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CUENTOS, DE FUMANCHU
Desde los 4 hasta los 15 años JORGE se llamó de sobrenombre: FUMANCHU y JORGE cuenta las historias de Fumanchú recordando las cosas de Fumanchu. Estos recuerdos fueron escritos por Jorge cuando se jubiló y se dedico a rememorar los años felices de su infancia en el campo, donde lo mas exigente era ir a la escuela pero después tenía todo el resto del día para andar por la finca con sus caballos, y en el verano pasear por los alrededores que eran muy bonitos aprovechando las vacaciones.
Jorge nació en 1941, una noche que cayo una fuerte helada y se daño la cosecha de la finca de Campamentos, fue lo que se llama una helada tardía: el 12 de noviembre.
Estos cuentos se los dedico a mi primera y única esposa, mi novia de estudiante, santafesina, madre de mis hijos; a mis hijos y a Fumanchú, esta es ahora mi familia, la de Jorge, para quien Fumanchú es un hermoso recuerdo: Estela Maria Teresita Beltrame, Pablo Alejandro, Mariela Ariadna Karina, Diego Eduardo, y Yanina Natalia. A mis hijos políticos Claudio, Jimena, Pía y Cesar; a mis nietos: Joaquín y Santiago.
A mi gran familia: Mis nonos y abuelos, padres y hermanos, tíos, primos, y sobrinos, con todos ellos fui muy unido.
Estos pretenden ser cuentos en algunos casos, mezclas de la realidad y de la fantasía de Fumanchu, habrán pasajes que algunos de los actores podrán reconocer y otros que serán pura casualidad o mejor dicho pura fantasía.
Si no fuera así esto seria un libro de historia y no podría contar mentiras como las contaba Fumanchu y las cuentan todos lo niños del mundo y lo que es mejor creérselas.
Estas historias pudieron suceder entre los años 1945 y 1957 es decir a mediado del siglo xx.

Jorge Eduardo Furlani
La Plata 1996
Ediciones FUMANCHU

LA FAMILIA DE FUMANCHU
Estaba compuesta por mi papa: Américo Esteban Benito Furlani, mi mama Maria Elena Pacheco,
Mis hermanos: Cacho, Coca, y Susana
Y Yo: Jorge. (Fumanchu)
NOTA
Esta nota es para aclarar, que los recuerdos en juego fueron los de un niño, y que ahora por Fumanchu escribo sus memorias, Fumanchu vivió, soñó y amó en el campo, hasta los 15 años cuando se fue a San Juan a estudiar ingeniería química.











FUMANCHU
En esta primera pagina quiero que sepan porqué surgió el nombre de Fumanchu para Jorge, Fumanchu fue un mago que trabajaba en Buenos Aires y mi tío Aldo el poeta venía a verlo. Tenía 4 años cuando Aldo me bautizo por segunda vez con el sobrenombre de Fumanchu, por un poncho colorado que yo tenía y era igual al de Fumanchu el mago.

El poncho fue parte de mi vida, porque en aquellos tiempos no existían las famosas camperas de cuero”gamulan” y lo mas protector era el poncho. Corriendo a caballo, cazando patos con el agua hasta las rodillas, gritando…patos, patos, patos…cuando una bandada se aproximaba y como eran las reglas de caza les tirábamos al vuelo, con el tío Hugo, el Negro, Cacho (mi hermano) y Yo, cuando caían al agua, Tell mi perro de caza, se metía a sacarlos, nadando en las lagunas mas profundas a veces con el agua a punto de congelarse, Tell era un perro de una mezcla fina de raza Pointer Y Braco, un fenómeno, el día que mi tío Miguel Hechegaray me lo regaló por “malo”, Yo ya me había repuesto del dolor de haber perdido mi otro perro compañero de correrías: Ojito…Tell era un tipo de perro, con habilidades que demostró hasta cuando viejo y ya no podía hacer cosas como saltar el portón de madera de mi casa de Los Campamentos, para ir a recibirme después de un año que Jorge volvía a casa desde Santa Fe, de La Fac. de ingeniería química. En un lugar especial hablaré de Tell, porqué me lo dieron y cómo lo adiestramos con el tío Hugo, hasta llegar a ser el perro más fantástico para cazar toda clase de bichos.
El poncho era la prenda universal, si bien se ensuciaba, rara vez se lavaba, era de una lana muy fina y con honestidad no se quien me lo regaló, por una deducción lógica diría que fue mi tío Aldo pero mi mamá me aclaró las dudas y me dijo que fue el tío Alfredo hermano de papá, de quien nunca hubiera pensado que fuese quien me regaló el poncho que era igual al de Fumanchú y fue origen del sobrenombre.
El poncho permitía estar abrigado pero no perder los movimientos, por eso lo usaba para ir a jugar al fútbol en una cancha ubicada en el medio de la finca, de arena y sin un solo refugio donde guarecerse del frió en invierno, o del sol en verano. En esa cancha nació el club finca Furlani´que jugaba en un campeonato de otras fincas y algunos incipientes barrios, las más conocidos eran La Finca Tomba, La Bodega Calzetti, , La Bodega Tittarelli, el barrio Union, algunas fincas pasando el rió Tunuyán, por el viejo puente de madera que quedaba en Santa Maria de Oro, una vieja localidad donde nació mi mama, en un pequeño poblado vecino a la ciudad de Rivadavia.
La finca Furlani estaba ubicada en Los Campamentos, un distrito de Rivadavia, tierra de indios.
A jugar los partidos, que se jugaban en Santa Maria de Oro, íbamos en un camión, cuyo dueño era el capataz de la finca Furlani, el gringo Ricciardi, los viajes no eran de puro placer, por un motivo u otro los chicos nos agarrábamos a trompadas dentro del camión en movimiento, pero al llegar a la cancha todo había terminado, y lo que importaba ahora era hacer barra y alentar al equipo de los grandes.
El mejor jugador tenia el n*5 en la espalda, y le llamábamos “centro jas”
Ese puesto requería atributos que difícilmente podían encontrarse en un solo jugador, primero debía ser rápido para quitar y encarar para el arco, cediendo la pelota si era necesario, de lo contrario la llevaba el mismo hasta la puerta del arco, donde muchas veces hacia un pase para el gol, otras tantas pateaba él convirtiendo o errando, se jugaba con 5 delanteros, 3 en el medio y 2 defensores, ahora se ha invertido la forma de jugar.Los partidos se ganaban o perdían por goleadas y eran muy divertidos y nunca debió cambiarse el clásico 5-3-2º mejor dicho 2 defensores, 3 mediocampistas y 5 delanteros y 1 arquero por supuesto. Adelante jugaban los 5 delanteros que eran los dos wines derecho e izquierdo que jugaban pegados a la raya de cal, limite de la cancha, junto a estos jugaban los inside derecho e izquierdo y finalmente en el centro el n*9 o centroforward o como decíamos nosotros el “centrofoball”, los del medio eran los que acompañaban al centrojas o sea el jas derecho y el jas izquierdo. Los 2 de atrás eran los bullback: izquierdo y derecho.
Los pibes a veces jugábamos de preliminar, no teníamos pantalones cortos, ni botines (jugábamos con alpargatas negras de suela de cáñamo).
El fútbol tenia una boca o tajo que se cerraba con tientos y era para sacar por allí, la cámara cuando se pinchaba.Las cámaras tenían un pico largo para inflar el fútbol con boca y no se usaban picos o agujas como ahora en los fútbol sin boca.
El poncho perdió protagonismo cuando a los 5 años empecé la escuela.
Fui un solo año a la escuela n*20, al año siguiente fui a la escuela Bernardino Rivadavia (tuvieron que operarme del poncho para que me bañara y fuera a la escuela por primera vez).
A los 5 años alguien me enseño a leer, (seguro que anduvo Aldo con mi mama en ese menester)… yo no quería ir a la escuela… porque no sabía escribir.
A pesar de mis malos primeros días, que no quería ir a la escuela y era una pelea cotidiana, mi maestra de primer grado, la señorita Alicia me saco el miedo y salvo 1 o 2 veces que pasé por la dirección, fui un alumno disciplinado y llegué a destacarme en el primer grado, siendo el abanderado de mi grado en mi escuela de campo en La Verde, escuela prefabricada de madera, muy humilde con una cancha de fútbol donde pasábamos los recreos: Escuela n* 20.
Durante un año estuvieron haciendo la casa nueva de mi papa y tuve que ir a vivir al pueblo, (hoy ciudad de Rivadavia) en una casa alquilada, cambiar de escuela y ya me quedé para siempre en la escuela Bernardino Rivadavia y justamente cuando el pueblo se convirtió en ciudad terminé el 6to grado y por casualidad yo también era el abanderado de la escuela y figuré en el libro con la historia del pueblo, junto con todas las personalidades, (el intendente, el comisario, el director de la escuela etc.) estaba Fumanchu.
En el pueblo no era tan fácil divertirse, no había televisión, no había caballos, pero siempre encontrábamos alguna manera de salir del aburrimiento.
Fue en esa época, cuando me hice amigo de los amigos de mi hermano, que ya iba a esa escuela 4 años antes que yo, el tenia 10 y Yo tenia 6, sus amigos a esa edad me doblaban en altura y peso, lo que no impedía que me tuviera que defender de ellos eso me sirvió y mucho cuando volví a la finca porque allí tuve que mantener mi liderazgo natural, no buscado, a piñas.
Un pasatiempo favorito era ir por las vías del tren, allí juntábamos bulones de los que se cortaban de unir las vías a los durmientes y los usábamos con la honda como proyectiles, para hacer guerras entre nosotros, esto era terrible y en más de una oportunidad terminamos seriamente lastimados.

LAS PELEAS
Por ese motivo (el liderazgo) tuve muchas e insólitas peleas, la que más recuerdo fue con un pibe mucho más alto, más grande de edad y parecía más malo, que junto con otro gordo eran los más pesados. Las diferencias se saldaron primero con el mas alto, en las peleas había una obligación: ganar o ganar, agarrándolos por el cuello y pegándoles en la nariz hasta que les salía sangre,(peleas callejeras), perder seria terrible, así que las empezaba Yo , después de eso los chicos se incorporaban al grupo como si no hubiese pasado nada.
El grupo tenía muchos miembros pero los más chicos éramos
Carlitos y Yo, muchas veces jugábamos en su casa o en la mía, su papá era uno de los contratistas italianos que trajo mi Nono, que ya estaba en la finca cuando Yo nací. Carlitos montaba muy bien a caballo, cuerpo de jockey, rubio de ojos intensamente azules, eso lo distinguía del resto de la pandilla, parecía un chico mas fino pero al igual que todos nosotros no era diferente en cuanto a su apariencia y sobre todo en época de cosechas, estaba lleno de mosto, por subirse al camión (junto conmigo) a pisar las uvas, para hacer espacio y cargar más uvas.
Las manos y la cara enseguida tomaban el color de la tierra adherida al mosto que se pegaba en todo el cuerpo y en la ropa, lo único que no le cambiaba a Carlitos eran sus enormes ojos azules.
Una pelea fue contra dos primos, de nacionalidad italiana, hacia poco que iban a mi escuela Bernardino Rivadavia, viajábamos en el mismo ómnibus a la escuela y con Carlitos Zagaglia los provocábamos, hasta que un día tomé a uno del cuello, en un baldío junto a la escuela, y le empecé a pegar, hasta que no lloro no lo solté, después de eso nos hicimos amigos y no peleamos mas.

LOS AMIGOS DE FUMANCHU: AHORA
Hacer una lista de los amigos es bastante difícil, 50 años ayudan a olvidar los nombres y apellidos, los sobrenombres y retener algunas caras, me ha sucedido de volver a Los Campamentos y ver gente que conozco de cuando tenía 8 años pero apenas si los reconozco de 65 años.
Las familias de las que Fumanchu era muy amigo son las de los Tromer y los Aguirre.

CACHO AGUIRRE EL AMIGO DE FUMANCHU
Cacho era un amigo muy especial, casi de mi edad, fue un amigo del alma, de esos que no se pierden por nada, fue el amigo de los paseos a caballo, en sus caballos pura sangre de carrera, que el cuidaba para correr cuadreras o en el hipódromo.
Primero nombraré a los caballos más famosos que tenían, cuando yo contaba entre 8 y 10 años: Rebusque, Radical, dos caballos muy ligeros en carreras cortas y cuadreras, Yuyumita una yegua, que junto con Rebusque ganaron carreras por muchas provincias.
Rebusque no era puro con papeles, por un error en su anotación de nacimiento, pero era un caballo perfecto con toda la clase de un pura sangre.
En Mendoza, en el hipódromo corrió con los mestizos, nunca
perdió una carrera y ya el último año se tuvo que ir a correr cuadreras por Entre Ríos, Santa Fe, Córdoba, Buenos Aires, ganó en todos lados y carreras muy bravas, por mucho dinero, largando con partidas (en movimiento) les sacaba tres cuerpos en la largada.
Otro caballo fue Desalmado el padre de mi caballo negro.
Mi caballo negro era de sobrepaso, su marcha acompasada era más rápida que el galope y no cansaba. Yo iba a los cerros cruzando el canal Los Andes como a 20 Km., desde casa y en una hora estaba en el lugar de cacería.
Con Cacho mi amigo hicimos de todo, íbamos a cazar a pescar, a las cuadreras y cuando se puso el primer gimnasio de box, hacíamos la pelea estelar de la noche para que los mas grandotes se divirtieran, nos bajábamos los pantalones a trompadas, nos rompíamos el alma, pero después de la pelea salíamos abrazados y entre nosotros no había pasado nada. Éramos profesionales.
Con Cacho nos hacíamos la rabona (faltar a clase) a la escuela para ir a jugar al villar.
Cacho fue el gran vago del colegio primario y el secundario pero se recibió de médico muy rápido y muy joven.
Una vez recibido se volvió a vivir a sus pagos La Verde. Era un medico muy querido y siendo muy joven se encontró con la muerte, choco contra un árbol a toda velocidad en la ruta de Gargantini a La Verde.

LAS HISTORIAS QUE ME CONTO DON JOSE
Aprendí de los Aguirre a que me gustaran los caballos de carrera. A la edad que los nenes aprenden a andar en bicicleta Don José me enseñaba a andar a caballo, en caballos pura sangre de carrera. Don José era árabe, tenia el desierto reflejado en su mirada y manadas de caballos árabes se reflejaban corriendo por las dunas, junto con cebras, camellos y elefantes.
Les enseñó a sus hijos todo lo que sabia de caballos de ca rreras y Yo cuando tenia entre 8 y 10 años me la pasaba en los boxes viendo lo que hacían con sus caballos, llegué a cuidar caballos para cuadreras cuando tuve entre 8 y 10 años, a mi caballo chiquito que fue mi preferido.
Don José era muy amigo de mi nono Lorenzo y le gustaba contarme historias del nono cuando este ya había muerto.
La historia del Viejo Cachimba era su preferida.
Cachimba era un viejo italiano igual que el nono, fue uno de los tantos que vinieron cuando en Mendoza se empezaban a plantar grandes extensiones de viñedos, en particular en el valle del rió Tunuyán y en Los Campamentos. Fue el nono quien hizo las primeras grandes plantaciones para Gargantini, para Tomba, y para Giol.
el nono y Don Cachimba solían encontrarse enfrente de la casa de la nona Luisa, a veces con testigos y a veces sin testigos, el encuentro monótono y pseudo cordial consistía en un intercambio de saludos que tenían un alto grado de agresividad.
Cuando pasaba Cachimba y el Nono estaba en la puerta, Cachimba lo saludaba con rectitud: “buenos días don Lorenzo”, a lo que el nono le respondía:
“buenos días cachimba”…quien a su vez le contestaba mal por haberle dicho cachimba.
“que lo suparitto Don Lorenzo”…así los días y los saludos.
Hasta que estando un día Don José; el nono que siempre estaba con el revolver Colt 38, cuando se cumplió el rito del saludo y los mutuos agravios, la cosa terminó así: el nono espero que cachimba se sacara la pipa de la boca cada vez que hablaba y al terminar la última frase, al ponerse la cachimba nuevamente en la boca, se la corto contra el mostacho (bigote italiano), sin siquiera rozarlo, de un certero balazo.
El saludo al otro día tuvo una frase menos.

El gallego Raya era otro de los personajes que habían tenido historias con el nono y don José me las contaba.
Era un comerciante de esos que se encuentran en el campo, llevaba una carretela de 4 ruedas cargada de verduras y tirada por cuatro mulas , para pasar por el callejón del medio, que era de piso de arena, debía pegarle a las mulas que arrastraban el pesado carromato, cargado de frutas exóticas (foráneas) y verduras tempranas de otras regiones.
La escena de pegarles a las mulas lo ponía muy mal al nono Lorenzo, quien cada vez que lo veía hacer esto con las mulas, se ponía de muy mal humor y le decía…¡no te he dicho que cuando pases por mi finca no le pegues a las mulas ¡ …a lo que el Gallego le contestaba…¡las mulas son mías y hago lo que quiero…¡

Don Lorenzo lo espero un día donde el arenal era mas pesado y cuando empezó a pegarle a las mulas, saco el colt 38 y cuando levantaba el látigo le corto el palo de madera contra la mano.

Otra historia que me contó Don José fue lo que sucedió una tarde calurosa de Enero cuando se habían reunido, en un potrero donde estaban las yeguas ,varios peones de la finca que al ver dos inmensas víboras yararas que se venían hacia donde ellos se encontraban, empezaron a gritar: Don Lorenzo…mire las víboras
El nono al ver que eran venenosas, salio al galope y desenfundo y cuando las tuvo a tiro sin parar el caballo les corto la cabeza de un balazo.

