DESPERTAR
Por: JUAN FRANCISCO CASTILLO RIVERA.
El ruido llenaba las congestionadas calles de la ciudad, cientos de trabajadores, con equipo pesado trabajaban sobre un tramo del segundo piso del periférico capitalino, los trabajos llevaban más de 3 meses de iniciados y los embotellamientos causados por las obras, hacían que miles de automovilistas enfurecidos tocaran sus cláxones, aceleraran sus motores y contaminaran aún más a la moribunda metrópoli; los agentes de tránsito ayudaban poco o nada al desahogo de esa importante vía de comunicación.
Al medio día, el calor era insoportable; los trabajadores de la obra llevaban material de un lado a otro y pesadas grúas cargaban los tramos preconstruidos para colocarlos en enormes pilotes de concreto, en esos momentos, un imponente brazo mecánico se balanceaba, cargando vigas de acero, un crujido sombrío se desprendió de la plataforma, ¡el peso de las vigas era demasiado para la grúa! El terror hizo presa de los trabajadores y transeúntes, quienes huían despavoridos hacia todos lados, al crujido inicial le siguió un tronido, ¡el brazo metálico se había partido en dos! Las vigas cayeron sobre el pavimento, los gritos de pánico y la conmoción causada con el accidente se fueron disipando lentamente, algunos camiones de la compañía constructora resultaron aplastados por el brazo de la grúa y las vigas se habían enterrado desapareciendo en el pavimento, al asentarse el polvo, los curiosos se acercaron al enorme cráter abierto en el suelo, el asombro fue total al descubrirse una inmensa caverna ¡de más de 40 metros de profundidad!
Los titulares de los diarios del día siguiente informaban ¡ENORME CAVERNA BAJO NUESTRA CIUDAD!, ¡ACCIDENTE DESCUBRE FALTA DE SEGURIDAD EN EL SEGUNDO PISO, SE CONSTRUYE SOBRE MINAS!, ¡JEFE DE GOBIERNO ORDENA DETENER LAS OBRAS POR EL DESCUBRIMIENTO DE LA CAVERNA DE MIXCOAC!
Los trabajos de construcción fueron detenidos y enseguida un grupo de investigadores entre Geólogos e Ingenieros de la Universidad Nacional apareció para realizar diversos estudios y peritajes. Descendieron con una canastilla alumbrados gracias a la débil luz del sol que se colaba por el boquete en el techo de la caverna, no podían salir de su asombro, pues además de las enormes dimensiones de la cueva, había en su interior algo que los dejó petrificados. Uno de ellos después de hacer un gran esfuerzo para hablar, tomo su radio y gritó -¡LLAMEN A LOS ARQUEÓLOGOS, NO CREERAN LO QUE ENCONTRAMOS!- Después de algunas horas, curiosos, reporteros, investigadores, policías y soldados se encontraban alrededor del acceso a la gruta, desde la mañana habían bajado varios grupos de especialistas, grandes reflectores iluminaban una pirámide de 20 metros de alto, su base era del doble de la altura y en sus costados se apreciaban diversos dibujos y altos relieves, dos majestuosas e inmóviles serpientes emplumadas, adornaban la escalinata principal de 365 escalones desde el piso a lo que parecía la entrada sellada de una cámara, el polvo de cientos de años cubría la construcción, ¡era un monumento imponente!
La luz de la luna se escabullía por el agujero del techo de la caverna, posando sus rayos en la cúspide de la pirámide, en ese lugar aún se encontraba un enorme portaestandarte en forma de serpiente con una hermosa manta de plumas conservadas milagrosamente, como si se hubiera colocado esa misma mañana, en el centro de la manta se apreciaba claramente la imagen Azteca del dios Quetzalcoatl.
Pasaron los días y las semanas, cientos de estudiantes y científicos de todo el mundo acudieron a estudiar la extraña pirámide, mientras el caos citadino continuaba (ahora acrecentado por los cortes vehiculares y las desviaciones), dentro de la caverna, solo se escuchaba apenas un murmullo de reverencial asombro expresado en varios idiomas, mezclado con el eco singular de martillos y cinceles.
Pasaron 132 días desde el descubrimiento de la pirámide, y la fecha del equinoccio estaba cerca. Los campamentos multinacionales se habían colocado a lo ancho del subterráneo, se descubrió que el monumento databa del año 600 A.C., una época mucho muy anterior a los Aztecas, incluso a los Toltecas y al florecimiento de Teotihuacan, aunque algunas figuras y altorrelieves eran de épocas más recientes, intrigando de forma poderosa principalmente a los científicos; un majestuoso y enorme estandarte de plumas (se calculaba por pruebas de Carbono 14, que tenía una antigüedad de 400 años) se encontraba perfectamente conservado aparentemente por una extraña fuerza que emanaba del edificio.
Durante la mañana del día del equinoccio, un inmenso grupo de “Danzantes Concheros” se encontraba en la entrada de la cueva, el sonido de los teponaxtles, caracoles, chirimías y ocarinas penetraba en la cueva, retumbando en las paredes de piedra de la pirámide, el aroma del copan descendía a la cueva en forma de serpiente de humo blanco. Un temblor se comenzó a sentir, aumentando gradualmente, así como el temor que invadía a todo mundo, el sol caía firmemente sobre la pirámide, los muros del monumento se comenzaron a agrietar creando la extraña ilusión que las pétreas serpientes cobraban vida. Caían nubes de polvo desde el techo de la gruta y varias rocas comenzaron a desprenderse al momento en que la pirámide comenzaba a levitar sobre el suelo. Los gritos de pánico de la multitud no podían disminuir el eco de la música de los instrumentos indígenas, ni el zumbido que procedía del monumento. La pirámide se comenzó a derrumbar en su mayoría, quedando poco a poco al descubierto algo extraordinario, ¡una coraza metálica surgía del cascarón de piedra! El muro que sellaba la cámara se despedazó en una explosión silenciosa mostrando una puerta de acero brillante que comenzó a abrirse. Una luz blanca brotaba debajo de la compuerta quedando abierta completamente, una silueta apareció. Todo era silencio, excepto por la música y el zumbido. El humo de copan se confundía con el vapor que salía de la compuerta, mientras la figura descendía lentamente por la escalinata, ¡era un hombre blanco! Cubierto por un taparrabos finamente adornado de oro y joyas, además vestía un peto de oro en forma de serpiente de gran tamaño, finalmente un tocado de formidables plumas de quetzal coronaban su cabeza rubia; El silencio aumentó, la noble figura levantó su brazo derecho y en un lenguaje antiguo dijo- ¡PILTZINTLI, IZCATQUI, COCHEHUA MOYETZTICA!*
*¡HIJOS, HE AQUÍ, ESTOY DESPIERTO!
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