“Sólo sé que no se oía
más que el aliento
que apresurado escapaba
del labio seco... ” ( G. A. Bécquer)
De la gruta derivada de tu boca en el altar de aquellos rostros. Allí mi alma envejecía como un cristal de besos cubierta por el trémulo sonido de tu piel. Precipitada en ese abismo, vuelvo a sentir las mismas tardes que me acechan. En el umbral, la rosa aún atesora aquella daga de tu ausencia presidiendo mi tortura. No hay rencor, la magia se mantiene intacta aquí a mi lado bajo el suspiro de los pétalos; un inmortal croar de ranas; la pequeña casa; su incertidumbre; aquella enredadera tras las verjas, junto a tu cuerpo extendido en antiguos escalones...