LA FINCA DE CAMPAMENTOS: LORENZO FURLANI
Era lo que se llama una finca productora de uvas, junto con las vides se cultivaban muchas plantas frutales de diversas variedades, en grandes extensiones, la finca tenía un trazado muy sencillo, como la mayoría de las fincas al costado y a lo largo de La Calle Florida, todas eran rectangulares con el frente mas angosto sobre la calle, tenia un callejón al medio, que la dividía a lo largo en dos mitades iguales, pero cada lado tenia una característica distinta.
Del lado izquierdo mirando de frente desde la calle Florida, estaba la casa que construyo mi tío Hugo para mi Nona Luisa y que cuando se repartió la finca entre los herederos de mi Nono Lorenzo, paso en propiedad de mi papa y de mi tía Maria que era soltera y mi Madrina de bautismo , hermosa y buena, me trató como ninguna madrina lo haría con su ahijado, por último antes de morir le cedió su parte de la casa a mi papa, no así la parte de la finca que la repartió con sus otros sobrinos que la amaron y ella amo tanto, como al travieso y atorrante de Jhonny, hijo del tío Vicente El Ingles, casado con la tía Anita hermana de mi papa. Del lado derecho del callejón del medio y también a la entrada, estaba la casa nueva de mi papa, una casa sencilla pero bien construida, con revoques blancos a la cal.
Para construir la casa nueva de mi nona, la segunda y después que el nono había muerto, mi tío Hugo usó los planos de un chalet californiano, de esos que se venden los planos para construirla sin errores. Era una hermosa casa para el campo, inmensa: 400 m2, con las cosas que son vistosas en el campo: una galería daba alrededor de lo que era mi dormitorio, con una puerta de doble hoja de cedro de un ancho de 2 m, una ventana con cuatro hojas también con persianas de tablillas de cedro y que llegaban hasta 10cm del suelo, simulando una puerta de 4 m de ancho. El frente principal de la casa tenía un ventanal de 6 hojas de cedro y 6 m de ancho, que también parecía una puerta a 10cm del suelo, iluminando un living comedor que ocupaba la mayor parte de la casa, la casa tenia una amplia arcada que unía el living con el comedor, formando un espacio para vivir muy agradable con la chimenea a leña, que al ser prendida en el invierno con maderas sulfatadas de troncos de viñas, daban un juego de luces de colores, debido a la presencia de sales de sulfato de cobre y algún contaminante de magnesio y otros metales (zinc). Esas llamas tenían una fascinación para mi que me quedaba de noche solo junto al fuego: pensando…que habría más allá de los cerros, más allá del rió…El jardín de la casa de la nona Luisa era más antiguo que la casa y fue respetado por los constructores, mi Nona lo tenia precioso y tenía una gran área alrededor de la casa formando caminos, entre jardines, que estaban construidos con pequeñas piedras, eran cantos rodados zarandeados todos del mismo tamaño con doble zaranda, menores de medio cm. de diámetro, color negro que hacían resaltar las flores que había en el jardín de la casa y contra las paredes. Frente a la casa pasaba la acequia del agua que estaba llena de alverjillas salvajes, de pequeñas pero intensas flores rojas, que habían aparecido debido a las semillas arrastradas por el agua. Alrededor de la casa de mi Nona Luisa y también en la segunda casa de mi papa habían muchos árboles, frutales y no frutales, que le daban al lugar su carácter de verdadero oasis ya que si nadie los hubiese cuidado, regado y por supuesto plantado nunca hubiesen crecido, en los últimos años de mi niñez se encargo del jardín Don Páez, también albañil y el que diseñó la jaula trampa con la que Yo casaba pajaritos. Para describir la finca hacia el interior hay que caminar por ese callejón de arena y la principal vía de comunicación: El callejón del medio.

EL CALLEJON DEL MEDIO
A cada lado del callejón se sucedían plantaciones, lagunas artificiales (aguadas para los animales: caballos, vacas), potreros, campos sin cultivar, cada lado era distinto.
El izquierdo empezaba con un viejo parral, una plantación que ya era vieja cuando Yo nací, estaba en la zona de los medanos, en la esquina del rectángulo por donde entraba la acequia del agua, daba mucha producción de uva a pesar de sus años y en el parral anidaban muchos pajaritos entre ellos los jilgueros cabecitas negras, que eran cantores y muy bonitos. Para entrar de la Calle Florida al callejón del medio, lo primero que encontrábamos era un puente sobre la calle Florida y luego otro puente sobre el callejón , entre ambos puentes se armaba una subida, que por suerte los camiones que venían cargados de uva en época de cosecha , lo tomaban en bajada al salir. Los puentes eran de palos a lo largo, estaban cubiertos de arena, que se sacaba de las acequias para limpiarlas, esa arena era finita y la arrastraba el agua, era limpia aunque a veces traía “penepes”, que son pequeñísimas espinitas de algunos captus, se clavan en la piel como si fueran lana de vidrio, produciendo un intenso dolor y se salen cuando ellas, las espinitas, los “penepes” quieren.

EL MEDANO
El médano era una colina de arena de gran belleza por su agreste salvajismo, donde los indios enterraban a sus muertos y hacían las tolderías, mi papa hizo allí la primera plantación de duraznos y para ello debió sacar el médano. Para sacar el médano debió rebajar con agua, esto quiere decir que utilizó la fuerza del agua para nivelar el médano, que tenia una altura que impedía su regadío natural cuando se convirtió en una quinta de 12 ha. de duraznos amarillos.
Los cultivos se hicieron junto al callejón del medio.
De un lado había más viñas y parrales.
Del otro lado habían más plantaciones de diversos frutales, tales como ciruelas, almendros, damascos y damascas, diversas variedades de duraznos, cerezos.
El lado izquierdo mirando desde la calle florida estaba todo plantado con viñedos y dos paños de 12ha. cada uno de duraznos y ciruelas.
En cambio el otro lado además de frutales tenia fracciones de campo sin cultivar, potreros de alfalfa, también estaba el área del viejo secadero de frutas peladas, la mayoría de las viviendas de los peones y de algún contratista, la represa de agua y la cancha de fútbol, el corral de las vacas y el corral de los caballos.
Entre los tesoros que escondían los médanos, estaban los cadáveres del cementerio indígena, junto a los muertos se encontraron utensilios de piedra que se utilizaban para moler semillas, probablemente de algarroba ya que estas una vez fermentadas servían para hacer la “chicha”, un aguardiente, espirituosa bebida blanca, con la cual tomaban coraje para defender sus tierras de los soldados que se las robaron, entre otros el famoso general Villegas, quién iría luego mas al sur para construir la primera defensa artificial (la zanja de Villegas) contra los indios Araucanos que debieron refugiarse en Chile.
Los indios Huarpe de Mendoza respondían al mando del cacique Guaymallén, de quien ha quedado el recuerdo de su nombre por el pueblo, hoy ciudad de Guaymallén, por el canal de igual nombre y por los alfajores que los chicos comen sin saber a quien evocan. Los soldados en Mendoza cumplieron con su cometido, liberaron las tierras para la agricultura, pero de la rica cultura indígena solo hay muestras en el museo que esta debajo de la plaza Independencia, museo armado por un amigo de papa, el señor Rusconi y a quien papa le regalo para su museo los esqueletos, los arcos , las flechas, los morteros con manos de piedra, que se encontraron en la finca, en el médano precisamente y que estaban depositados en la cocina de mi casa, produciendo susto y disgusto a mi mama.

ACEQUIA DEL AGUA
Por la arena, la sombra de los carolinos gigantes (frágiles de ramas), en verano, el lugar preferido era la acequia del agua. Era como decir la acequia de la vida, porque sin agua todo se volvía desierto arenoso, como fue en la época que la finca estaba habitada por indios.
Allí en la acequia jugábamos durante horas, cuando venia el turno (es decir venia agua por la acequia) en el verano el agua traía “penepes” no obstante ello igual nos metíamos bajo un sol radiante y caluroso en el clima seco de Mendoza.
Buscábamos la sombra de los gigantescos carolinos aun sabiendo del peligro que corríamos si se caía una de sus grandes ramas, las ramas al caerse hacían un ruido inigualable y siempre daban un aviso. Los carolinos eran magníficos y ya desde el tronco eran inaccesibles, no se podían trepar de ninguna manera, ya que el primer horcón aparecía a 5 m de altura. Todos los veranos se desgajaban con los vientos o solos, por su propio peso sin que nada los afectara, y enormes ramas de carolinos caían al suelo, generando una reserva de madera que algunas pocas veces se convirtieron en tablones y la mayoría de las veces fue leña para el fuego, que se usaba en la estufa y con maderas de diverso origen, Las maderas que mas se usaban eran las que se obtenían de la poda de los árboles frutales y de los troncos de las vides que se sacaban o, se renovaban. Hablar de la acequia es hacerlo de todas las acequias que (como el hilo milagroso que Ariadna le puso a Teseo en el laberinto de Creta), recorrían sin solución de continuidad todos los rincones de la finca, regando cada planta de las miles que allí había en las 300 ha. bajo riego.
Muchas veces la aventura era ir recorriendo las acequias sin salirse del agua, así pasábamos de un lugar con uvas a un lugar con ciruelas o cerezas o duraznos…era de nunca acabar. Pero para que todos sepan la acequia para mi cuando pequeño era la que estaba enfrente de la cocina donde estaba mama y yo le preguntaba cada tanto…mama estas ahí… y ella me respondía…si mi hijito aquí estoy…y yo le decía…ah…creía que te habías muerto.
La acequia servia para cultivar toda clase de árboles a sus costados, ya que era la única zona que siempre tenía humedad. Por eso las calles mendocinas son un vergel, con acequias bordeadas de árboles que alcanzan grandes dimensiones.
LA CALLE FLORIDA
Así como el callejón del medio era la huella en la arena que permitía el paso de las personas, los caballos, las vacas, los carros de los vendedores ambulantes, los camiones con uva de las cosechas y de toda cosa con rueda o patas que quisiera circular por la finca, la calle Florida era la vía análoga que permitía comunicarse con las otras fincas que por 45 km. se extendían con sus frentes a la calle Florida

LOS CAMPAMENTOS LA ESTAFETA POSTAL
El lugar donde Yo nací se llama aún Los Campamentos, y así figura el nombre de la estafeta postal, que en mi niñez fue cambiando en forma sucesiva de control o encargado, el primero que recuerdo era el turco Ernesto, que era el dueño del edificio donde estaban ubicados por órden de aparición y del lado del frente , (en una disposición de antiguo edificio chorizo a dos aguas y con dos frentes o adelante y atrás ), primero la peluquería, que como imaginaran atendía el turco Ernesto en persona , al lado de la peluquería el salón de ramos generales y a su lado la farmacia, que la atendía mi tío, Octavio el farmacéutico de campamentos todo un personaje.
En la misma peluquería atendía el correo o la estafeta como la llamábamos de chicos .La estafeta tenia en el amplio salón de la peluquería, un espacio reservado para tal fin lo que nos permitía tener uno de de los pasatiempos favoritos cuando Ernesto estaba de peluquero, los chicos , en un mueble formado por cajoncitos apilados, atendíamos el correo que consistía en buscar por la letra del apellido las cartas de los que venían a cortarse el pelo y de vez en cuando la barba, para luego convertirse en clientes del almacén de ramos generales que estaba a salón seguido y lo atendía la mujer de Ernesto, que era una señora mucho mayor que Ernesto, realmente muy linda , con grandes ojos negros y el cabello largo, que a veces ataba con un rodete. No tenia hijos y por esa razón a los chiquilines nos trataba con cariño (y caramelos), todos los queríamos y su almacén y despacho de pan, despacho de bebidas y cancha de bochas, estafeta, peluquería, era para nosotros en las vacaciones el parque de diversiones…al lado estaba la farmacia del tío Octavio.

EL NEGRO, EL FARMACEUTICO: DON OCTAVIO
Era el hombre mas bueno y servicial, alto, morocho, hijo de alemanes, Kermen de apellido, era el alma buena a quien la gente muy pobre para pagar remedios y sin obras sociales ni sindicatos, acudían a el para que le diera los remedios sin cargo.
El tío Octavio siempre tenia muestras gratis y de cualquier manera los sacaba del paso, o los mandaba al hospital con su diagnostico y recomendación para el Director, que disponía sin falta su atención. Había ocasiones en que con su saber debía ocuparse de los casos más complicados como partos para salvar vidas. Lo mas apreciado de toda esta situación de pobreza era que el tío Octavio no les cobraba ni por los remedios, ni por llevarlos en su viejo FordT al hospital.
Cuando el turco Ernesto se canso de atender la estafeta, esta paso a tener un lugar en la farmacia del tío Octavio y la atendía la empleada todo servicio, (farmacia, cocina, estafeta y cama adentro), llamada Elba.

MI PRIMER PERRO: OJITO UN TERRIER PELO DURO
Era un perrito blanco, hijo de una perrita Fox Terrier, los llamados fox terrier recibieron ese nombre en Inglaterra por su bravura para cazar zorros que son malos y peligrosos para un perro de su mismo tamaño, tienen la habilidad de meterse en las cuevas de los zorros y los sacan de ellas para que sus dueños armados de escopetas cacen a los zorros cuando salen.
Ojito desde cachorrito mostró su sangre, era únicamente bueno conmigo, dormía a los pies arriba de mi cama y cuando mi mama quería cerciorarse que en invierno estábamos bien tapados o darnos un beso, Ojito solo le permitía llegar hasta la puerta de la pieza, en caso de que ella tratara de cruzar el limite por él impuesto, la mordía sin ningún miramiento, razón por la cual ella no cruzaba de noche a nuestro dormitorio: de cacho y mío.
Ojito fue un juguete cuando chiquito y un valiente compañero cuando grande, cuando por alguna razón Yo salía de noche el era mis oídos y mis ojos, también mi audacia y mi coraje, yo con el me sentía valiente y me atrevía a andar por afuera, en esa época en el campo aun no había energía eléctrica y tampoco eran comunes las linternas, que en todo caso no eran utilizadas para andar de noche por afuera jugando. A Ojito me lo regalo el Tío Anselmo el mayor de los hermanos de mi papa, el político diputado provincial de los honestos de los de antes, Radical antes que Perón existiera.
En los veranos Yo siempre me iba a las casas de los diferentes Tíos y los primos venían a mi casa, cambiábamos ciudad por campo y campo por ciudad , el verano que nació Ojito Yo estaba en la casa del tío Anselmo y ya le había pedido que cuando nacieran los perritos me diera uno, se lo había pedido el año anterior y el Tío eligió el mas grande ,el mas vivaracho, el mas bonito, que aparentaba ser desde cachorrito tan malo como su perra madre. La casa del tío Anselmo era la primera casa que construyo el nono Lorenzo y donde vivió con mi nona Constanza.
La casa se desenvolvía alrededor del salón principal, a cada costado y a lo largo del salón principal había dos inmensos salones,4 en total que podían ser para cualquier cosa .Era una casa espectacular con escalinatas de mármol blanco, grandes galerías y un salón principal de enormes dimensiones, las puertas y las ventanas tenían alturas descomunales , hechas de hermosas maderas y los dormitorios con sala incluida en el interior, con camas y sillones de grandes dimensiones .
Después de los dormitorios, paralelas a los mismos había galerías que corrían alrededor de toda la c asa. Había un baño de cada lado de los dormitorios y también había un baño al frente y otro en la parte de atrás.La casa tenía escalera al frente y al fondo y también a los costados para subir o bajar de la casa al nivel del suelo salvando los dos metros de altura de la elevación sobre la que se había construido la casa para protegerla de las inundaciones.
La escalera del frente era magnífica de mármol de Carrara con una suave pendiente que le generaba una gran dimensión a lo largo y también construida con un gran ancho. Al costado de la galería del frente había una pieza de cada lado, una de ellas servía de taller y garaje para la moto de Tito. En la parte trasera de la casa al costado de galerías interiores que tenía forma de U estaban la cocina, los baños del fondo, el comedor de diario las despensas y los sótanos,
Ojito me acompaño en varias correrías pero las que mas se destacaron fueron las cacerías de gatos, los gatos eran mis enemigos naturales pues Yo criaba conejos, palomas y pollitos Bb., todas eran ricas comidas para los gatos que venían de la bodega y que vivían en estado hiper salvaje, comiendo también los pichones de las palomas que Yo criaba y los pichones de las palomas salvajes de la bodega, las palomas de la bodega de Pacifico Tittarelli habían estado toda la vida mía allí y los gatos no habían logrado eliminarlas de tantas que eran ,aunque Yo no lo supiera cuando empecé a matar a los gatos, empecé a romper el equilibrio ecológico, pero aunque lo hubiese sabido igual los hubiese matado, pues ellos se comían mis hermosos conejitos blancos, hijos de los conejos que me regalo don Juan el caballerizo.
La forma de cazar los gatos era una modificación del uso que hacían de los Fox Terrier, los creadores de la raza, en lugar de cuevas eran espacios entre palos depositados a lo largo sobre otros palos atravesados, donde se escondían los gatos.
Ojito se metía entre los palos donde se escondían los gatos y cuando salían Yo los cazaba de un tiro con una escopeta del 14 (calibre 14) que era de mi mama.
El gato mas espectacular que casé de esta forma fue el de mi nona Luisa, un gato negro enorme que en el año 1948 fue bautizado por Rita , mi niñera y empleada de toda la vida de mi nona, con el nombre del presidente de la republica Juan Domingo.
Juan Domingo como todos los gatos, era pesado, no se dejaba acariciar nada más que por mi nona y Rita. Conmigo las migas no existían y el día que lo descubrí adentro de la conejera y supe cual era la causa que de noche me desaparecieran los conejitos blancos de ojos rojos, tuvo el mismo final que un gato cualquiera y por lo cual le tuve que decir a mi nona que no lo había visto.
Una noche de verano caminábamos toda la familia, por la calle Florida hacia lo del tío Octavio, cuando todavía tenia la farmacia en el edificio de Ernesto, no era común caminar por la noche en familia por la calle Florida, ya que los autos que pasaban lo hacían llevando muy poca luz , convirtiéndolos en un peligro…uno de esos autos…al que insulte mientras lloraba, atropello a Ojito dejándolo tirado en el suelo al lado de la acequia…Yo lo alce y lo lleve para que el tío…el negro …el sabio…, lo curara mientras Yo preso de una crisis de llanto era calmado con una inyeccion.Al otro día cuando desperté en la casa del tío Octavio, la tía Teresa su esposa, estaba a mi lado haciéndome comprender lo que aun no he comprendido: porqué se tuvo que morir Ojito…mi largo llanto no era de bronca , tampoco de dolor…era el peor llanto que puede tener un chico…era el llanto de sentirse solo…sin saberlo Ojito me ayudó hasta el final, me enseñó a perder lo que más se ama y a una edad en que esas cosas no son necesarias ni se comprenden.

