo que lo había llevado a tal punto.
De todas maneras arribará
el momento en el que se encuentre
la puerta al complejo mundo de las mentes humanas,
de pronto será por él mismo
o tal vez será por medio una la persona
que lo haga reaccionar en lo que es el verdadero sentir,
¿quién sabe?,
pero lo cierto es que él encontrará la respuesta
y la salida a su encierro,
la llave que abrirá su propia mente...