Desde que llegue aquí, no pasa nada, es como si el tiempo se hubiera detenido y a todo se lo estuviera comiendo el polvo, lo único que se oye de vez en cuando son pasos que uno siente que son dados con cuidado como quien no quiere arruinar algo.

El silencio me espanta, es la primera sena de que me he quedado solo para siempre y no tendré ya con quien platicar, me dijeron que era muy chismorrero, pero ahora me doy cuenta de que lo soy. Me siento como entumido, siempre en la misma posición que me provoca hastió, me pone de muy mal humor que me hayan impedido que me mueva, eso no esta bien.

Ya hasta perdí la cuenta del tiempo que llevo aquí encerrado, según yo llegue aquí un domingo pero de tanto estar sin luz y tanto tratar de distraerme me puse a imaginar cosas y así poco a poco perdí la cuenta de los días, claro que la oscuridad no ayuda tampoco y como la imposibilidad de moverme no me permite ver el reloj, pues estoy jodido.

Es difícil acostumbrarse a esto, es como si de pronto todo fuera memoria, una sensación rara y una mezcla de gozo y dolor que es difícil de describir.

En ocasiones oigo desde lejos a alguien que me pregunta si estoy aquí, es como un suspiro que viaja tenue en el aire y llega hasta mi – estas ahí? – pero yo trato de ignorarlo, no quiero que por contestar, esta otra realidad termine de asimilarme y me vuelva igual que el de la voz y me la pase preguntando si hay alguien ahí.

Ahora tengo una forma diferente de ver las cosas, veo mas con la memoria que con los ojos, puedo sentir texturas con solo recordarlas y disfrutar aromas con una simple evocación.

Pero con todas las dificultades, lo mas molesto es sentir como me derrito en un gusanera dentro de estas ropas con las que me han vestido y el echo de que una parte de mi empieza a ascender como alimento del mismo pasto encima de mi propia tumba.

Jorge P. Guillen.

Toronto Marzo de 2007