LA CASA DEL NONO Y DEL TIO ANSELMO
La casa del nono, quedó para su hijo mayor, se llama aun Villa Constanza y pasó en propiedad del tío Anselmo luego a su hijo Cocó y de este a su esposa Porota. EL hermano de Cocó se llamaba Tito el loco de las motos, metía miedo cuando andaba en su moto alemana de 500 cm3 H.R.D. a una velocidad superior a los 200 Km. /h. Tito sobrevivió a la moto con la cual tuvo un accidente grande y la vendió cuando se casó con Ofelia y se compró un camión para transportar vino, también alemán: Mercedes Benz.
La casa del nono es espectacular, aun hoy conserva su viejo aire de castillo italiano, de morada romana, miro sus escalinatas de mármol de Carrara y veo subir por ellas a Julio Cesar, aunque en aquellos tiempos era solo la casa mas linda para jugar a las escondidas, para correr por sus bosques de árboles de flores como magnolias y de frutales, la casa estaba en la finca de Russell, así se llama el lugar. Las frutas mas ricas y exóticas que para mi habían eran las limas, que se parecen en color a los limones pero son de un verde mas oscuro, su sabor es especial y son árboles muy grandes que producen gran cantidad de frutos.
Todos los años y hasta que tuve 12 o más, nos reuníamos todas las familias para Navidad, éramos un montón a partir de que los hermanos de mi papa son 8 y 9 con mi papa. Cenábamos en el inmenso comedor que tiene una mesa de unos 20 metros de largo, y en el único salón de la casa quedaba espacio para sillones, donde las tías se ponían al día hablando de nuestras fechorías y otras novedades…los tíos hablaban de cacerías, de cuanta uva iban a producir las viñas ese año y de cual seria el precio…los mas chicos recibíamos una “enorme” cifra de dinero para la ocasión y festejar con juegos y fuegos de artificios la Noche Buena (un peso). Comprábamos pirotecnia de la de antes, recontra peligrosa, para ejemplo sobran las cañitas voladoras, que al finalizar su recorrido, tenían en la punta una bomba que explotaba convirtiéndose en nuestras manos en armas de guerra y de eso se trataba cuando hacíamos dos bandos entre los muchos primos que nos reuníamos cada Navidad, poniéndonos a tirar desde dos extremos del carril Ozamis, cañitas unos contra otros. Dios seria mendocino y por lo general no había accidentados ni había bajas en el parte de guerra por esta causa.
Otras batallas debí librar por mi culpa con el Tío Anselmo.
Quien como dueño de casa, se encargaba de organizar todo para que no faltase nada en la fiesta.
Una Noche Buena, faltando minutos para las doce de la noche y aprovechando que el tío Anselmo estaba ocupado en mirar las mesas, algunos de los primos, con el Rulo, el Johnny y Yo a la cabeza, fuimos al sótano a robar comida: lechones, pollos, pavos,…el tío que nos tenia estudiados desde los años anteriores, ese año se había preparado un rebenque cola de víbora:Con un largo mango de madera …un pedazo de cuero de 2 m. trenzado y una punta de cuero de potro sobado. Le pegaba a todos y al que fuera, no había rápido ni habilidoso que no fuese alcanzado por esa cola de víbora…esa noche alguien dio la voz de aviso que venia el tío con chicote…todos subieron la escalera del sótano y encararon por donde el tío los esperaba con su chicote , no le erraba a ninguno, yo fui quedando para el final y cuando me toco el turno, en vez de encararlo me tire al patio de la casa, que desde la baranda de la galería de la casa habían 3 m. hasta el suelo, no me fije y tampoco se veía porque de ese lado la casa estaba a obscura, el patio escondía una trampa fatal: Una rastra de discos de esos que se usan para labrar la tierra , eran una novedad y Yo no los conocía , cuando por la gracia divina mis piernas pasaron por entre los discos, solo en la pierna izquierda penetró uno hasta el hueso, Yo sentí una extraña sensación y dolor , pero cuando llegué al comedor con luz y vi. la carne levantada hasta el hueso, me di cuenta de lo que pasó… mi padrino; el tío Severo me llevó hasta Maipú a su consultorio donde me cosió con 12 puntos, al volver a la casa del tío Anselmo, la Nochebuena seguía siendo mala, mi primo Rulo se había atravesado el pie con una enorme espina de palmera…de nuevo al consultorio…los brindis fueron a las 2 de la mañana.

LA PARTIDA DE ERNESTO
Los años fueron desarmando lo de Don Ernesto, primero mi tío Octavio se fue con la farmacia a un local nuevo donde se llevo la empleada y la estafeta. Ernesto dejo de cortar el pelo, pronto otro visionario abrió un bar mas moderno y con mejor sombra para el verano, con palo de atar los caballos y así Ernesto que ya no podía competir con las tiendas ,los almacenes ,las ferreterías, las talabarterías del pueblo, fue achicando su gran almacén de ramos generales hasta que lo tuvo que cerrar.Vendió todo, su enorme casa se convirtió en viviendas de varias familias y Él se fue solo a Turquía, ya que su señora había muerto. A su tierra natal.

LA ORGANIZACION DE LA FINCA
La finca tenía una organización muy particular, y la cual no era solo fruto del invento del patrón. Las viñas se cuidaban con contratistas que recibían una mensualidad por hectárea cultivada y el 18% del total de la venta de la uva cosechada, los contratistas eran en su gran mayoría, los primeros, de origen italiano, como así también los dueños de las fincas.
Las primeras fincas grandes las hicieron italianos que vinieron escapando de la primera guerra mundial de 1914. Las fincas mas grandes fueron: Gargantini, Giol, Tomba.
Todas tenían una gran extensión de viñedos y bodegas para producir el vino, con el tiempo surgieron muchas otras empresas vitivinícolas, a lo largo y ancho de la provincia de Mendoza, las mas conocidas por mi fueron, Tittarelli, López, Furlotti (de la familia) Bianchi, Arizu, Calzetti, y muchísimas otras empresas.


EL NONO LORENZO
Entre los italianos había un pibe que se vino solo en un barco desde Italia, que lo dejo en el puerto de Buenos Aires, de allí se fue a Mendoza, provincia en la que mi nono: Lorenzo Furlani, fundo una familia de típica raigambre italiana: 9 hijos; 7 de una esposa y 2 de otra.
Constanza la primera esposa, fue la mama de mi papa, el
mas chico de los primeros 7 hijos y luego Maria Luisa, la segunda esposa con la que tendría dos hijos mas.

COMO ESTABA COMPUESTA LA FAMILIA DEL NONO LORENZO Y DEL ABUELO PACHECO
Nono: Lorenzo. (italiano)
Nonas: Constanza y Maria Luisa.
Hijos: Anselmo, Maria, Severo, Ana, Alfredo, Teresa, Américo, Hugo, Aldo .Los 9 son mis tíos de la familia de papa. (Hugo y Aldo eran los hijos de la nona Luisa. Por el lado Pacheco (de mama), la familia la formó un descendiente de españoles:
Abuelo: Pacheco Ricardo.
Abuela: Alvarez Elisa.
Hijos: Angela, Maria Elena, Toto, Duillo, Pascua.

EL PARAISO
La finca era un pedazo del paraíso donde yo vivía, a esa edad
nunca tuve plena conciencia de lo hermoso que era ese lugar.
Como mi tío Hugo era piloto de pequeños aviones y dueño de un avión Air Coupe, un poco mas poderoso que un Pipper de los pequeños, salíamos en avión a recorrer los alrededores.

DESDE EL AVIONCITO, VOLANDO PARA CONOCER
Lo primero que individualizábamos desde el aire, era un añoso eucalipto que habían plantado hacia muchos años atrás y junto al cual mi nono Lorenzo construyó la primera casa donde vivió con mi nona Maria Luisa , la única Nona que yo conocí y me mimó como a un nieto verdadero, aunque ella fue la segunda esposa y no fue la mamá de mi papá, ella era la madre de Hugo y Aldo los tíos más jóvenes y con quienes pasé momentos de gran felicidad.
Desde el avión se podía ver todo el valle formado entre el Rió Tunuyan y las sierras de la Ventana, al este de Rivadavia, esa fue tierra de indios y de allí el nombre de Los Campamentos al lugar donde yo corrí cuando niño como un indio verdadero y del cual guardo un recuerdo muy especial.
Mi primer viaje en avión, de bautismo, ocurrió en un DC3, de la Fuerza Aérea Argentina, cuando inauguraron el Aeroclub de Rivadavia, del cual fue primer presidente mi tío Hugo. Sin embargo recuerdo con más emoción los primeros vuelos que hicimos, con Hugo en un Pipper pequeño y luego en el Air Coupe propiedad de mi tío Hugo, por encima de las viñas y casi rozando las copas de los árboles y un día pasé, por sobre mi casa manejando el Air Coupe cerca de la copa del eucalipto, originando que mi nona y mi mama se enojaran con mi tío.
El Aeroclub esta cerca del Rió Tunuyan en unos terrenos de poco valor agrícola, que el empresario Gargantini donó al club, la finca Gargantini en esa época (1950), era la finca vitivinícola más grande del mundo en un solo paño y de un solo dueño.
Cuando salíamos en el Air Coupe no podíamos descender en cualquier terreno parejo, como si lo hacíamos con el Pipper, por lo que usábamos uno para pasear conociendo el valle y el otro para bajar en los ríos secos para ir a cazar martinetas copetonas.
El valle es hermoso y aunque lo que voy a contar pertenece a los recuerdos de mi infancia, creo que todavía estarán allí los viñedos y las quintas de duraznos, los árboles de olivo, formando en la finca de Gargantini y Tittarlli inmensos olivares, las plantaciones de ciruelas en la Finca Furlani, quizás ya no queden plantaciones de tomates, ni chacras de ajos y cebollas, de la extensión que las hubo en ese tiempo, puesto que las fincas empezaban siendo chacras para convertirse con los años en una finca de vides y frutales.
El avión levantaba vuelo enfrentando hacia el Rió Tunuyán que en ese tiempo, no tenia la represa formada por el dique El Carrizal, allí estaba un conjunto de compuertas y canales, que distribuían el agua, aunque también le llamábamos dique, al dique de Medrano, que no era un embalse y si un derivador.
Del dique Medrano, salía el canal Los Andes, que era el que le daba vida a toda la región, y entre otros parajes a Los Campamentos. el agua se repartía por canales secundarios y acequias que llegaban a todas las plantaciones del valle. Desde el avión todo parecía más en órden, que lo que se veía desde el suelo caminando o de a caballo como era la costumbre de mi papa y la mía.La perspectiva desde el aire cambiaba y aquel inmenso lugar para correr a caballo entre los árboles frutales o los viñedos o los potreros se veía como una postal, donde todo estaba al alcance de la mano.
Pasar de un potrero a otro, era muy fácil, para asustar con el avión a las vacas y para mirar a mi potrillo Chiquito que estaba a veces con el conjunto de los caballos que se usaban para tirar el arado.
Con el avión era un juego ir de un lugar a otro, todo se volvía mas cercano y posible, podíamos estar volando siguiendo el rió corriente arriba o abajo y en los cinco minutos siguientes podíamos llegar hasta el límite con los cerros, esta experiencia con el avión me abrió una puerta hacia la curiosidad de saber que habría mas allá, donde no llegábamos con el pequeño Air Coupe con sus alas colocadas en la panza del avión, no vi. nunca un avioncito tan lindo como aquel, mi tío me enseñaba a conducir, era mitad auto y mitad avión, ya que para subir o bajar se empujaba el volante hacia arriba o hacia abajo y para doblar se giraba el volante como si fuera un automóvil. La única diferencia era que el volante estaba cortado y era un semi volante.
Bajando desde los cerros hacia el rió, se encontraban en forma sucesiva y en una longitud de unos 15 km. los siguientes espacios o hitos naturales o artificiales que le conferían a mi valle su singularidad.
Primero estaban los cerros que seguían más allá, hasta separar el valle de San Rafael, por 400 km.pero que por seguridad nunca nos aventuramos en el avión.
Después de los cerros venía un campo virgen es decir sin haber sido cultivado con anterioridad, ya que en ese entonces no podía ser cultivado porque quedaba aguas arriba del Canal Los Andes y no podía recibir el agua del mismo, ese campo era la fiel expresión del desierto mendocino, la representación de lo que era la tierra en su estado natural, los árboles que crecían eran los que podían adaptarse y sobrevivir al magro régimen de lluvias anuales.
No habían muchos árboles, mas bien era arbustos, porque los que habían crecido grandes como los chañares, alguien los había cortado, con ellos hacían palos de viñas y eso les costo la vida, dejando muda presencia de su existencia unos toscos raigones, que se convertían en verdaderas trampas para los caballos, cuando salíamos en alocadas carreras, al volver a casa, buscando llegar primeros al Canal Los Andes.
Después del canal empezaba la civilización o la barbarie, depende como se lo mire, todas las tierras que tenían regadío por el uso del canal, habían sido rozadas, es decir despojadas de todas sus plantas naturales para plantar viñedos, frutales o chacras.
Luego de rozadas fueron niveladas siguiendo curvas de nivel que permitían la circulación natural del agua, por acción de la gravedad, buscando las pendientes que el hombre fue diseñando, adaptando la tierra a sus necesidades, haciendo desaparecer los medanos o colinas naturales que le conferían su hermoso aspecto agreste al paisaje, de otro modo no hubiese podido regarse la tierra y sin riego artificial no habría viñas, ni frutales, ni álamos a la vera de los caminos ni tampoco hubiese sido todo tan verde , tan verde mi valle, como para que llamaran al paraje La Verde , el lugar donde tenia el almacén el turco Hernesto.
Enfrente de la Finca Furlani, y desde el canal Los Andes, hasta la calle Florida, habían viñedos que pertenecieron a diferentes dueños, los que yo conocí fueron: El gallego López, un hombre muy educado y con dinero y Pacifico Tittarelli, amigo de mi papa desde chicos. Pacifico era dueño de varias bodegas la mas conocida fue la ultima que hizo la del 900 para que la gente conociera la historia del vino.
Tenía fabrica de aceite de oliva con la figura que el diseñó como marca y distintivo de sus aceitunas y aceite virgen de oliva, muy rico. Representada por una mujer desnuda a caballo.
Don López había comprado la finca que le pertenecía al Banco de Mendoza, la tuvo algunos años y se la vendió a Pacifico, fue recién entonces que la finca se modernizó, con la gran imaginación de su dueño, cultivó por primera vez en Mendoza viñedos con una única clase de uvas o sea varietales puros, y fue el quien introdujo el Lambrusco que aun y muchos años después de su muerte se encuentra en las vinerías con su marca: Un caballo alado, Pegaso criollo, montado por una mujer desnuda, lady Godiva de Los Campamentos, que el mismo diseño y dibujó, haciéndola luego en cemento en el frente de su bodega de Los Campamentos y también figura como marca del aceite de oliva de su producción y de sus aceitunas.
Enfrente de la bodega de Pacifico estaba la finca del nono, la Finca Furlani, cuya superficie era de 300 ha cultivadas con viñedos, viña baja, espalderas y parrales, luego habían diferentes clases de árboles frutales, que aunque no estaban ordenados en un solo paño, formaban plantaciones magníficas de diferentes frutas.
Empezaré por las que mas me gustaban: Las cerezas, eran árboles magníficos inmensos para ser frutales, muy difíciles de sacar sus frutos debido a que tenían ramas muy altas y finas que no resistían que alguien se trepara a cosecharlas, había que usar escaleras muy altas hechas de alamos.Los frutos eran rojos y grandes para cerezas, de un sabor exquisito.
Otras frutas exóticas eran los almendros y las nueces, había una plantación de almendros con varias variedades, los almendros de cáscara dura y fruto alargado, los almendros de cáscara blanda y frutos redondeados. Las nueces se limitaban a un grupo de árboles grandes que estaban al lado de casa.
Las quintas mas extensas eran las de duraznos amarillos que eran fundamentalmente para industrializarlos haciendo duraznos en almíbar en latas, otra variedad de duraznos que eran muy ricos eran los pelones, los chatos y los priscos.
También había ciruelos de varias clases, los que daban ciruelas amarillas tempranas y rojas tardías, ciruelas negras pequeñas y rosadas grandes.
Había damascos y damascas, los primeros son chicos y los otros son grandes. Membrillos agrios (para dulces) y dulces (para comer) .Alrededor de la casa habían plantas de higos y brevas, naranjas, mandarinas, también y aunque no eran frutales había un bosque de pinos viejos muy altos y frondosos, todo este conjunto de frutales y arboles, atraía a toda clase de pájaros, y hacían de la finca un lugar alegre con sus propios y cautivantes sonidos.
Los pájaros hacían oír sus cantos por todos los árboles, había pájaros amigos y enemigos míos, así a los tordos renegridos y los gorriones los cazaba en una jaula trampa de 2m de lado, era en realidad un gallinero para pollitos Bb., que se criaban sin gallina, la trampa consistía en una madera de 20cm. de alto, era articulada por medio de bisagras que permitían levantarla o cerrarla, que cerraba la parte inferior del frente, la tabla se accionaba por medio de una soga desde lejos y yo podía abrir o cerrar con la tabla el frente del gallinero, capturando los tordos y gorriones que quedaban atrapados cuando bajaba la tabla. La cantidad de pájaros que entraban era numerosa y variada siendo los que yo perseguía los tordos y los gorriones. Mal que me pese ahora los mataba con un palo y se los daba a mi mama para que hiciera polenta con pajaritos.
Los otros pájaros como palomas, jilgueros, etc. nunca caían en la trampa y no le comían la comida a los pollitos.


LOS OTROS PÁJAROS
No todos los pájaros eran mis enemigos, que competían por la comida de los pollitos Bb., no obstante y por instinto cada vez que me veían se volaban lejos, ellos sabían que esa onda que siempre colgaba de mi cuello podía arrojarles una piedra por mas inofensivos que ellos fueran.
Tuve un pájaro que fue mi amigo, se llamaba “Peto”, lo crié desde que era apenas un bollito sin plumas que se cayó del nido en un almendro, de los muy altos, no era un pájaro cualquiera era una tijereta y todo el mundo sabía que las tijeretas como las golondrinas no se crían en cautiverio.
Como fue que este pájaro macho sobrevivió a su condición de huérfano y en manos extrañas.
Cuando lo tome en mis manos supe que era una tijereta porque arriba estaba el nido y Yo conocía los nidos de todas las clases de pájaros que había en la finca, era imposible devolverlo al nido, pues los almendros tienen tan finas y frágiles las ramas, que ni siquiera un niño se podía trepar hasta el lugar donde las tijeretas anidaban.
Las tijeretas crían a sus hijos dándoles de comer bichitos que cazan en el aire, Yo sabia eso pero no sabia como darle de comer a un pichón recién nacido y puse en práctica mi pasada experiencia en criar canarios muy pequeños, le daba en la punta de un escarbadientes una comida en base a huevo duro en la que le ponía pedacitos pequeñísimos de carne. El pichón pronto aprendió a comer de esa forma y fue sensacional ver como se criaba.
No lo crié en cautiverio, siempre estuvo en una jaula con la puerta abierta y desde que pudo moverse por sus propios medios podía entrar o salir a voluntad, cuando fue emplumando deje la jaula arriba de un árbol de siempre- verde que estaba al lado de mi casa y donde mi mamá lo veía sentada en la galería, cuando se ponía a coser con una máquina Singer, con correa de cuero y pedalera de pie.
Cuando Peto aprendió a volar, lo hizo hasta la maquina de coser pidiendo comida a mi mama, costumbre que conservó por largo tiempo hasta que fue capaz de cazar en el aire su comida. Entraba y salía de la jaula cuando quería y como no podía ser de otro modo consideraba a la jaula como su propia casa y el lugar mas seguro para pasar la noche.
Se hizo grande, tenía dos veranos con nosotros, había volado por entre los pinos y le gustaba posarse en un gran eucalipto, con muchas abejas y moscas cercas, y cuando lo silbaba venía como si fuera un perro y nunca dejó de venir a mi llamado. Una tarde habían muchas tijeretas volando y cazando, cuando lo llamé no volvió como otras veces, el se sentía libre, era libre y se fue con la bandada, el verano terminaba y las tijeretas como las golondrinas emigran al llegar el invierno, lo esperé hasta el verano siguiente, silbé a cuanta tijereta de enorme cola partida con dos largas plumas pasara volando. El año que se fue y el siguiente lo busqué yendo a caballo a todos los lugares que yo sabía se juntaban las tijeretas.
Las tijeretas son pájaros extraños no es común verlos volando y menos asentados en algún árbol, pero yo tengo un ojo acostumbrado a ver pájaros y siempre veía a Peto pasar por entre los pinos, los eucaliptos o por sobre mi casa sin hacer caso de los llamados y yéndose con su bandada de la que quizás era el macho guía y por eso ya no volvería nunca mas con su familia de crianza.

