Viento que traza un alma en el vacío
voz que quebranta con dulzura
alegoría melancólica
de un mundo antiguo y herido
lleno de laberínticas travesías
pobladas de húmedo desconsuelo.


Ser sublime
de sedosa carne blanca construido
de frío mármol negro decorado
de insondables misterios innegables
de perfecto corazón martirizante.


Danzas y murmuras
entre humo y cromáticos resplandores
siguiendo el síncope
de alucinantes melodías astrales.


Cuando mi alma está suspendida del vértigo más alto
el corazón se arrebata
saltando al vacío en cada latido
anhelando tu presencia.


Pero me ignoras,
despiadadamente apartas mi imagen
de tu mirada,
hurtando el poco aliento
que les queda a mis pulmones adoloridos.


Te abandonas tan dulcemente en tu crisálida oscura
que por instantes
me enamoro del espectro de tu quimera,
que luce más brillante aún
que la menguante luminiscencia de la noche.


Un rumor lúbrico
despertará tu mente,
besará tus ojos,
calentará tu pecho,
mi sangre fluirá lánguidamente
sobre la tierra,
horadando tu corteza de desconsuelo.


Bajo la efímera existencia
de un deseo que se escribe únicamente
con las letras de tu nombre,
el firmamento acogerá tu vuelo cansado.


Al fin serás tú,
dejando voces ajenas
distantes rostros
personalidades arcaicas
lejanas pasiones.


Nos encontraremos
cuando el fuego haya purificado la carne,
borrando nuestras cicatrices,
liberando todas las palabras.


Y allí en un reducto de silencio,
apartado del mundo
aunque dentro del hálito de vida
de los aún mortales,
el humo de mi sangre
buscará tu semblante
dibujándolo por siempre
en eterno desvarío.