“Sueño que nuevamente te encuentro, en aquel lugar, escondidos del mundo. Que nos besamos, nos amamos, reímos, hablamos. Luego nos separamos, cada uno a lo suyo, a su vida. Y al día siguiente un buenos días lejano, sólo una mirada será suficiente para decirnos tanto. Para que gritemos en silencio que somos amantes, y que nadie nunca lo sepa, solo nuestras miradas sean cómplices de tanta locura.
Déjame soñar, soñar que ese breve instante en que te tengo a mi lado eres solo mio, que tu corazón y tu cuerpo me pertenecen, aunque sólo sea un instante...
Déjame soñar que habrá una próxima vez y muchas más. Que en el tiempo que te tengo lejos el deseo va a crecer para cuando por fin estemos juntos podamos saciar toda esa sed de amarnos.
Déjame soñar un instante que esto no murió. Que sigue tan vivo como aquella noche de marzo, cuando en la oscuridad de la noche, escuchando el sonido de las olas, tomaste mi rostro y me besaste. Y yo respondí a ese beso, porque lo esperaba desde el día que por primera vez nuestras miradas se cruzaron y supe que tus labios algún día se encontrarían con los mios.
Déjame soñar que un día de estos nos vamos a encontrar solos nuevamente, y tú como adolescente vas a robarme un beso inocente y luego vas esconder tu rostro entre tus manos. Y antes que yo pueda reaccionar vas a robarme un segundo beso, olvidando la inocencia del primero, y te vas a quedar pegado a mis labios hasta que el cansancio te obligue a dejarlos.
Déjame soñar que es posible. Que algún día será”.
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