EL TORO Y EL POTRILLO
La finca tenía un sector de potreros, estos empezaban después de pasar los corrales, nos juntábamos en el corral de los caballos y salíamos varios chicos, todos montados a caballo, en los mejores caballos que había en la finca.
Yo montaba al Pico chueco, un caballo pura sangre que de potrillo tubo un accidente: Otro caballo le dio una patada en la cabeza cerca de la nariz y le quedó la cabeza con una deformación permanente que no le impedía respirar ni correr, solo le quedó un aspecto que fue motivo del nombre ridículo para un fantástico caballo.
El Pico chueco era sensacional, sus características sobresalientes eran: Era un caballo muy alto y cuando digo muy alto es porque medía más de 1.70m a la cruz. Era un caballo único de boca, con él se podía imitar al caballo del Noticiero Argentino y hacerlo levantar de manos quedando apoyado solo en las patas traseras. Era manso y magnífico para andar, respondía a la pierna para correr y doblar. Saltaba cualquier tipo de arbusto con espinas y hasta una escalera apoyada horizontalmente entre dos árboles, pero lo mejor que tenía este excelente caballo era su galope y su paso a toda carrera y de nuevo al galope sin que por ello se excitara y en ambos aires de marcha tenía una suavidad de andar jamás igualada por ningún caballo de la finca.
Los chicos montaban caballos que también tenían su historia como El Noble, hermano del Pico chueco, un caballo que fue corredor de cuadreras hasta los 12 años y que nosotros lo montábamos cuando tenía 20 años y era muy rápido.
La madre de ambos era una yegua pura que yo anduve hasta que fue muy vieja y antes que muriera a los 34 años. Se llamaba La Sandunga y fue la yegua del nono Lorenzo hasta sus últimos años, el nono murió cuando Yo tenía menos de un año y por lo que cuenta mi mama, me alzaba de la cuna colgado de sus dedos, la yegua quedó como una reliquia, siempre estaba en el mejor pastizal, no tubo mas crías y solamente la montaba mi papa o Yo y Nadie mas, recuerdo haberla hecho correr sin que importara su edad, pero fue solo en alguna ocasión pues siempre la usábamos al tranco o al trote ingles que lo hacía muy bien.
Los chicos íbamos al potrero donde estaba el toro negro a hacerlo enojar (tenía manchas blancas) era raro y malo, no parecía un toro con cruza de holando, tenía cuernos grandes y afilados que misteriosamente no se los habían desmochado, tampoco se porque duró tanto antes que lo cambiaran por uno de mejor clase, ya que las terneras hijas del toro negro no eran buenas vacas lecheras, pero para entender porqué sucedían las cosas de ese modo, tengo que contarles que de las 20 vacas que había en ordeñe , no se vendía ni un solo litro de leche, era toda para el personal de la finca y no importaba mucho la producción individual de las vacas, todas las familias eran numerosas, por una estrategia de trabajo, los hijos trabajaban la viña y cuanto más eran mejor. Habían tantas vacas en ordeñe como hicieran falta, cada vez fueron menos ya que se compraron vacas holando puras y un toro holando puro, (tenían mucho mayor producción) en un lugar que se llamaba la granja, que era una estación experimental del INTA.
Un día el toro negro estaba en un potrero de pasto alto, donde el nono años atrás había matado las víboras yararas, era el potrero donde se armaban las parvas de pasto para llevarles a los animales que quedaban en los corrales de las casas de los contratistas, porque estaban lejos del corral y perdían mucho tiempo si todos los días tenían que ir a buscar las mulas o los caballos que usaban en las viñas o las quintas.
Allí junto al toro estaba mi potrillo Chiquito, al cual Yo le daba terrones de azúcar y por esa razón venía cuando lo llamaba o solamente me veía.
Todos los chicos íbamos a molestar al toro, le hacíamos mugidos, las imitaciones de los mugidos que hacen los toros cuando se enojan. Los bramidos ponían al toro en estado de exaltación y empezaba tirándose tierra sobre el lomo, eso era una señal de que pronto la emprendería contra nosotros.
El potrero tenía en su extremo más alejado, yendo hacia el fondo de la finca por el callejón del medio, una puerta de alambre que si se abre y no se acomoda queda tirada en el suelo. Nosotros habíamos abierto la puerta desde arriba de los caballos y la dejamos tirada atravesando el paso, para ir cerca de donde estaba el toro, al que seguíamos provocando.
En un determinado momento el toro arrancó con furia contra los caballos y sin que nadie pudiera imaginarlo Chiquito salió corriendo detrás del toro y lo agarró a patadas, obligándolo a desviar su ataque y dirigirse contra el alambrado, lo que nos permitió por fortuna, salir por la puerta tirada, con peligro de enredar las patas de nuestros caballos. El toro llegó hasta el alambrado y paró allí de casualidad, pues ese toro estaba acostumbrado a romper los alambrados, para ir a pelearse con el toro de la finca de enfrente de Don López.
El susto recién lo sentimos, cuando de vuelta al corral, nos dimos cuenta que el toro pudo habernos alcanzado, de no haber tenido la ayuda del potrillo.

LA MARIPOSA, EL TIGRE Y EL VUELCO PISANDO SARMIENTOS
La mariposa era un sulky que tenía dos alas de madera laterales que le daban el nombre de fantasía: Mariposa a ese carruaje, que fue elemento muy ligado a más de una de nuestras travesuras, además tenía un pescante trasero bajo que permitía subir por atrás sin dificultad, lo que hacíamos con el coche en marcha subiendo y bajando del pescante a toda carrera del caballo, el asiento izquierdo mirado desde atrás se levantaba y permitía el acceso a la caja del sulky.
La Mariposa era grande pesaba el doble que un sulky común y por eso para tirarla usábamos al Tigre un caballo especial, percherón cruza con pura sangre, colorado sangre de toro, alto, pesado, y corpulento, cola pesada y larga y crines muy largas que le daban un aspecto de bello caballo.
El Tigre se usaba para tirar de todo, tenía una fuerza increíble y a pesar de su porte trotaba como un campeón, tiraba la mariposa con gran habilidad y alta velocidad lo que la convertía en un medio de transporte y diversión.
Un día con Alberto, el chico con el que encontramos el pichón de tijereta, íbamos al trote por un callejón interno de la finca, donde estaban depositadas parvas de sarmientos, las ramas finas que se cortan al podar las vides, al principio pasábamos subiendo una rueda apenas arriba de los montones de sarmientos y de a poco fuimos encarando los sarmientos mas al medio , hasta que encaramos un montón justo al medio en su parte mas alta, la mariposa que antes daba tumbos pero no se volcaba , esta vez se dio vuelta, se rompió una vara y el sulky quedó boca abajo o con las ruedas para arriba, nosotros volamos por el aire nos caímos antes de quedar aprisionados bajo el sulky , en la caída Alberto perdió una alpargata y no la encontramos mas , quien sabe a donde voló…ese día habíamos cubierto con creces la cuota diaria de inventar maldades

LOS CABALLOS. SUS USOS Y SU NOMBRES
La finca siempre tuvo caballos, eran necesarios para arar las viñas, arar las quintas de frutas, arar los potreros de cebadas y pasto, tirar la rastra, tirar la cegadora, mover la enfardadora dando vuela en círculos a la pieza que accionaba el tragador de pasto para hacer el fardo, tirar el carro de sulfatar la viña, tirar el carro para cosechar los maíces, llevar cajones de frutas. Decir caballos es una generalización, en realidad habían diferentes tipos de caballos: Caballos capones y padrillos (estos eran dos), caballos de pecho, caballos de andar montados, habían caballos y yeguas, aunque usábamos los caballos para tirar de las cosas mas pesadas donde había que hacer mucha fuerza, para montar habían unas pocas yeguas y también caballos, a los caballos grandes de pecho los comprábamos en Córdoba, los traían en camiones y eran siempre caballos mansos acostumbrados a tirar en grupos grandes los arados de discos, que luego fueron tirados por tractores. Los caballos de andar eran hijos de las yeguas de andar que había en la finca.
Los nombres de los caballos mas conocidos tenían diversos motivos o razones y bien se los pudo haber puesto mi nono como a la Sandunga, al Noble, o al Pico chueco, también mi papa como a La Ruana y La Negra, Don Juan el caballerizo con El Gaucho, o Yo con Chiquito, y Negro, Todos estos que mencioné eran caballos de montar, los de tiro tenían también su nombre como El Tigre, El Guindo. Había caballos que se usaban con los dos propósitos de tiro y de andar como el Guindo y la yegua Ruana. Cada uno tenía un uso preferencial y también eran destinado a un contratista según el periodo del año y lo que tuviera que hacer: arar, pasar la rastra, desorillar, sulfatar con el carrito que tenia una bordelesa con los remedios para curar las vides contra la peronospora.

LAS MULAS
Las mulas son híbridos esto quiere decir que provienen de dos especies diferentes de equidos que se cruzan como una yegua con un burro macho, llamado “hechor”, algunas de las mulas habían nacido en la finca hijos de un burro hechor de la finca Gargantini, un lindo animal en su especie, los burros chiquitos son bonitos y la literatura los recuerda en el libro de J.M.Jimenez: Pompon.
Las mulas que se ataban al carro debían estar acostumbradas a tirar del mismo, las que se usaban habitualmente eran una mula vieja, tranquila, floja, pero de confianza para cuidar de las varas del carro, la famosa mula Parda o La Parda era su único oficio, cuando no estaba atada al carro comía y engordaba, y así estar fuerte para el tiempo de cosecha, que era cuando tenía el mayor cúmulo de trabajo, era petisa, gorda y como su nombre lo indica era parda, no era fácil de agarrar y como todas las mulas si podía te pateaba, los paisanos para no andar perdiendo tiempo con bozales o frenos , la enlazaban, luego la embozalaban, la enfrenaban y le ponían todos los arreos que necesitaba para el carro, por último la ataban primera a las varas del carro y luego en una operación similar ataban las dos compañeras que siempre tiraban del carro con ella : La Breva y La Chiquita.
La Breva era una mula negra, parecida a otra que se llamaba golondrina, La Breva era gorda alta y de relativamente buen carácter, la Golondrina era alta, fina (no flaca) y de muy mal carácter, pero era guapa y tiraba sin mañerear en medio de los potreros, arados de yuntas, de dos rejas marca Jhon Deere, que tenían asiento para el conductor, freno de mano y regulador de penetración de la reja, tanto La Breva como la Golondrina tiraban los arados en yunta.
La Chiquita era una mula muy particular, sin ser mala tenía el temperamento de una mula hija de una yegua pura sangre, alazana, patas perfectas como la mayoría de las mulas, por ser de “atar” no la herrábamos, hasta que un día con Jhonny mi primo, que de domar sabía como yo de capar monos, decidimos hacerla mula de “andar “, por puro joder, porque la mula tenía clase y tendría que ser buena por su aspecto y conducta.
La llevamos al medio de una viña que tenía camellones angostos y elegimos un palo de los que cada 4 o 5 metros tienen las viñas para pasar los alambres que se usan para soportar las plantas y que permiten atar los sarmientos para que luego cuelguen de allí los racimos de uva. Pero esta no va a ser una clase de vitivinicultura sino una clase de cómo domamos una mula, que nunca se había usado para andar a caballo o mejor dicho en mula.
Trajimos un asiento trasero de auto Ford modelo 1939, que mi tío Aldo había cambiado porque se le habían roto algunos elásticos. El asiento estaba tirado al lado del alambrado del corral que había en casa. Era ancho como un auto y entero bastante rígido, aunque cuando nos colgábamos uno de cada lado algo flexionaba, lo peor de todo era que algunos elásticos dejaban salir puntas de alambres de la manera más imprevista.
Con la mula fuertemente atada y bien pero bien corta, empezó la sesión de doma “automovilística” de una mula. Le pusimos el asiento por el lomo y si bien se asustó más que se enojó, se lo banco y bastante tranquila, de todos modos no tenía nada de libertad para moverse, así que no le quedaba otra que entenderla si no quería llevarse unos buenos tirones de la cabeza y como en ese aspecto era mansa empezó cediendo a que le pusiéramos el asiento cuantas veces se nos antojara para ir perdiendo el susto gradualmente.
La doma era continuada y no pararíamos ese día hasta sacarla montada, la Chiquita comprendió que la estábamos preparando para “otra cosa”, cuando le pusimos la montura inglesa de mama se quedó tranquila y se dejó montar sin tirar un solo corcovo. Atada al palo le fuimos alargando el cabresto lo que nos permitió moverla hacia los costados, hacia adelante y atrás.
La teníamos con un freno de mula, muy fuerte y a propósito para que no se fuera a disparar; le aflojamos el cabresto y lo pusimos lo mas largo posible pero siguió atada al palo de la viña, eso nos permitía que diera unos pocos pasos con Fumanchú arriba, que la frenara e hiciera retroceder.
Cuando vimos que la mula respondía mansamente a las órdenes, se subió Jhonny en ancas y así estuvimos un rato montados los dos con la mula atada al palo. Luego la desatamos desde la montura y fuimos al tranco hasta la otra punta de la viña, allí salíamos a un callejón interno que dividía el primer cuartel de viñas de una plantación de damascos. La Chiquita, al paso, con dos jinetes montados era la sillera mas mansa de imaginar, tenía detrás de ella una historia de mula brava, que siempre costo amansarla para todo, tenía mucha fibra, verdaderamente era briosa y respondía a sus ancestros, venía de una madre de sangre pura de carrera, una yegua alazana que tuvo una cría del burro de gargantini.
La Chiquita tenía aptitud para ser una mula de carrera, a los pocos días aprendió a galopar y correr, y se sentía muy contenta cuando la hacíamos correr.
Los animales más inteligentes y mansos se usaban para desorillar, que consistía en sacar la última melga de tierra entre los troncos de las vides o los frutales, permitiendo que el agua circulara bañando las plantas y llegando la humedad a la raíz principal que está en el centro de las raíces , este tipo de aradura es la última arada del año antes de la cosecha y permite que debajo de las plantas estén limpio y sin yuyos, fundamentalmente sin chipica , pues al cosechar se caen granos de uva que serían muy difícil de recoger si no estuviera limpio.
Arar las viñas tiene su técnica y sus fechas.

LA CHIPICA Y LAS VIBORAS YARARÁ
El año agrícola empezaba después de la cosecha, en el primer periodo se largaban los animales a las viñas, lo que permitía guardar pasto de los potreros para el invierno y que las viñas se vieran limpias de toda clase de yuyos que las vacas y los caballos se comían, fundamentalmente la chipica evitando que asemillara, pero lo que no impedía que igual se multiplicara, ya que lo hacía con sus raíces rastreras que iban generando plantas en forma continua, los caballos mejor la comían cuanto mas corta quedaba y como eran terrenos arenosos muchas veces se arrancaban de raíz y esto si contribuía al control de su diseminación, pero la única forma de erradicarla consistía en pasar la rastra para chipica después de cada arada.
La chipica es una graminea salvaje que se reproduce con gran velocidad, crece por todos los lugares ya que su semilla se esparce con el agua de riego por toda la finca. Si no se la combate los potreros terminan cubiertos de chipica y pierden la plantación de alfalfa que se hace para cosechar pasto, quitándole calidad como alimento a los fardos que se hacen con chipica.
El combate de la chipica se inicia arando la tierra con arados de rejas, se pasa luego la rastra de hierro para chipica, varias veces, luego se vuelve a arar con el arado de discos para dejar la tierra mas fina, y luego sembrar, (al comenzar el invierno o un poco antes) la avena mezclada con alfalfa y arena.
Para que se entierren las semillas, (en aquel tiempo sembradas con la mano, al boleo) había que pasar una rastra de espinas de chañar con palos arriba, para que le hicieran peso y ayudaran a nivelar y enterrar las semillas.
Yo tendría unos 10 años cuando un día estaba con el primer tractor que se compró en la finca, pasando una rastra de espinas, en el potrero del fondo, después venía la extensión de campo virgen mas grande que quedaba sin cultivar, en el cual habían algunas martinetas, también liebres europeas que comían a la noche en los potreros de alfalfa y no se cuantas clases de víboras, pero seguro habían víboras de la cruz o yarará.
Estas víboras alcanzaban dimensiones considerables, ya que tenían lugares perfectos para esconderse y crecían hasta viejas y no se porqué los hombres de la finca no eran amigos de matarlas si no era absolutamente necesario.
Ese día me iba a topar con una gran yarará, yo iba en el tractor que tenía ruedas de gomas infladas, era un tractor Zetor, checoslovaco, que Perón introdujo para mecanizar el campo, en esa época no se fabricaba ningún tractor en la Argentina, con el tiempo se fabricó El Pampa, un tractor chico , que no tuvo mucho éxito.
El Zetor pinchó la rueda delantera izquierda, con una espina desprendida de la rastra de espinas, como yo no tenía medios ni conocimientos para parchar la goma, dejé allí el tractor en el medio del potrero y me dirigí al alambrado de la finca vecina, de unos italianos, allí estaban unos muchachos que eran mis amigos desde había tiempo, pues vivíamos a 600 metros y eso en el campo es cerca , me preguntaron que me había pasado con el tractor al ver que me bajé, entonces les comenté que se había pinchado una goma y que lo iba a dejar allí hasta que le avisara a papá que lo mandara a arreglar, en eso que estábamos hablando veo una víbora muerta colgando de un palo del alambrado, estaba hecha un ocho y muy anudada lo que impedía reconocer su verdadero tamaño y también mi inexperiencia para reconocer que no estaba muerta.
Al verla mi primera reacción fue de miedo, pero cuando encontré un palo con forma de “Y” en la punta, se las pedí para llevarla hasta casa, ¿para qué?… ¡para mostrarla quizás. ¡
La colgué del palo y salí con la víbora enroscada y tiesa en la punta del palo, no se movía ni nada hacía prever que lo haría en los próximos años, pues para mi estaba muerta. Dejé el tractor solo en el potrero del fondo y me vine caminado con la víbora, pasé al potrero de al lado donde supo estar el toro negro, que para esa época ya no estaba más en la finca, había ido a parar a la carnicería de Aguirre, dijeron algunos peones que por malo, porque todos le tenían miedo, nadie lo quería ni nadie se acordaba ya del toro.
Tomé por el callejón del medio con la víbora siempre delante de mí, encontré un trabajador, Don Ripary, que estaba cortando los cardos rusos que crecían debajo de los alambrados y le daban feo aspecto a la finca y papá los hacía cortar cuando estaban verdes para poder combatirlos.
Cuando Ripary, que era hombre de campo, vio la víbora…y había visto muchas víboras yararas, se dio cuenta que la víbora estaba viva, solo que en su estado de enojo permanecía en forma de ocho y retorcida, que en cualquier momento se aflojaría y de allí a saltar al suelo y picarme quedaría un solo paso. Me pegó un grito que me dio miedo.”Jorge (FUMANCHU) soltá esa víbora que está viva“, no terminaba de decirme eso y yo de tirar la vibora con el palo hacia adelante, cuando al sentirse caer al suelo se desenrolló y levantando la cabeza corrió por la arena del callejón.
Ripary que se había venido aproximando desde que me vio con la víbora en la punta del palo, en dos zancadas la alcanzo con la azada en la mano, con la que cortaba los cardos rusos, de un certero golpe le corto la cabeza , primero para que no picara y luego de otro golpe le cortó la cola y me explicó que era absolutamente necesario para que se muriera y no pudiera curarse.Yo voy a recordar lo que vi, cuando la cargué en el palo, la víbora tenía la cabeza deformada a palos, sus ojos estaban rotos sanguinolentos y la boca partida con pedazos de la de la lengua a la vista que dejaban ver sus colmillos .Cuando Ripary la mató estaba sana , con los ojos y la boca sin daños y el me explicó…”que se había curado con la cola”.

