Una herida me grita tu nombre
estruendo de dolor que me ensordece
Acepta que ya no puedes ocultarme tus secretos
y acepta también que me estoy ahogando
en los mares de sangre que has derramado
en tiempos pasados.

El reloj dispara 60 flechas por minuto
que se me clavan sin piedad en el corazón,
mientras espero impaciente
el momento de volver a verte.


Te veo navegar en el río púrpura de la desolación
quisiera por lo menos acompañarte
pero tú no lo sabes.


Sonríes con la eterna tristeza
de un cadáver olvidado por el mundo,
sin embargo
me duele más lo que siento que lo sabido.


Te entiendo porque conozco el lenguaje del dolor,
me duele tu dolor,
se me filtra por la piel y no lo puedo evitar.


No puedo pretender menos
que derramar ardiente calor
en el inmenso desierto congelado
donde afiladas cuchillas y poderosos venenos
pretenden asesinarte
día tras día, hora tras
hora.


Y después si quisieras vivir en un jardín,
no me cansaría de regarlo con mi sangre,
abrigando cada fragmento de tu piel.


Y yaces en el inframundo
me miras con tus cuencas vacías
sé que estás ahí
que me estas escuchando
me vuelvo tan frágil cuando estoy contigo
que tu simple aroma me consume las entrañas.


Un mapa de cicatrices me guía por tu pasado
deseo andar por cada surco de tu suave piel
con los ojos cerrados, a tientas
como si fuera un ciego.


Nuevamente me miras a los ojos
y yo me pierdo en un laberinto oscuro, a decir verdad,
me gustaría pasar la vida perdida en él
para qué buscar una salida que tal vez no existe?


La ternura se te escapa
en los túneles del subterráneo
cuando estás conmigo
Tú te vas y ella me sigue,
quiere que sea su prisionera
y aunque me ha tenido atada últimamente,
no me gustaría que te la llevaras.


Si con una rosa pudiera regalarte la vida,
si con una palabra te obsequiará la muerte,
si con un beso pudiese rescatar tu alma
entonces devastaría el silencio
y aniquilaría todo tu dolor.