Los dos viven en una casa de dos pisos, grande, adornada con los pocos muebles que han podido adquirir a plazos. La vida no es cómoda, ni la mejor, pero el amor aminora los inconvenientes. Comenzaron a forjar esa vida juntos, con la disciplina de Miguel, trabajador incansable de oficina, que le exigió a Rosa desde el principio que no ejerciera más su profesión de maestra, porque la mujer debe estar en casa y preparar todo para la futura familia completa, con los hijos que no tardarían en llegar. Rosa accedió, ella, la mujer liberal, la que se mofaba de su madre como "la subyugada eterna". Aceptó las condiciones de Miguel, porque ya con treinta y tantos años es necesario imponer prioridades. Todo iba bien según los planes concebidos. El único trago amargo es que, desde hace unos meses, Rosa siente un terror inaudito cuando pasa cerca de la puerta principal. El otro problema, y eso no estaba planeado cuando se construyó el hogar, es que las escaleras están colocadas justo al paso de la maldita puerta, así que Miguel debe subir mínimo quince veces al día para traerle a su esposa las cosas que necesita del segundo piso, y por la noche le baja el pijama porque ella prefiere dormir en el sofá que pasar cerca de la temida salida.
El terror a la puerta principal surgió de un sueño, un macabro sueño, en el que ella se ve saliendo por esa puerta, en loca carrera, desnuda, con dirección a la estación de trenes ubicada a unas cuantas calles de casa. No detiene su loca carrera hasta llegar a las vías y detenerse justo ahí, en el preciso instante en que se acerca un tren a toda velocidad. No se mueve más, tampoco quiere hacerlo. Espera paciente el choque de su cuerpo con el hierro indulgente. Luego, todo es oscuridad. El sueño fue tan real y las ganas de salir corriendo a la estación de trenes tal, que comenzó a sentir el terror que desde entonces la acecha.
Al principio Miguel asintió cariñoso a las raras peticiones de su mujer, pero con el tiempo encuentra cualquier situación como absurda y estúpida.
Las sirenas y ruidos de los trenes, sobre todo en la noche, se combinan con los gritos de ella y con las maldiciones calladas de él. Lo que al principio les causó alegría -vivir cerca de la estación de trenes- es ahora una tortura...
Hace unos días le pide a Miguel que la encierre en el sótano, con llave, antes de que él se vaya al trabajo, para evitar en un momento de debilidad salir por la puerta principal en loca carrera y...
Miguel la encierra con llave, resignado, dejándole bebida y alimento a su esposa para las horas en las que él esté ausente.
Por las noches regresa y libera a Rosa de su encierro voluntario...
Una noche no regresó más. |