FUMANCHU LE DEJO EL AMOR POR LOS CABALLOS A JORGE
Año tras año hay que arar las viñas varias veces al año, cambiando el tipo de aradura, las primeras aradura comienzan tirando la tierra de la primer pasada de arado contra los trocos esto se llama tapando, y se termina dejando un surco en el medio del camellón para que corra el agua, a veces se ara la viña con el camellón cerrándolo al medio, se empieza arando por el medio haciendo las dos primera pasadas en forma enfrentada y se termina contra las plantas quedando una melga para desorillar.
Los tractores para viña recién aparecieron cuando fumanchu tenía 15 años, yo viví el laboreo con caballos entrenados para pararse cuando percibían que la reja se había enganchado en el tronco de una planta y que si tiraban un poquito mas lo cortaban, arruinando el trabajo de cultivar y formar una planta de vid de muchos años.
Mantener las viñas es muy costoso, lleva muchas horas de riego, horas para podar, horas hombres de arar, horas de sulfatar, horas para enredar los sarmientos a los alambres, hora para pasar la rastra de chipica, horas para cortar a machete y a mano los brotes que crecen exageradamente y después de muchas cosas mas horas para cosechar la uva y mandarla a la bodega para hacer el vino. A veces en medio de las labores y con un montón de trabajo realizado cae una manga de piedra y rompe toda la uva que está cerca de madurar y termina con las esperanza de una buena cosecha.
Si se usan caballos para las labores que requieren tracción, el costo no es fácil de calcular, pues los caballos comen fardos hechos en la finca a los que no se les asigna un valor correcto, pero estos fardos tienen un valor cuando se los vende y otro valor cuando se los compra, es decir que si los potreros se manejan bien y producen mucho, dejan una buena ganancia para la finca.
Los fardos comprados se deben traer la mayoría de las veces de la provincia de Córdoba y esto genera un gasto muy superior a producirlos internamente en la finca.
Los caballos de montar, sus nombres y también sus colores, son fáciles de recordar, aquí haré mención de un caballo que se llamaba El Guindo por su color, colorado como una guinda, fruta salvaje y muy rica de aspecto similar a las cerezas.
En la finca había caballos colorados, colorados sangre de toro, zainos colorados, zainos obscuros y negros, también había ruanos y alazanes...Nunca tuve un caballo blanco, tampoco tuve un moro, que mucho hubiese querido como el moro del Martín Fierro. El que si tenía un moro era el pibe Soria, un caballo flaquito, finito de manos, vivía en la casa del aguaribay al lado de la represa del agua para los animales, andaba siempre a toda carrera y por ese motivo tenía un entrenamiento para correr carreras, un día nos desafiamos a correr desde el portón de entrada a la finca hasta el portón del medio. Yo corría con el Pico chueco y de salida nomás le saqué más de tres cuerpos de ventaja, cuando llegamos, después de 600 m. le había sacado una ventaja considerable … desde ese día no pasó más por la puerta de mi casa corriendo a toda carrera.
Como dije el Guindo era colorado de un pelo fino y brillante cortito en verano, hijo de la sandunga, muy parecido a la madre, también se parecía al Noble, a todos esos caballos los conocí cuando Yo era muy pequeño, tenía 4 años de edad y los caballos tenían más de 10.
El Guindo había sido un caballo de montar, de correr carreras cuadreras, pero yo lo conocí cuando ya era un caballo para atar al sulky, que a pesar de su cuerpo fino trotaba a tal velocidad que para darle alcance había que ir montado en otro caballo a plena carrera. Lo atábamos a un sulky liviano, que el Guindo hacía volar y en los caminos de arena lo hacíamos derrapar como un formula 1 de sulky de carrera.
La yegua Ruana no era de nadie, mejor dicho de nadie de la casa: Ni de mama, ni de papá, ni de cacho, .Era de la finca, por eso la usaban para trabajar con los arados, en yunta, con el carro, con la sulfatadora. Pero la Ruana era tan mansa y linda que siempre la traíamos al potrero al lado de casa.
Un día a papá se le ocurrió sacarle cría con un purasangre de los Aguirre, teníamos que llevarla hasta La Libertad, cerca de la bodega de Catena, a la casa de Antonio Aguirre un hermano de José que lo tenía prestado. Para ir a la casa de Antonio, lo hacíamos buena parte por el campo, por dentro de un río seco, allí en ese lugar nos salió una liebre europea y yo empecé a correrla por el río seco a toda velocidad con el Pico chueco, la liebre me sacó ventaja al principio pero cuando habíamos corrido unos cuantos metros, el caballo comprendió que lo que quería hacer era alcanzarla y empezó a seguir, sin que lo dirigiera, el camino de la liebre.
En determinado momento y cuando estábamos más cerca de ella, la liebre dio un giro de 90 grados y se salió del cañadón, el caballo que no le perdía pisada hizo el mismo camino que la liebre reaccionando antes de que yo lo dispusiera, para la liebre fue fácil salir pues utilizó un corte hecho en la pared por el agua de las lluvias , pero el caballo se encontró con una pared de frente de mas de un metro que debió saltar hacia arriba trepando, para comprenderlo piensen que se subió al techo de una casa, la liebre se escapó , luego debimos saltar hacia abajo, y lo hizo como si nada.
La yegua Ruana tuvo de ese servicio de Girabel una potranca.
Fue su última cría, se crió en casa y cuando estaba para amansarla, papá se la vendió a un tío de Carlitos Stirpa.
Papa la vendió porque Fumanchu pasó a ser Jorge y se fue a estudiar ingeniería química a San Juan y a nadie ya le interesaba la potranca.
Antes de esta cría la yegua Ruana había tenido un potrillo de la edad de Chiquito, este potrillo fue amansado por Juancito, el hijo de Don Juan, mi papá se lo regaló por el cariño con que Juancito lo cuidaba y porque no lo quería vender. Era chiquito, bajito, de ancas partidas, de color alazán y crines rubias, fue el caballo más bonito que nació en la finca. Juancito que era un gaucho lo entrenó con esmero y servía tanto para correr por el potrero enlazando terneros o tirar de una vaca vieja a la cincha para llevar al carnicero, no era ligero pero tenía un andar muy vivaz y estaba siempre pronto para arrancar, tenía una rienda que hacía las delicias de quienes lo manejábamos, ya que Juancito me dejaba usarlo siempre que Yo quería, Se llamaba Loquito y fue un caballito de verdad que parecía de juguete.
A la yegua Negra papá se la regaló a mamá y cuando nació Cacho mi mamá se la regaló a él .Fue la sillera de mamá que la usaba con montura inglesa para dama. La Negra era mansa, ligera y saltarina, mamá la usaba para cazar perdices de a caballo, se iba a los potreros y Tell las levantaba y se las traía cuando las mataba al vuelo desde la montura. Siempre salían con papá, el de a pie por un lado y ella a caballo por otro con el perro, mamá traía en dos horas de 10 a 12 perdices y papá 5 ó 6. Alguna vez papá aparecía con una liebre que la cazaba en las viñas, cosa que aprendí a hacer mirándolo a él. Se iba mirando camellón por camellón donde las liebres a la mañana temprano y a la tarde a la entrada del sol estaban comiendo, entonces se aproximaba sin que lo vieran por el camellon de al lado donde estaba la liebre y cuando estaba a tiro se tiraba de panza pasando la escopeta por debajo del ultimo alambre y la mataba de un escopetazo. Usaba una escopeta Browing de 5 tiros calibre 12, que la podía usar a 50m. de distancia con toda efectividad.
El primer potrillo que tuvo la Negra fue Chiquito, hijo del Gaucho un lindo caballo de campo, mestizo, tirando más a criollo grande, colorado, fuerte de ancas redondas, buenas patas y bazos redondos y negros. Era un caballo muy liberal, de buena boca, manso y el padre de una generación de potrillos hasta que lo caparon, sus hijos conocidos y a medida que me acuerdo fueron: Chiquito, de igual color que el: Zaino colorado. El Loquito, hijo de la Ruana, que era alazán. Otro caballo negro hijo de una yegua negra grandota que era propiedad de Don Villegas , el contratista que mas edad tenía, tal vez 70 años, con quien Yo iba a desayunar a las 10 de la mañana, en el medio de la viña , todos los días el hacía asado a la parrilla, un rico asado, que digo rico…riquísimo, lo hacía con sarmientos que calentaban un pozo de arena , los sarmientos se iban consumiendo y quedaba la arena caliente , tardaba un poco pero no se podía quemar ni quedar crudo, salía siempre a punto. Cuando los sarmientos se convertían en brasas tiraba la parrilla arriba y ponía la carne hasta que se consumían los brasas y se terminaba con el calor de la arena.
Papá hacia los asados con una rueda de máquina de sulfatar, que llevaba encima de los rayos una tela de alambre gruesa, cuando la pila de sarmientos no hacía mas llamas tiraba la rueda encima de las brasas de los sarmientos y ponía la carne, cuando las brasas se consumían la rueda iba entrando en el rescoldo y el asado salía perfecto.
Chiquito fue mi primer caballo, me lo regaló mi hermano porque la yegua era de el. Se crió en el potrero de casa, me pasaba el día entero jugando con él, crecimos juntos, nada más que el a los 4 años fue adulto y Yo tenía 7 y era un niño, lo tuve hasta mis 11 años cuando ingresé al secundario, con clases mañana y tarde. Con el hice la mayoría de mis correrías de a caballo, también fue mío el segundo y último potrillo de la Negra, que era un hijo de Desalmado un caballo de carrera y que se llamó Negro.
A los caballos que teníamos, cuando se dividió la finca, los vendimos a todos, porque ya no teníamos potreros y yo tampoco los podía usar como antes.
El campo es lindo para vivir de niño, para nacer y criarse, es el lugar donde las cosas pasan con toda naturalidad, sin maldad. Los animales todos los días pueden darnos una lección de vida o de muerte, no es fácil aceptar cuando se es chico que se muera un ser querido y sobre todo si este es un animal con el que teníamos apego, la Sandunga, El Noble y el Pico chueco me enseñaron que también los seres queridos se mueren algún día y como los caballos viven mucho menos que los hombres, se murieron primero algunos de mis caballos, preparándome de algún modo para las perdidas mayores.
Chiquito era un caballito al que nunca lo habían enlazado y cuando largo los huevos los hombres grandes de la finca decidieron que había que caparlo, tendría dos años para tres, el caballerizo Don Juan Aguilera, capaba todos los caballos que nacían en la finca, lo capó con el viejo método del cuchillo y curado con cenizas. Ese día fue para mi un gran sufrimiento, en el corral lo enlazaron con dos lazos, lo enlazaron del cogote y de las manos y lo tiraron al suelo, nada de eso era necesario pero los gauchos lo hacen para divertirse, Chiquito que era absolutamente manso al sentir el lazo en el cogote se puso loco y casi se descogota, si no fuera que yo estaba allí, no sé lo que hubiera pasado, cuando lo dominaron Don Juan lo capó. Don Juan era mayor, casi anciano y el no participaba de la sesión previa de manearlo, elegía el mes y la luna para que no hubiesen moscas y luna cuarto menguante, les cortaba bien cortas las binzas, para que no quedaran con carácter de padrillos, este era el paso previo para comenzar la doma y hacerlos de montar.
Como siempre sucedía el que amansaba los potrillos era Don Juan. Primero se los llevaba para su casa, sacándolos del potrero, allí tenía un corral con buen techo para sombra y una parte abierta para que caminaran y retozaran, la casa de Juan era la última de la finca , no solo estaba lejos sino que estaba sola y del lado del campo. El cuidaba la puerta del fondo y para entrar o salir por allí, había que conseguir la llave que el tenía y nadie más. Era la forma de cuidar que no se robasen las cosas de la finca, equipos o animales, ya que toda la finca estaba cercada con un alambrado de 7 hilos como es costumbre en el campo.
Para hacerlos de boca, Don Juan los tiraba de la boca y los andaba el primer año, con una guatana de fina media de mujer, que llevaba al medio un cadenita.
Chiquito era solo para mi uso y nadie más podía usarlo, para ninguna cosa, así que tenía algunos defectos que Yo no se los sacaba, como se lo dejé poco tiempo para que lo tuviera en amanse salió duro de boca, sobre todo para un chico de 7 años, Yo no tenía mucha fuerza para pararlo cuando lo largaba a toda furia.
Un día decidimos con Carlitos Stirpa que correríamos una carrera desde primer potrero al lado de su casa, hasta el portón del medio.
Carlitos tenía un hermoso caballo tordillo, alto, con manchas azules, podría haber sido un buen caballo de salto, si hubiese sido adiestrado.
Picamos juntos y en los 300 m. no nos habíamos sacado ventajas, pasamos la casa de Carlitos, los corrales, el aguaribay, la represa y ya teníamos que frenar porque el portón del medio estaba cerrado, faltando 50 m. Carlitos empezó a frenar y Yo no pude frenarlo, el caballo frenó solo contra el portón, al último rayó con las cuatro patas y Yo volé por encima de la cabeza del caballo, por arriba de un alambrado que terminaba en el portón, desde el alambrado salía un fino alambre de fardo hacia arriba, sobresalía 10 cm. más o menos y me enganchó el pantalón de hilo claro que me había hecho la tía Teresa con un pantalón del tío Octavio.
Mi lindo pantalón terminó hecho una pollerita de mujer y Yo casi termino hecho una señorita por culpa del alambre que por milagro no me enganchó, allí en donde los hombres tenemos el género masculino.
Papá no me perdonó la audacia, me quitó el caballo y se lo dio a don Juan con el mandato de que no debía dejarlo de nuevo en mis manos , pasaron 6 meses y Yo no tenía el caballo, la culpa de que no lo tuviera fue mía , pero el castigo fue muy severo, tanto que una tarde me entero que Don Juan había fallecido, se había caído de un colectivo, cuando todos estaban consternados Yo estaba feliz, papá se dio cuenta de que sin quererlo lo había convertido en mi enemigo, me devolvió el caballo, pero Juan mi amigo se había ido con mi orgullo herido y sin él desearlo y Yo tampoco, no nos vimos en el último día de su fatal destino. Esas cosas me hacen comprender que los odios de los niños son a veces a causa de las incomprensiones de los adultos que no les dieron las soluciones perfectas.
Fumanchu no lloró por su amigo, pero cuando Jorge llevó a sus hijos y les mostró lo que quedaba de la casa de Don Juan, ninguno se dio cuenta que al bajar del auto a mirar los restos de la tapera…Jorge con congoja buscaba algo que hubiese pertenecido a Juan.
La yegua Negra fue la sillera de papá, el salía a recorrer la finca que era muy grande, para ver cada uno de los trabajos que había ordenado o que debían hacerse porque era la época, de las 300 hectáreas habían plantadas 270, de las cuales 70 serían de quintas, 30 de potreros y el resto de parrales, espalderas, y viñas bajas, papá salía igual que sus contratista muy temprano de mañana y a eso de las 4 de la tarde en verano. A veces salía de noche iba a controlar a los que tenían el turno del agua, si estaban en la viña regando o dejaban el agua sola sin control, si veía que venía poca agua para su ojo experto se iba hasta el canal Los Andes aunque fuera invierno y a la 1 ó 2 de la madrugada, a ver que no le robaran el agua cosa que sucedía a menudo, hecho realizado por los contratistas de las fincas vecinas.

