Comando espanta tristezas
- Después de la torta gigante, nos tomaremos la foto con los ciudadanos para dejar asentado que este día se sirvió, unos de los festines más grandes por los 100 años de la ciudad.
Ese fue uno de los comentarios previos a la celebración de los cien años en mi ciudad, el intendente lo murmuró de costado a su secretario, mismo secretario quien lo organizó todo en la calle más ancha; instalaron una plataforma, guirnaldas, tocó la banda de la policía.
Asistieron todos esa mañana, se dio un discurso, el mismo intendente prometió un mejor futuro para los habitantes y auguró proféticamente, válgame la redundancia, el fin de la pobreza y etcéteras ya habidos por haber a los que los políticos nos tienen acostumbrados.
Por entonces yo era un pequeño vástago de 6 o 7 años y mí padre me llevó a los festejos, él me subió a sus hombros y vitoreábamos, no sé que cosas, pero como la felicidad pasaba por aguantarse un discurso barato para comerse una torta gigante. (Imagínense que esto pasaba cada cien años, ¿torta gratis cada cien años en tiempo de hiperinflación?, ¡Viva Perón!)
El discurso seguía, pasó como una hora, el intendente hablando y diciendo, nos fue mareando y las aclamaciones venían decayéndose, algunos, empezaron a chiflar sin que terminara la oración del intendente; de lejos se oyó:
- ¡Corta la torta gordito! ¡Vivan los novios!
Muchos empezaron a aplaudir al desubicado y lo buscaban registrando la zona donde se escuchó el grito; otro grito se dejó caer desde otro extremo:
- ¡Córtala, salta a la historia calladito repartiendo la tortita al pueblo!
Esto ultimo me pareció gracioso igual, pero el anterior se llevó los laureles, de todas formas volvieron a aplaudir y a silbarle al intendente.
Bueno en fin, la policía entró a la multitud furiosa con garrotes en busca de los gritones mientras repartían torta; se empezaron a cagar a tortazos, todos contra todos, estuvo divertido y yo en el tumulto cuando me bajó mi papá, corrí hacia la torta, pero el intendente se tiró encima primero al grito de:
- ¡La torta es mía!
¿Qué se le va a hacer? Tiempo más tarde, ese afán por la torta lo convirtió en presidente.
¡Vivan los novios, excelentísimo!
Por cierto la foto se tomó con los ciudadanos llenos de biscochuelo, crema y una sonrisa de oreja a oreja. Faltó llover pero a nadie le importó.
dedicado a Nilda por ser Nilda nomas. ¡viva la revolución!
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