El vapor de la ducha se encargó de no mostrar la cara llena de lastima con la que me hubiera mirado.
La cama revuelta y no por descanso, el sol prendido como señal burlona de que la vida sigue para todos, incluso para quienes no la queremos.
Feliz cumpleaños pensé...me deje caer en el sillón y prendí un cigarro, la alfombra comenzó a mojarse con las gotas de mi pelo.
Entre ron y pisco, festeje mi estupidez iniciando la treintena. Manuel como buen desgraciado había desaparecido el jueves y no volvió ni a llamar, regresaría a caso como siempre en tres meses, tratando de robarme un poco de mi certeza de nuevo. Y claro a veces pienso que lo conseguía por que soy una pobre mina que le falta cariño, otras solo pienso que lo lograba por que yo podría planchar la ropa con mi mano.
Por que si no, como pude aceptar semejante pobreza, sexo en un camino rural, sin un orgasmo, sin un te quiero, sin ninguna delicadeza en tratar de engrupirme con algo.
Que peor que eso pensé, hasta que amanecí con mi ex enredada, dándome la espalda, lejos, mientras recordaba como me había suplicado al oído que le contara como me cogían los otros, donde lo había hecho y otras hierbas para sazonar el plato, mientras yo lo miraba tratando de encontrar al hombre con el que creí haber sepultado tanta miseria afectiva.
Después del espanto algo me hizo invencible, recogí mi blandengue corazón y lo blinde, lo puse en su sitio y lo bauticé con alcohol. Lo decidí, nunca más en mi contra.

Camino rural, siete de la tarde, mi auto se estaciona junto al del desgraciado número uno que me mira con cara de lascivia, jurando que repetiremos la performance. Tomó mi cartera con furia y me pierdo en su boca un rato. El desgraciado número dos llega, dejo que nos vea, que se sorprenda, que la cabeza le vuele y las imágenes se repitan a mil por hora. Dejo que el desgraciado número uno busque mis ojos para alguna explicación que no llega. Dejo que los dos se vean y se reconozcan, se espanten y se confundan, mientras yo saco de mi cartera un revolver con el que haré justicia.
Les resultó finalmente más fácil de lo que pensé reconocer lo patanes que son. Fue entonces que descubrí que me gusta el poder…desde entonces lo compro en cajas de 100 miligramos.
Cuatro disparos certeros, lástima que los neumáticos no sangren. No se atreverán a nada en mi contra, no después de las fotos que les tomé.
Disfruten su noche juntos… les dije antes de subirme a mi auto y dejarlos en medio de una boca de lobos, desnudos, amarrados y juntos.
Recién nacida, conduje por un trago.
Eres una yegua, enferma… me gritaron.
En algo tienen razón. Lo perversa es una condición clínica, permanente.

-¿a donde vas? ¿Quieres que te lleve?...