Papá los descubrió, en más de una ocasión robando agua y para terminar con esta situación debió hacerles conocer su enojo de una manera violenta, con lo cual terminaron de robarle agua y quedaron luego como buenos vecinos…robar agua en Mendoza es un grave delito.
La yegua Negra era mestiza, cruza de caballos criollos con pura sangre, respondía mucho en su aspecto a un criollo liviano, no era muy alta ni tampoco muy grande tenía de los puros un aire árabe y en su funcionamiento tenía mucha sangre árabe o pura sangre, corría sin cansarse por kilómetros, era muy ágil, liviana para saltar espinas de algarrobos que crecían en el callejón del medio, jarillas y retamas de flores amarillas en los senderos del campo hacia los cerros.
Además de Chiquito tuvo otro potrillo todo negro, al que le puse de nombre Negro y que era hijo de Desalmado, un pura sangre de los Aguirre que le dio clase y la Negra le transmitió …ese no se que de ella…Negro era un caballo fuerte, no muy alto, mucho pecho, linda anca, unida, como Desalmado. Podía cabalgar sin parar grandes distancias a un ritmo mayor que un galope, pues era de sobrepaso y para los que no los conozcan imaginen un caballo peruano braceador, pero este no era braceador ni tampoco era peruano, los braceadores son cruzados para andar y este era derecho, por tener un sobrepaso largo su galope era tendido y ya fuera al galope o al sobrepaso su ritmo era incomparable con cualquier caballo.
Negro como dije era manso y permitía cazar desde su lomo, una vez me salieron juntas tres liebres europeas cosa nunca vista, sí era común ver tres liebres criollas juntas. Salieron corriendo en una viña abandonada, que no tenía ni postes ni alambradas, solo que no habían cortado las plantas y estas se habían hecho salvajes dando uvas que las liebres se comían o los pastos y chipicas que crecían entre las plantas.
Esa liebre fue mi primer trofeo de caza cobrado desde mi caballo, mate una, ella a la carrera y yo al galope, el estilo que utilicé fue el mismo que el de cazar gatos: Sin apuntar en forma clásica , con la escopeta desde la cintura calculando por donde pasaría la liebre, era a puro instinto mezcla de experiencias previas .Cuando llegué a casa estaba el tío Severo mi padrino, y en un acto de elegante acción le ofrecí la liebre a mi tío, a quien quise tanto por ser como fue con Fumanchu.
Una vez iba a cazar después de una fuerte lluvia hacia los cerros, debía cruzar el canal Los Andes, a pesar que papá me decía que cuando el canal venía crecido por la lluvia no me metiera, porque mucho de los que lo hicieron fueron arrastrados juntos con sus cabalgaduras y ellos y sus caballos resultaron muertos, ahogados, eran muy conocidas las historias de personas ahogadas en ese canal y otros canales de Mendoza.
Ese día crucé con el agua de bote a bote, es decir cubriendo hasta el borde máximo de las orillas y con el agua saliendo en algunos lugares, cayendo al camino que lo bordeaba. Entré por un vado de vacas y caballos que estaban acostumbrados a cruzar el canal o a ir a tomar agua allí, el vado era una V enfrentada de ambos lados, undida en el borde del canal, lo que permitía largarse de a poco y haciendo pié, por allí cruzaban los caballos sueltos sin dificultad cuando el nivel del agua era normal, pero ese día no era normal y cuando entramos con el Negro el agua nos empezó a arrastrar, llevaba la escopeta las riendas y un cabresto en las manos tiré la escopeta y el cabresto y sin perder tiempo me subí a la montura y salté con todas mis fuerzas y estirando las manos agarré las ramas de unas achiras que crecían junto al vado, eso nos salvó a los dos , púes apenas salí del agua con el cabresto lo empecé a sostener y ayudarle a salir por el vado, el Negro con su fuerza logró salir.
La vuelta la dimos por un puente que estaba a 15 kilómetros del lugar donde cruzamos el canal, allí estaba el rancho de los Pérez, criadores de cabras , el rancho estaba construido con materiales del lugar, maderas de los árboles que crecían junto al canal, eran maderas de sauce llorón para las cumbreras del rancho, barro y jarilla para las paredes, una galería del lado de la sombra para tomar mates y el corral de las cabras pegado a la casas, allí vivían los abuelos, los padres, los hijos y los nietos , todos de cuidar cabras.
Cómo había pumas que entraban de noche al corral de las cabras y las mataban, tenían al lado de la cama una escopeta cada uno para salir y tirar, sin darles tiempo a que mataran.
A los pumas no era fácil verlos ni cazarlos y cuando se cebaban se volvían peligrosos enfrentando a los perros que cuidaban a las cabras , no era común que los hubiese porque cuando aparecía uno cebado se juntaban los criadores de cabras con cazadores amigos y los rastreaban hasta matarlos, los pumas bajaban en invierno por falta de comida en los cerros nevados, o en el verano por falta de lluvias que secaban las lagunas naturales donde abrevaban, por esa razón alguna vez llegaron cazando, a la finca, donde mataron terneros u ovejas sin que nadie los viera.
Papá me contó que una vez por el callejón del medio entró una pareja de Aguará Guazú, animal que no conocía hasta que los vi en el zoológico de Mendoza, pasaron toda la finca y se perdieron en el campo que había al final del callejón del medio. No se quedaron ni hicieron daño en la finca y nunca se explicaron como esos animales, del litoral, habían llegado hasta allí.
LA VENTA DE LOS CABALLOS CUANDO PAPA Y SUS HERMANOS DIVIDIERON LA FINCA
Al llegar a los 11 años la finca de papá y sus hermanos, se dividió siguiendo las leyes de la herencia, entre la nona Luisa, que por ser la esposa del nono dueño original de la finca, le correspondió el 50%, el otro 50% se repartió entre hermanos, dándole a cada uno porciones de finca de igual valor, lo que no significaba de igual tamaño.
Así a algunos no les tocó tener potreros, entre ellos a mi papá y allí surgió el primer inconveniente para mis caballos , había que tenerlos alimentados con forrajes y pasto comprado, eran tres que se usaban poco y para pasear, yo había ingresado a la escuela secundaria Escuela Normal Regional República De Chile cursaba mañana y tarde y tenía mucho que estudiar así que papá después de consultarme buscó un comprador y consiguió uno de la Provincia De San Luís, que se llevó los tres animales juntos :La Negra, Chiquito y El Negro que era padrillo…Diríamos toda la familia, la madre y los hijos.Los caballos los llevaron montados y cruzaron el rió Desaguadero por un vado que ellos conocían y no tenía mucha profundidad el agua. Del dinero que papá cobró me compró un traje para ir a la escuela ya que era obligatorio ir de traje y corbata. Una noche, después de mas de un mes que se los habían llevado, escuché un relincho como a las cinco de la mañana de un caballo que entraba al trote a la finca, cuando desperté lo primero que hice fue ir hasta el corral, al principio no vi nada extraño, pero al mirar hacia el pino donde Chiquito solía estar atado, vi su figura debajo de las ramas, lo silbé y se vino a buscar comida y cariño, consiguió las dos cosas, estuvo como un mes conmigo ya no podía pensar que se iría de nuevo y si bien la primera vez me había portado como un hombrecito esta segunda vez el llanto me venció.


LAS CARRERAS POR EL CAMPO ++
Las cuadreras eran un tipo de carreras que tenían una organización espontánea, no las organizaba nadie en particular se difundían por el sistema de boca en boca y la gente se juntaba con sus caballos y se desafiaban a correr con caballos parecidos y casi siempre conocidos.
Los caballos eran caballos entrenados para correr cuadreras o caballos que simplemente eran de andar y los hacían correr y estaban acostumbrados a correr pero no tenían un cuidado diario para eso, este era el caso de Chiquito en esta oportunidad que fuimos con los chicos de la finca a las cuadreras.
Un día Domingo, nos juntamos 6 chicos de entre 9 y 10 años, fuimos al potrero juntamos todos los caballos y los llevamos al corral. Allí empezamos a elegir los mejores para montar: Chiquito para mí, el Gaucho para Alberto, Carlitos con su caballo Tordillo, el Nene con su Moro, el Flaco con el Pico chueco, y el Gordo con el Noble.
Salimos a escondidas de papá por una puerta que daba a la calle del fondo y que estaba en la casa del tío de Carlitos: Juan Stirpa .Desde allí pasamos a un campo que limitaba con la Calle Nueva, junto a ella corría un río seco hecho por las crecientes, era angosto y profundo , tendría unos tres metros de ancho por dos de profundidad, los habitantes de la zona lo usaban tanto para ir a caballo por dentro como en sulky , pues los árboles que crecían salvajes a sus orillas le permitían tener sombra y junto con la arena que cubría el fondo lo hacían un lugar agradable para andar a caballo por dentro como en sulky, pues los árboles que crecían salvajes a sus orillas le permitían tener sombra y junto, con la arena que cubría el fondo lo hacían un lugar agradable para andar a caballo.
Al cañadón llegamos escapando de que no nos viera el Caballerizo, Don Juan enseguida le contaría a papá,nos metimos por el lecho y fuimos a todo galope esquivando espinas de algarrobos y chañares, que crecían salvajes a sus orillas formando a veces un túnel de ramas con espinas.
Llegamos a un lugar donde el cañadón terminaba al cruzarse con una calle, la calle El Trébol, esa calle tenía árboles altos a los costados, muchos álamos entremezclados con pinos, daban mucha sombra y hacían de la calle un lugar muy pintoresco. En esa calle se juntaban a correr carreras cuadreras los domingos, cuando llegamos al lugar había un camión estacionado, afuera de la calle al lado del lugar donde se correría la carrera, desde arriba del camión un muchachón, que tenía bigotes, pelo largo a lo gaucho y negro, alto y de bombachas, gritaba: Quería que se corriera una carrera entre el “Zaino” y “La Mora”. Se arrimó adonde estábamos con los caballos y quedamos de acuerdo en que el correría el “Zaino” contra la mora, la carrera era por plata pero como no habían organizadores no depositamos el dinero antes de correr. Agustín que así se llamaba el audaz jinete, que sin conocer al caballo se largaba en alocada carrera, resultó ser un experto cabalgando y ya había corrido anteriormente muchas carreras en San Luís, desde donde venía llegando a Mendoza para la cosecha de uva que en pocos días empezaría.
La Mora era una yegua bajita, fina de clase y estaba cuidada. La carrera como se estilaba en esos tiempos no se hacía desde partidores, sino largando en partidas que a veces se convertían en juego de ajedrez. El jinete más hábil más tramposo o mañero hacía fallar las partidas y largaba cuando tenía ventajas en la largada…Agustín era uno de esos que sabían todo para largar primeros y así fue.
Se vinieron con Agustín adelante hasta los doscientos metros, arriba la mora mas cuidada y más ligera en el tiro que eligieron: trescientos metros, lo empezó a alcanzar y cuando pasaron la raya el rayero dijo: la mora por el pescuezo…
Ninguno de nosotros teníamos plata para pagar la apuesta de la carrera. Ni tampoco Agustín que había sido el inventor de todo y no tuvimos mejor idea que volvernos disparando por el zanjón a la finca y largar los caballos al potrero. Supuestamente creíamos que nadie nos conocía pero todos en la carrera sabíamos de donde éramos y quienes éramos, papá al otro día no se como estaba enterado de todo y sin mas vueltas me mandó al boliche donde en las tardes paraba el dueño de La Mora, en el boliche que le hacía la competencia al turco Ernesto, allí en el palo de atar estaba la mora, adentro en el fondo del boliche jugaba al truco el dueño… Yo con miedo y sin saludar a nadie llegué junto al hombre que conocía su cara pero no sabía su nombre, le alcancé la plata de la apuesta y volví a salir en silencio sintiendo que todos me miraban…papá no me retó ni me pegó pero me obligó a poner la cara y eso me dolió tanto como una paliza.
Agustín se quedó a vivir en el secadero y después de las cosechas se quedó de mensual trabajando en las viñas. Cuando Don Juan se cayó del colectivo y se mató contra el asfalto nuevo de la Calle Florida, Agustín se quedó de caballerizo hasta que se fraccionó la finca y cada uno pasó a tener los animales que le correspondían, algunos compraron tractores; a mis caballos ya conté las circunstancias y la forma en que los vendimos.
MI PERRO TELL
Era un perro atado a la cadena y por ello se convirtió en un perro de apariencia “malo”, como todos los Pointers era inquieto y como todos los Braco era inteligente y muy buen rastreador. Su cruza entre padres finos dio por resultado un raro pero excelente perro de caza. Su aspecto era el de un perro bien desarrollado, alto por su herencia Pointer y con un buen stop o forma de cabeza cuadrada y corpulento por su sangre Braco, su magnífica cabeza la deslucía su boca con labios leporinos , partidos al medio del lado superior, por entre los cuales se veían una fila de dientes dándole una cara de malo …pero no…era solo su aspecto y su persistente ladrido…nunca agredió a nadie y siempre estuvo suelto desde que yo lo tuve conmigo y lo llevé con un año de edad a mi casa. Cuando lo fuimos a buscar con el tío Hugo, lo hicimos en el Jeep guerrero que la tenia. Tell que conservó su nombre, cuando lo desaté de la cadena que lo retenía día y noche atado a un palo, en un patio cerrado, se dio cuenta de que algo cambiaría en su vida y salió arrastrándome hasta la calle tirandome de la cadena, dónde estaba Hugo arriba del Jeep, Hugo lo llamó por su nombre y Tell se subió de un salto y se sentó junto al volante como si toda la vida lo hubieran llevado en Jeep. Salimos todos contentos, Yo porque me habían regalado el perro con el cual jugaba cuando iba a lo del tío Miguel, Hugo por la “clase” que Tell evidenciaba y el perro porque pasó a ser libre, a llamarse por su nombre y a no ser más un perro a la cadena.
Nunca había salido en Jeep- Nunca había cazado-Nunca había “traído” una perdiz-Nunca había “marcado” un animal de caza-Nunca había sido libre-Nunca había hecho nada, mas que estar atado a la cadena.
Era un chico que iba al jardín de infantes, pero en poco tiempo pasó de grados y fue a la universidad y se recibió de “perro de caza”.
Ese primer día fuimos a un campo con perdices.Tell al principio las hacía volar con su alocada carrera y cuando la perdiz caía corría y la empezaba a masticar. Primera lección: Enseñarle que no se mastican las perdices que se cazan-Segunda lección: Enseñarle a “rastrear” y “marcar” las perdices en vez de atropellarlas y espantarlas.
Fue aprendiendo, necesitó tiempo antes de dejar de masticar las perdices, también para “marcar” levantando su mano derecha y poniendo rígida la cola extendida, sin moverla. Cuando aprendió a traer a la mano se había convertido en el perro más hábil que Yo conocí.
No me importaba su cara de escopeta de dos caños, por culpa de su nariz partida, ni que corriera las liebres ladrando como un loco, pues sabía hacer muchas cosas que otros perros no lo harían y por ser perdicero demasiado se hacía respetar cuando un extraño llegaba solo a casa.
Como lo sacábamos a cazar en diferentes lugares aprendió y nos enseñó que el marcaba a cada animal en forma distinta, así si eran perdices iba despacio y las señalaba con su “parada” antes de avanzar a una orden y hacerlas volar. Con las martinetas copetonas iba corriendo con la cola tiesa y las levantaba con una pequeña parada, porque se le escapaban y no les daban tiempo para marcarlas. Las liebres las corría ladrando alocado tras de ellas…sin responder las voces de mando para que no las corriera.
Nos acompañó a cacerías en Mendoza, Córdoba y San Luís y cuando Fumanchu se fue a la universidad , él ya no salió mas a cazar Tell tenía 8 años y mi tío Hugo se había ido a vivir a la ciudad de Rivadavia, el tenía dos perros Pointer : el Quin y otro que no recuerdo el nombre, Tell se puso gordo y se convirtió en un excelente perro guardián…en mi último año en Santa Fe Tell murió y mamá no me avisó, cuando llegué a casa y no lo vi se me corrió un lagrimón.
Los primeros años que me fui a San Juan cuando volvía a casa Yo lo silbaba y Tell venía corriendo y saltaba un portón de maderas con tablas terminadas en puntas y se lanzaba sobre mi humanidad, cuando ya no pudo hacerlo se quedaba del lado de adentro ladrando hasta que yo entraba y con su ternura me hacía comprender que nunca olvidó a quien de niño lo mimó y saco de la cadena.




LAS COSECHAS DE UVA
Para una determinada fecha del mes de Febrero comenzaban las cosechas en todas las fincas, unas más tempranas otras mas tardes pero el programa era terminar a fin de Marzo, cuando mucho en los primeros días de abril. Las uvas se cosechaban por tipos, en esa época no estaban muy difundido los varietales puros y recién se empezaba a darle mucha importancia a plantar blancas o tintas de determinada variedad sin contaminarla con otra clase, en la finca a pesar de la extensión de viñedos habían algunas hectáreas de tintas como Barbera Bonarda , Lambrusco y Cabernet, también habían algunas de blancas como Pedro Jiménez y Semillón estas estaban sin mezclar con otras variedades, pero habían muchísimas hectáreas que eran uvas tintas pero mezcladas, no puedo recordar los nombres de todas las variedades que habían, pero cuando chicos sabíamos en que lugar de la finca estaban las que maduraban primero, las que quedaban sin cosechar porque maduraban muy tarde, entonces teníamos uvas hasta entrado el invierno.
Con la cosecha llegaban los cosechadores que no eran todos de Mendoza, algunos venían año tras año y desde muy lejos, podían venir del norte, nunca del sur, eran tucumanos y santiagueños, jujeños y bolivianos.
La cosecha era para todos muy importante, generaba movimientos internos migratorios en busca de trabajo, las cosechas manuales hacían que el desempleo en el campo fuera estacional y con lo que juntaban en las cosechas se podían pasar unos meses sin trabajar.
Las cosechas manuales más famosas eran: Las de caña de azúcar, las de maíz, las de aceitunas, (a lo largo del país) y por supuesto las de uva, que si bien duraba relativamente poco tiempo permitía a los más hábiles guardar dinero.
Los cosechadores como las golondrinas, empezaban a llegar en bandadas que se distribuían en las fincas grandes, porque era allí donde se armaban las cuadrillas que primero cosechaban la propia finca, así se armaban cuadrillas en Gargantini, esta era la finca más grande, allí las cuadrillas eran numerosas, enviaban la uva a su propia bodega; también en Tomba habían muchas cuadrillas y también mandaban la uva a su propia bodega, en La Compañía también tenían su propia bodega, en lo de Carlitos Roman tenia una bodega nueva pero mas chica, Yo iba a su casa, Carlitos tenía la casa y la bodega una frente a la otra y en la casa jugábamos en la pileta de natación, hasta que un día Daniel , que era terrible, me hizo una de sus pesadas bromas cuando yo estaba aprendiendo a nadar, el me dio vuelta la goma en que me desplazaba. Era un sobrino de Carlitos que venía en el verano, Yo no volví a la pileta esa ni a ninguna otra y hasta que se me pasó el susto pasaron muchos años.
La cosecha representaba el premio a un duro año de trabajo y en Mendoza terminaba con la Fiesta de la Vendimia , a la que iban niñas de 15 y mas años elegidas por su belleza, en más de una ocasión resultaron elegidas Reinas de La Vendimia autenticas vendimiadoras . De la fiesta de la vendimia contaré la del año 1950: Año Del General San Martín, dada la significación del año vinieron representantes de toda América, los que trajeron una representación numerosa fueron los hermanos de Chile y es precisamente a su pabellón que voy a referir una historia. Como siempre sucedía en las vacaciones ese año para la fiesta de la vendimia estaba en la casa del tío Severo y la tía Gringa .Iba a jugar con mi primo Rulo, el tío me llevó a ver los stand que ese año se presentaban como una novedad, así fue que decidió que fuésemos a comer langotas al pabellón chileno.
De entrada desconfiaba que serían Las langostas, Yo las únicas que conocía eran las que venían como plagas, esas pequeñas tucuras, saltarinas, que tapaban la luz del sol cuando llegaban y que para evitar que se quedaran asentadas comiendo y haciendo daños, le enviábamos por las viñas tropillas de caballos sueltos que los arreábamos, o le prendíamos fuego a hojas y cosas que hicieran humo.
Tenía 9 años y nunca había visto una langosta de mar gigante, al principio empecé a mirarla con miedo, con desconfianza, pero dada la seguridad que me transmitía siempre mi tío Severo, no sin prevención empecé a comerla como me indicaban. Los que les tienen miedo o asco a los mariscos comprenderán que se trataba…pero oh delicia…cuando le tomé el sabor fue una de las comidas más exquisitas que había probado.
La Finca Furlani tenía un lugar dedicado para la gente que venía a hacer la cosecha, era el viejo secadero de frutas que había construido el nono cuando años atrás comenzó con los frutales.En esa época era muy difícil mandar frutas frescas a Buenos Aires, Pues no habían ni cámaras frigoríficas donde acopiar ni camiones frigoríficos, por eso el nono hizo un secadero de frutas para defender el valor de su producción. El producía medallones secos de duraznos amarillos, a los que les sacaba el carozo para luego ponerlos en las paceras al sol, también a las ciruelas y a las uvas sin semillas las secaba al sol.Las pasas de uva le daban el nombre a las paceras que eran unas “camas de cañas” partidas al medio con un perímetro de madera donde estaban clavadas las medias cañas.
El secadero a pesar de que estaba desactivado, conservaba lo esencial: un enorme y elevado tanque de agua, remachado como los del ferrocarril, la estructura de hierros abulonados , era grande y alto y se veía desde los alrededores, se necesitaba agua para lavar la fruta y mantener limpio y sin moscas el lugar. Lo principal del secadero lo constituían unas piecitas pequeñas que guardaban las paceras por las noches, que luego se extendían al frente sobre unos alambres lisos sobre los que se hacían deslizar las paceras expuestas de día al sol y guardadas de noche para evitar la humedad del rocío, esas piecitas eran de dimensiones reducidas (2*3 metros) y habían unas 100 de ellas ocupando una gran extensión, todas unidas una al lado de la otra. Fue el primer barrio de departamentos de una pieza que conocí.
Allí papá le daba alojamiento a la gente que venía a hacer la cosecha, habían hombres solos, habían matrimonios y habían familias numerosas, con hijos chicos y grandes, con un código personal papá repartía las piecitas con la mayor equidad para que todos pudieran pasar lo mejor posible y mas seguros que en una carpa, tenían lo fundamental que era el agua y el baño era un campo que se extendía al costado del secadero.
Cocinaban con leña del campo o las ramas de los frutales y de las viñas, siempre cocinaban asados o guisos, comidas fáciles de hacer y ricas para comer.
En el secadero se reunía toda clase de gente, de diferentes lugares que tomaban hasta emborracharse, festejando la cosecha u olvidando de donde venían, era un código no escrito que el que buscaba pelea a cuchillo se tenía que ir, eso se les decía con el aviso de recepción, las peleas a piñas se toleraban pero a los peleadores al otro año no le daban lugar. Por ello el secadero era un lugar tranquilo y más bien bullanguero, se jugaba a la taba los domingos y por fichas que era decir por plata, otro juego habitual, pero más en las viñas, era jugar con la tijera de cortar uva a las “clavaditas”.Muchas de las familias que vinieron a hacer la cosecha se quedaron para siempre y a medida que la finca crecía eliminando los campos, ellos se convertían en contratistas, ya no eran más italianos los últimos contratista , eran criollos educados por italianos, que aprendían con papá a cuidar las viñas.
La cosecha empezaba con algunas actividades previas, primero se repartían los tachos donde se llevaría la uva desde las plantas de vid hasta el camión, luego se entregaban las escaleras que se usarían en los parrales, Los cosechadores llevaban su propia tijera , algunos llevaban delantal con bolsillos grandes para poner uva cuando la juntaban para tirar en el tacho. La cosecha empezaba por los parrales, los cosechadores se distribuían por hilera cada uno tenía su número y si cosechaban mal se los hacía volver y repasar la hilera, había cosechadores muy rápidos y limpios, es decir cosechaban bien otros no tanto y tenían problemas.
Cuando llagábamos a los arenales usábamos el tractor para tirar el camión y sacarlo de la arena.
Algunas madres venían con sus bebes y estos a pesar de ser chiquitos se chupaban un racimo de uvas, siempre se veía al final de la cosecha que todos lo nenes estaban regordetes por la mucha uva que comieron.
Papá usaba la yegua negra para recorrer las hileras, para verificar que estaban bien cosechadas, si habían dejado racimos o plantas mal cosechadas los hacía volver y no les daba nuevas hileras para cosechar hasta que no terminaban de repasar la hilera anterior.
Papá les daba una ficha por cada tacho de uva de 20 kilos, esa ficha tenía un valor en plata y eran cambiadas todos los días sábados por efectivo. Nosotros los pibes le ayudábamos a papa a dar fichas, también le ayudábamos al camionero a pisar la uva dentro del camión para que entrasen los 300 tachos que regularmente llevaban los camiones, para nosotros era una diversión: dar fichas, controlar los tachos que estén llenos, pisar la uva en el camión.
Loa almacenes de la zona recibían las fichas por su valor y les vendían mercadería al precio real sin descuento, luego venía el almacenero y las cambiaba por plata los días sábado en la finca.
TRAVESURAS
En la época de cosecha nos juntábamos muchos primos que se quedaban a vivir en casa o en lo de la nona Luisa, estos primos venían de la ciudad, los que mas pasaban tiempo en la finca era el Jhonny, el Vinci, el Rulo y el Bocho, a veces las primas venían pero con las madres y por unos días.
Siempre que nos juntábamos los primos estábamos pensando en hacer bromas, y un día le cayo la suerte al Bocho a quien le inventamos una mentira para hacerle creer que había una chica muy linda en el secadero que gustaba de el.
Le dijimos que la chica era rubiecita y una monada, que en general se quedaba en el secadero a cuidar los hermanitos y por eso no se la veía en la cosecha, que si el quería le arreglábamos una cita; quedamos en que ella lo esperaría en la parte de atrás del secadero, al anochecer.
Con Agustín hicimos un arreglo de que el se disfrazaría de gaucho con un sombrero de ala ancha y con pañuelo del cuello que le cubriría hasta los ojos, además llevaría un enorme cuchillo al cinto, el que usaría para asustarlo al Bocho, Agustín se haría pasar por el padre de la chica y cuando el Bocho llegara al secadero le saldría al encuentro blandiendo el enorme cuchillo y preguntándole quien era y que quería, pegando sobre los arbustos con el cuchillo. Ante esa circunstancias el Bocho salió corriendo y Agustín detrás como si quisiera alcanzarlo, el bocho que era gordito corrió de un solo tirón la distancia que lo separaba de la casa, allí estábamos los primos que no dijimos nada salvo escuchar lo que Bocho asustado contaba; la luna llena se reflejaba como si ella si pudiera reírse.

Siempre que podíamos salíamos todos a caballo, íbamos a diferentes lugares, algunos eran los mas preferidos, como el canal Los Andes, pues tenía agua y sombra que en los días de verano eran bienes muy preciados, los primos eran pocos expertos en cabalgar y siempre inventábamos un juego en que para salvarse había que correr. El preferido era corrernos con unas varillas de sauces largas y pegarnos azotes cuando quedábamos a distancia.Para ello había que tener un caballo ligero y hábil para escapar haciendo piruetas, el juego terminaba cuando alguno se quejaba de que había recibido muchos azotes.
Cuando papá decidió construir la casa de campamentos nos fuimos a vivir a Rivadavia, allí conocimos nuevos amigos y amigas con costumbres que nosotros no teníamos, como hacer las fogatas para San Pedro y San Pablo, cortábamos pasto de todos los baldíos y juntábamos ramas y maderas de cualquier lado, entre todos los chicos hacíamos una pila que a las 12 de la noche le prendíamos fuego, gritábamos y corríamos alrededor del fuego con una algarabía que nos generaba un estado de excitación singular.
En Rivadavia se construía una casa frente a la nuestra era de un familiar de una tía que vivía al lado nuestro, esa casa servía de escondite para muchas de nuestras travesuras, cuando estábamos muy en silencio venían a buscarnos y nos llevaban a cada uno para su casa.
EL DIQUE
Los días de verano nos íbamos al dique, un lugar donde se distribuía el agua para los diferentes cultivos: viñedos, durazneros, ciruelos, perales, que regaba el agua del rió tunuyan, era un lugar peligroso porque se habían ahogado muchos nadadores en la olla del dique Medrano.
El camino lo recorríamos a caballo, quedaba distante de la finca y tardábamos unas cuantas horas en llegar, íbamos al galope y al paso, en los caballos que diariamente usábamos. Siempre teníamos cuidado al meternos al agua, en la olla no nos metíamos y a veces nos metíamos en el río después del dique.En los canales también era peligroso meterse por la correntada que llevaba el agua y lo profundo que eran.
El dique Medrano era un dique derivador, su diseño tenía compuertas que regulaban la salida del agua hacia canales que estaban a cada lado del río, hacia la derecha salía el canal Los Andes y hacia la izquierda el canal San Martín, ambos eran canales muy grandes que repartían el agua a cada lado del río, generando la superficie bajo riego mas grande del país.
Actualmente han construido el Dique El Carrizal que está aguas arriba del Dique Medrano, y es un dique de embalse con una gran superficie de agua. Sirve para acumular agua para los periodos de sequía.Allí han desarrollado muchos deportes náuticos y se ha generado un polo de turismo para todos los habitantes de Rivadavia, San Martín y todas las ciudades de Mendoza.
LAS CACERÍAS DE PATOS Y OTROS BICHOS EN LAS LAGUNAS
A las lagunas que se formaban aguas abajo del dique Medrano venían los patos en invierno a dormir, algunas eran profundas y cazábamos desde la orilla, llevábamos mi perro Tell que se metía al agua y sacaba los patos muertos, en las lagunas menos profundas nos metíamos con pantalones largos, que eran viejos para cazar, si era en invierno nos moríamos de frío. En verano no cazábamos porque los patos hacían nidos y andaban con sus crías, además de patos habían taguas y otras aves, habían patos de diferentes especies los llamábamos: bélichos, sirirí, zambullidores,…también habían garzas blancas y grises.
En las lagunas había nutrias grises que también las cazábamos en invierno.
A las que cazábamos en verano eran las ranas que las hacíamos fritas y eran muy ricas.
En algunas de las lagunas los caballos se hundían hasta la panza y cazábamos desde la montura para no mojarnos y poder llegar hasta el centro de la laguna que era donde se asentaban los patos cuando venían en las tardecitas de los campos donde comían.Para juntar los patos llevábamos una bolsa de arpillera, de las que se usaban para embolsar cebada (de 50 kilos) y siempre cazábamos algunos pero nunca la llenábamos.
Cuando regresábamos ya era de noche y veníamos cruzando campo por unas huellas que estaban bordeadas de chañarales, veníamos a todo galope y nos rozábamos con las espinas de los chañares, entrábamos por el fondo de la finca y soltábamos los caballos para que se fueran al potrero.Una cacería de patos en el invierno, mi tío Toto llevaba licor de cognac y le dio de beber a mi hermano, este se emborrachó de tal manera que apenas se tenía arriba del caballo, cuando llegó a casa le debieron ayudar para que se baje…nunca más quiso probar esa bebida.
LOS GATOS DE LA BODEGA VIEJA Y LAS PALOMAS
La bodega vieja estaba abandonada, servía como criadero de palomas y gatos, los gatos tenían alimento en los pichones que nacían todas las primaveras y veranos en un equilibrio ecológico, también las palomas adultas eran parte de su alimento cuando llegaba el otoño, a las palomas las cazaban cuando dormían sobre las cabriadas de madera que sostenían el techo de chapa de zinc.
Los gatos eran salvajes y nómades, se pasaban de una finca a la otra, iban de la bodega a mi palomar y lo mismo que hacían en la bodega hacían en mi palomar, se comían las palomas y los pichones , pero en mi palomar tenían un enemigo natural que no entendía nada de ecología ni de equilibrio ecológico , ese era Yo con mi perro Ojito, un Fox Terrier chiquito, blanco y muy malo, salvo con su dueño. Inventé un método de cacería de los gatos, que consistía en hacer que los gatos corrieran hasta meterse debajo de una pila de troncos, palos de álamos que estaban apoyados sobre palos atravesados y colocados a lo largo, entre los palos quedaba un hueco que formaban los palos al poner la segunda fila de palos atravesados. Allí se metían los gatos y de allí los sacaba Ojito para que yo con una escopeta los cazara a la carrera al salir.
Estos gatos eran especialistas en palomas por su origen en la bodega, pero había un gato que me comía los conejitos de angora, no lo podía descubrir hasta que me quedé al lado de el pozo de la conejera y vi salir de adentro al enorme gato negro de mi nona Luisa, lo esperé que se metiera debajo de los palos y con Ojito lo asuste, cuando salió tuvo una muerte piadosa: un tiro en la cabeza . Lo enterré bien profundo en el parque de pinos y tuve que mentirle a mi Nona y a Rita, la empleada, quien me crió de chico y me mimaba, pero sospechó que el Juan Domingo había muerto por andar entre mis conejos y se enojó mucho porque era su gato mimado, el cual no debía comerse los conejos, porque le sobraba comida, pero su instinto cazador pudo más

LAS CACERIAS EN LAS SIERRAS
Al comenzar el invierno empezaba la temporada de caza, nos preparábamos para salir de excursiones y entre los lugares que elegíamos con frecuencia estaban los cerros que se extendían al otro lado del canal Los Andes.
Nuestras salidas eran de diferentes modos: o en sulky, o a caballo, o en un jeep guerrero, llamado así por la sencilla razón de que eran jeep que los habían vendido en el puerto de Buenos Aires y los traían como rezago de la segunda guerra mundial. Tenía techo de lona y podía desarmarse entero, quedando completamente descapotado.
Algunas veces salíamos sin el techo lo que nos permitía cazar desde arriba del jeep y tirar en cualquier dirección, generalmente le tirábamos a las liebres criollas también llamadas maras o patagónicas.
Un día salimos mi tío, el negro, Aguirre y Yo que tendría 12 años y salía a cazar desde los 8 años con mi mamá , mi papá o mi tío Hugo,
Esta cacería fue inicialmente y finalmente muy accidentada, al principio se nos cruzaron un grupo de liebres criollas y mi tío con una carabina calibre 22 largo mató a una de ellas, yo para mirar si la liebre había caído me subí al paragolpe del jeep deslizándose una de mis piernas por entre el paragolpe y el radiador causándome un terrible raspón en la canilla con el dolor que es de imaginar, me costó un rato largo que se me pasara el dolor y pudiera caminar. Eso fue a la mañana, al medio día prendimos el fuego, para hacer el asado, el día no era un día cualquiera, corría mucho viento y esta fue la causa de que se nos arrebatara el asado, siendo esta la segunda desgracia que sufrí en el día, nos fuimos sin comer a recorrer el campo y tampoco encontramos cacería, cuando habíamos recorrido unos cuantos cañadones decidimos volver, serían las cuatro de la tarde y al tratar de subir con el jeep un cañadón, que es un canal de paredes altas, que hace el agua de lluvia, nos dimos cuenta que el embrague estaba roto.
Allí se quedó plantado el jeep y nosotros maldiciendo a los cazadores que habíamos remolcado el día anterior por esos mismos caminos, sabiendo que podíamos romper nuestro jeep , ahora no teníamos quien nos auxiliara y teníamos 30 kilómetros para recorrer a pie, debimos dejar la liebre porque era mucho peso si a ello le agregamos el peso de las escopetas y el rifle; como tenía que ser, la escopeta mas pesada era la mía(de mi papá) una escopeta calibre 12 grande, marca Browing de la Fábrica de Armas de Bélgica, cargaba 5 tiros y era de repetición automática.
El camino empezó con luz de día pero cuando habíamos caminado dos horas se hizo de noche, por suerte era una noche estrellada, como la mayoría de las noches de invierno, pero muy fría, como todas las noches de invierno en los cerros.
Caminando se nos pasaba el frío pero el Negro tenia un terrible cansancio y pedía a gritos que lo dejáramos en el camino, que lo mataran; caminábamos una hora y parábamos 10 minutos.
A eso de las 3 de la mañana llegamos al puesto del paisano Pérez, donde criaba cabras, el nos conocía y nos prestó un sulky para ir hasta nuestra casa, con el tío Hugo éramos vecinos y el Negro Aguirre vivía cerca de casa, así que fuimos a llevarlo y luego dejamos el sulky en casa y el caballo en el corral.
Al otro día buscamos el repuesto del embrague y en otro auto de la nona Luisa fuimos a buscar el jeep que lo reparó el tío Hugo, unos peones de la finca fueron a caballo a llevar el sulky.
LAS CACERIAS EN SAN LUIS
Las cacerías que hacíamos en San Luis podían realizarse en diferentes lugares de la provincia, íbamos al sur cerca de Buena Esperanza, tierra de caldenes y avestruces donde el camino era un prolijo serrucho, que cuando lo transitábamos nos hacía mover la cabeza para abajo y para arriba y cuando viajábamos de noche yo me dormía y rebotaba de un lado para el otro. A pesar de que había muchos avestruces no los cazábamos porque no era un ave a la que le sacáramos provecho.
El lugar era muy lindo, los caldenes de gran porte formaban un hermoso bosque salvaje, los animales que habían eran martinetas copetonas y montaraces, estas últimas típicas del lugar se encontraban en áreas muy limitadas, tenían una manera de volar pegada contra los montes lo que hacía muy difícil verlas, además su vuelo era como cambiando de dirección en forma permanente lo que hacia difícil cazarlas.
Otro animales que había en el bosque eran chanchos jabalíes los cuales eran muy difícil de encontrar, para cazarlos había que esperarlos a la orilla de una represa, a donde venían a tomar agua y a meterse en el barro, no nos gustaba ese tipo de cacería al acecho, ni cazar jabalíes, porque no había oportunidad para los chanchos de escapar. No obstante una vez tuvimos que matar un enorme chancho jabalí que salió de entre los matorrales y atropelló al grupo de cazadores, como se supone todos accionaron sus armas y el jabalí cayó pesadamente después de recibir varios impactos.
También íbamos a la zona de diques; La Florida, San Felipe, allí cazábamos vizcachas y pescábamos pejerreyes y truchas en el río de salida del Dique La Florida.
Una noche fuimos a cazar vizcachas por el camino que va de la ciudad de San Luis hasta el dique San Felipe era una noche fría de invierno que nos obligaba a ir muy abrigados, cazábamos vizcachas con un rifle 22 largo con munición “punta hueca” que las fabricaba mi tío, las hacía con balas comunes a las que les agujereaba la punta con una mecha muy fina. Esa noche fue un éxito, cazamos 44 vizcachas y llenamos el jeep de modo que no había lugar para poner más vizcachas, una anécdota graciosa fue cuando habiéndole pegado un tiro a una vizcacha esta salio corriendo dando vueltas en círculos sin morir, hasta que chocó contra el palo de un alambrado y se “mató” del golpe.
A la madrugada las empezamos a destripar, fue la parte más fea de la cacería pero debíamos hacerlo porque de lo contrario se echaban a perder, les poníamos sal y cuando llegábamos a casa las preparábamos en escabeche, luego las poníamos en un frasco con tapa y de ese modo las vizcachas duraban todo el año. Las juntábamos con las liebres, las perdices y las martinetas, también en escabeche y las guardábamos al fresco de la despensa.
Otro lugar de San Luís que frecuentábamos era la orilla del río Desaguadero, límite con la provincia de Mendoza, allí cazábamos liebres maras o criollas y martinetas copetonas. Las liebres las corríamos por los salitrales junto al río y desde arriba del jeep les tirábamos a la carrera.
Al llegar la noche buscábamos un lugar donde repararnos del frío y era muy fácil encontrar ranchos abandonados. Una vez nos quedamos en un rancho que tenía una pila de palos, que según el Negro Aguirre le servirían para hacer una protección para su colchón , la brillante idea le sirvió para que las deformaciones de los palos se le marcaran en sus costillas y a la mitad de la noche estuviera loco de dolor.
LAS CACERIAS EN CORDOBA
Un día de invierno y una semana antes de comenzar las vacaciones, de la escuela Normal a la cual yo iba desde los 11 años, mi tío me dijo que iríamos a cazar a Córdoba, esa semana fue de una excitación mayúscula, empezamos a preparar las cosas que llevaríamos para una semana de cacería y no eran solo cartuchos lo que necesitaríamos, habían una gran cantidad de elementos que llevar.
Lo mas trabajoso fue preparar el carrito para llevar los tres perros, teníamos uno que lo agrandamos y dividimos en dos, llevábamos dos perros pointer y uno cruza de pointer con braco, los perros eran excelentes cazadores los pointer cazaban venteando y muy rápido el otro era mas tranquilo.
El carrito era de piso de madera con una estructura de madera recubierta con una tela de alambre, con gomas de auto y un enganche. Tenía una puerta en la parte trasera y otra en la delantera. Al carrito le reforzamos el enganche que ya lo habíamos usado, para asegurarnos que ningún perro saldría volando al desprenderse del jeep. Una vez que estuvo listo salimos a probarlo por los potreros de la finca, con dos objetivos: probar que la lona que cubría el carrito no se volaba y que los perros soportaban ir cubiertos con una lona, esta lona era de las que usaban los camiones que transportaban la uva a la bodega y servía de reparo del viento y del frío.
El carrito tendría unos 3 metros de largo, dividido en una parte delantera de 1 metro y una trasera de 2 metros, la parte delantera la usamos para llevar las damajuanas con vino, pero fundamentalmente una gran cantidad de damajuanas de agua porque al lugar de Córdoba donde íbamos el agua era salada, y salvo el agua de los aljibes no había agua dulce disponible y estaba racionada.
Llevábamos agua para nosotros y los perros y toda era la misma, las damajuanas de vino eran en su mayor parte para regalar a Don Pascualin el dueño del hotel al que íbamos, y para los encargados de los campos donde entrábamos a cazar.
El carrito en la parte trasera, donde iban los perros, tenía un arreglo con pasto desmenuzado, bien mullido lo que permitía a los perros abrigarse e ir echados sin sufrir los golpes del viaje.
Otro sector de carga era la parte de los asientos traseros del jeep, que era muy cortito como todos los jeep auténticos y los primeros que salieron 4x4, allí llevábamos los cartuchos y las escopetas, la cantidad de cartuchos era sencillamente descomunal, en aquellos tiempos una cacería de perdices entre tres cazadores permitía tirar como mínimo 150 tiros al día, mas aun si llevábamos tres perros que barrían el campo a una velocidad asombrosa, levantando perdices, martinetas coloradas, liebres y cualquier animal que estuviese en el pastizal:mulitas, peludos, patos, zorros. A los zorros no los cazábamos, porque había que sacarles el cuero enseguida por el olor que echaban, y para lo único que servían era para curtir los cueros y hacer ropa de cuero lo cual requería cierta habilidad, si bien eran indumentarias valiosas si se las sabía confeccionar.
También llevábamos en el jeep unas frazadas, para usar en el viaje, para taparnos nosotros y también a los perros; el día que elegimos para salir era uno de los más frío del invierno en el mes de julio, el jeep no tenía calefacción y la cubierta era de lona, aunque estaba bien cerrada pero lo mismo era frío en su interior y mas cuando la temperatura exterior era de 8 grados centígrados bajo cero (menos 8 grados)
A la hora prevista salimos de viaje mi Tío, el Negro y Yo, los tres perros y el cargamento de cosas, al iniciar el viaje nos propusimos viajar dos horas y parar 15 minutos, darles agua a los perros y un poco de comida para que no les hiciera mal el viaje. Revisar el enganche y comer algo nosotros con un poco de agua y poco de vino, El día de la partida fue un viernes a las 7.00 de la tarde, la intención era viajar toda la noche y llegar de día a Córdoba. Llevábamos conservas en lata, pan, carne para el asado del día de llegada a lo de Pascualin, frutas en almíbar caceras y escabeches que el mismo Tío Hugo preparaba, una costumbre muy familiar, todos estos elementos eran consumidos durante el viaje y en las cacerías, pues de no llevarlos se nos dificultaba el aprovisionamiento en un lugar donde el campo que recorríamos, era campo abierto sin ninguna posibilidad de conseguir un almacén con alimentos. La expedición salía con la despensa bien provista para una semana de viaje, alimentos que al terminar el viaje se habían consumido y le dejaban lugar a las piezas de caza, quedando un poco de agua y algunas latas para el camino de regreso.
El programa de viaje lo cumplíamos tal cual lo previsto, si bien no íbamos rápido íbamos a velocidad constante, cumpliendo las etapas con regularidad: Río Desaguadero, San Luís, Villa Mercedes, a las 4 de la mañana estábamos tomando café con leche en Villa Mercedes por el camino antiguo, que entraba por la ciudad, le dábamos leche caliente y comida a los perros para que soportaran el frío,
La parada en Villa Mercedes fue muy agradable, habíamos pasado 9 horas de viaje y mucho frío dentro del jeep, todavía nos quedaba un tirón pero ya habíamos hecho mas de la mitad del viaje.
En Córdoba íbamos a lo de Don Pascualín, un viejo italiano que tenía un hotel en la localidad de Mataldi, en esa época era un caserío con no muchos habitantes situados en la pampa cordobesa , que tenía como principal medio económico la producción agraria: trigo, maíz, cebada, centeno, en esa época no se cultivaba soja; estoy diciendo que esto sucedía en el año 1954 y la soja no se explotaba en el país, en la forma intensiva que se hizo después.Pascualin vino escapando de la segunda guerra mundial, como muchos italianos que vinieron después de 1940.Era flaquito, chiquito y como todo italiano del campo hablaba en cocoliche, mitad castellano y mitad italiano. La zona no tenía ningún hotel y Pascualín habilitó el primero de modesta construcción y para un tipo de usuario de bajos recursos: peones de campo, cosechadores de maíz, algún viajante; tenía la clientela mínima, justo para mantener el hotel, no hacía fortuna, le alcanzaba solo para vivir. No obstante a la poca calidad del hotel se imponía el buen trato de Pascualin y su señora y se hacía grato pasar allí una semana.
Las cacerías se realizaban durante el día, desde que salía el sol hasta el atardecer. Llevábamos agua en damajuanas y cantimploras, para todo el día y llevábamos comida en lata y algunas veces hacíamos asados, cosa que no era frecuente porque perdíamos tiempo y dejábamos de cazar.
Nuestro objetivo era cazar primero perdices y luego martinetas alas coloradas, y copetonas que son las martinetas más comunes, luego cazábamos con limitaciones liebres, mulitas y peludos. Las mulitas son los quirquinchos mas chiquitos, al igual que los peludos salen a comer de noche, pero también se los encuentra de día y escapan apenas sienten un ruido y se meten en la primer cueva que encuentran a su paso, para sacarlos de la cueva se los agarra de la cola y se les mete el dedo en el cul…de esa manera aflojan sus patas que agarran del costado de la cueva, se “arrugan” y así es posible sacarlos.
Las mulitas son más chiquitas que los peludos, pero más ricas, si se saben preparar y cocinar.Cocinados al horno parecen un lechón, pero más sabroso, es carne magra salvaje y es importante al prepararlos sacarles las glándulas que le dan mal sabor.
Una noche cuando volvíamos al jeep, encontramos un dormidero de martinetas coloradas, en una loma del campo que estaba con la vegetación salvaje, sin arar, era noche de luna y con la luz de la luna cazábamos al trasluz martinetas que volaban pesadas y ruidosas, fue una experiencia divertida
Otro día andando por los caminos internos de los campos encontramos una bandada de martinetas coloradas, contra el alambrado habían cardos rusos y las martinetas se escondían en ellos, mi tío Hugo que había visto una escondida y que no se volaba me llamó para que Yo la cazara, su intención era que Yo le tirara al vuelo cuando esta se volara asustada por el pie de mi tío, pero no le di tiempo y la maté desde un metro, en el suelo, haciéndole un agujero en el lomo, quedando solo la pechuga sana. Esta fue mi primera martineta colorada y única que cacé en mis cacerías.
Una tarde, a la oración, cuando cruzábamos la lomada que no estaba arada ni había sido cultivada por muchos años, se apareció de pronto delante de nuestros ojos un hermoso puma que empezó a escapar del grupo de cazadores, la distancia inicial sería de 80 metros, pero el puma pronto ganó espacio y mientras corríamos al jeep a buscar el rifle 22, el puma se alejó internándose en los campos sembrados con trigo, que empezaba a crecer en mitad del invierno, haciendo infructuoso el intento de cazarlo, Yo sentí un alivio especial al ver que el puma se escapaba. A pesar de las muchas excursiones de caza que hicimos nunca cazamos un puma, tampoco había ánimo en el grupo de hacerlo, puesto que no los buscábamos ni nos interesaba cazar un animal tan bello.
LA CACERIA CON RENATTO Y MI ULTIMA CACERIA
Renato era italiano, chofer de un camión que venia a buscar vino a la bodega de Pacifico Tittarelli, la bodega que estaba frente a casa, tenía un camión tanque de los grandes. El le llamaba a mi tío Hugo: Renato y como no sabíamos su verdadero nombre nosotros a el le decíamos también Renato, hasta que un día descubrimos la verdadera historia de Renato.
Renato era su compañero de viaje durante la segunda guerra mundial, en un camión de carga, un día le habían dado como única ración un par de galletas, el falso Renato se comió apresurado sus galletas y le pidió al verdadero Renato las que les correspondían,…¡¡”Me das la galleta”¡¡…¡¡”no”¡¡…¡¡no te la doy¡¡, de nuevo el mismo parlamento,¡¡Me das la galleta¡¡,¡¡no te la doy¡¡ En eso el maldito Renato tomó la ametralladora que llevaba junto al cuerpo y apuntando a su amigo lo partió por la mitad, el cuerpo sin vida quedó dentro del camión y el lo llevo por kilómetros hasta encontrar un lugar donde darle sepultura, lo enterró pero nunca enterró el recuerdo de su amigo , nunca llegó a comprender aquel acto de locura, aquel instante que nunca borró y siempre buscaba un “Renato” que le hiciera sepultar a su amigo y borrar su amargo recuerdo.
La amistad con mi tío surgió un día que Hugo andaba cazando palomitas entre los árboles del parque de la bodega de Tittarelli, se encontraron allí y empezaron a hablar, mi tío le contó que el Domingo iría a cazar martinetas al campo con unos amigos , Renato le pidió que lo llevara y el lo invitó.Ese día fuimos un grupo que no era el habitual, entre ellos un muchacho mayor que yo y que estaba cambiando la voz , se llamaba Corbacho, pero le decíamos Coluta por eso de la voz aflautada.
Cuando llegamos al campo, que se llamaba El Tigre, nos fuimos a cazar y habían quedado en el campamento el Coluta y Renato, fue una situación explosiva pues cuando Renato escuchó al Coluta hablar con su voz aflautada agarró la escopeta y le empieza a gritar:”Habla con voz de hombre cretino” y a renglón seguido le empezó a disparar con la escopeta que portaba, con tan buena suerte para el muchacho que no lo tocó ni una sola munición y le dio tiempo para esconderse en la caja de madera del camioncito rastrojero, a la par que llegaban mi Tío Hugo y el negro Aguirre, al escuchar los tiros que provenían del campamento.
Lo menos que le dijeron a Renato fue que era un loco y por
supuesto no lo dejaron arrimarse a ninguna arma. La cacería terminó allí.
Antes de este incidente yo había ido hacia un cañadon , al bajar al mismo por un corte que hizo la lluvia, un pequeño zorrito subía en sentido contrario al mío, en forma instintiva levanté mi escopeta Browing calibre12 grande de 5 tiros a repetición, el zorrito cuando me vio se quedó petrificado y no tuvo tiempo para escapar , le pegué un tiro de frente en la cabeza desarmándolo, lo dejé tirado, en el mismo lugar en que lo maté y ese fue el último animal que Fumanchu mató. Ya tenía 14, años y al año entrante me iría a San Juan a estudiar ing. química y allí terminaron para siempre mis cacerías con el tío Hugo y el Negro.
A través de los años y cuando Fumanchu era solo un recuerdo Jorge fue cambiando de actitud hacia los pequeños animales y nunca volvió a cazar perdices, liebres, vizcachas, palomas, pero esa actitud no se correspondió con la vida de Fumanchu que era un empedernido cazador, solo cuento aquí su evolución porque tengo pena por aquel falso mago al que mi tío Aldo le enseño las poesías de Neruda y que con el tiempo tuvieron intelectualmente mucha fuerza en el desarrollo futuro de la personalidad, buscando en Alma fuerte y otros poetas el respaldo filosófico para vivir sin seguir matando.
















































LOS AÑOS DE LA ESCUELA

Fumanchu fue a la escuela primaria N* 20, hasta “superior”, mientras que en otras escuelas había segundo grado y no había superior-La N* 20 estaba en, el paraje de La Verde, en el límite con Los Campamentos.
A segundo grado fue a la escuela Bernardino Rivadavia que estaba en el pueblo de Rivadavia, allí fue hasta 6* grado.
Al secundario fue a la escuela Normal República de Chile, que también estaba en Rivadavia, donde se recibió de maestro.

LA ESCUELA N*20
Voy a contar como fueron mis años de escuela, los chicos no me decían Fumanchu en la escuela porque ese era un sobrenombre familiar que me decía mi tío Aldo y rara vez mi tío Hugo, si bien en mi familia conocían mi sobrenombre nadie me decía por el mismo , solamente Aldo que fue el que lo inventó. En la escuela los chicos no me decían Fumanchu.
La N* 20 estaba como a 1 km. de mi casa (10 cuadras), aunque no estaba dividido por cuadras. Fumanchu empezó a ir por la mañana y eso no le gustaba mucho, sobre todo en invierno, que hacía mucho, pero mucho frío, en esa época los sabañones hinchaban los dedos de las manos y de los pies, algunas veces usaba guantes, pero no siempre porque los perdía, los guantes de lana eran tejidos a mano por mi mama.
El modo de llegar a la escuela era a pie o a caballo, al primer grado iba solo porque Coca empezó al año siguiente ya que es menor que Yo. En realidad fui poco tiempo con Coca a la N*20 porque nos fuimos a vivir a Rivadavia, a poco de empezadas las clases del grado superior y a la escuela Bernardino Rivadavia-
La N* 20 era una típica escuela de campo, de madera machihembrada, que en los días crudos de invierno, era muy fría, no tenía estufas en las aulas, salvo en la dirección. Estábamos acostumbrados al frío, ya que en las mañanas jugábamos con la escarcha que había en las acequias, nos tirábamos hielo duro y nos pegábamos, eso ayudaba a que nos salieran sabañones en las manos.
La escuela tenía un patio de tierra y no era fácil mantener el guardapolvo blanco limpio, ya que también era de tierra la cancha de fútbol, donde pasábamos los recreos los varones.
Las maestras venían del pueblo, en esa época Rivadavia no era ciudad, recién lo fue cuando Yo estaba en 6* Grado, por ese motivo las maestras viajaban en el ómnibus que recorría el camino de Rivadavia al Mirador.
Las clases eran muy entretenidas y todos aprendíamos con sumo interés. De la escuela N* 20 de la única que me acuerdo su nombre era de mi compañera de grado Cacha, que vivía frente a la escuela y con la que jugábamos aún en las vacaciones.
Los juegos en la escuela eran en la cancha de fútbol, el campo de deportes, que era de tierra, con dos arcos de palos torcidos y chiquitos, las maestras nos dejaban mas tiempo de recreo que el reglamentario, porque allí corríamos y entrábamos en calor y aguantábamos luego el frío del aula.
Para jugar al fútbol nos sacábamos el guardapolvo para no ensuciarlo, pero lo tirábamos al suelo y lo mismo se ensuciaba.
En los partidos participaban todos los chicos varones y no eran 11 contra 11, sino la ½(mitad) de la escuela contra la otra ½ (mitad).Eran partidos intensos, jugados con fuerza pero sin mala intención, no habían patadas arteras ni “fules” mal intencionados, aunque a veces salíamos con un tobillo hinchado,
La escuela tenía forma de U, en el medio quedaba el patio, en ese patio hacíamos la formación de la mañana, izábamos la bandera, cantábamos el himno y la canción de la bandera; también era el patio donde jugaban las chicas en el recreo. Allí se hacía sentir el invierno los días de temperatura bajo cero, cuando estábamos formados, días que eran muchos entre mayo y agosto, por suerte en julio había vacaciones y no teníamos que soportar el invierno esos días en la escuela.
En esa época no había electricidad ni gas en Los Campamentos, (ni tampoco estaba pavimentada la calle Florida), razón por la cual no era fácil calefaccionar la escuela y los inviernos crudos de Mendoza eran muy difíciles de soportar, los chicos nos enfermábamos con frecuencia y teníamos que quedarnos en cama, cosa que nos gustaba por no ir a la escuela pero que nos impedía ir a jugar o hacer otras actividades, nos ponían ventosas, y talegas calientes de afrechillo cuando nos engripábamos y teníamos fiebre. Las talegas eran medias rellenas de afrechillo que se calentaban al horno y se ponían en el pecho, las ventosas se ponían en la espalda eran de vidrio(parecidas a un vaso) y se las calentaba con alcohol, cuando se apagaba el alcohol se las ponía contra la piel de la espalda y al enfriarse se chupaban pegándose en la espalda, hacían succión que según los eruditos de aquel tiempo era lo que hacía bien, ahora nadie se pone ventosas y no se nota su ausencia curativa ,por lo que deduzco que no servían realmente para nada.
Estuve poco tiempo en la escuela N* 20, un año y un poco más, pero nunca me olvidé de ella, ni de mi maestra de 1*grado y aun ahora cuando paso y la veo a mi escuela vieja y abandonada, me parece que voy a entrar corriendo por el patio, a cantar el himno, porque ya llego tarde como era mi costumbre.
Cuando iba con Coca ella tenía 5 años y yo 6. Yo era un “guardabosque” de aquellos, que nadie le fuera a decir nada porque lo agarraba a piñas-Cuando nos fuimos a Rivadavia ella se fue al colegio de monjas , mientras vivíamos en el pueblo ella iba desde casa y volvía, pero cuando volvimos a Los Campamentos ella se quedó pupila en el colegio de la Congregación De María. Cuando terminó el primario se fue pupila al secundario en Mendoza en la misma congregación. Esas monjas muchos años después la alojaron en Italia cuando ella viajó a sacar la ciudadanía italiana, reconociéndola como una de sus pupilas argentinas y luego cuando viajo a Europa volvió a visitarlas por el afecto que les tenía. Coca tiene una hija en España, otra hija en Alemania y también un hijo allí, solo tiene un hijo con ella en Mendoza.

LA ESCUELA BERNARDINO RIVADAVIA
Mi cambio de escuela se debió a que nos fuimos a vivir a Rivadavia, porque Papá empezó a construir una casa nueva en Los Campamentos.
En la Bernardino entré en segundo grado ya que no había superior, que era donde yo estaba.
Al principio me costó adaptarme, pues el contenido de la enseñanza era diferente para segundo grado, pero al poco tiempo ya había alcanzado los conocimientos que me permitía desenvolverme con el nivel del grado, tenía una maestra buena que me supo llevar y pasé de grado sin dificultad, con un buen nivel para el año siguiente.
En el 3* grado tuve un maestro que le decíamos Chicho, era alto, tenía una edad aproximada a los 50 años, siempre había sido maestro y ya tenía poca paciencia para aguantar a los alumnos que se portaban mal, su manera favorita de reprimir a los que se portaban mal o no estudiaban era agarrarlos de la oreja, retorcerla hasta hacer girar la cabeza en 90 grados y pegarle muy fuerte en la nuca un cachetazo, por un motivo u otro el venía hasta donde estabas y te castigaba sin que pudieras predecir esa situación. Esa manera de educar era antipedagógica pero efectiva para mantener la disciplina y la atención. A pesar de que no se hacía querer lo recuerdo con cariño, ninguno de sus alumnos repitió el grado, gracias al empeño que Chicho ponía en sus clases, pero todos probaron el método de educar de Chicho.
En 4* grado tuve una maestra muy linda y dulce la señorita Leiva, los chicos estábamos todos prendados de la maestra y ella correspondía ese cariño con mas afecto y trato especial, sin retarnos lograba de nosotros lo mejor.
Nos enseñó muy bien y nos preparó para el exigente 5* grado, de la señorita Graciela, que era brava con los que no aprendían las reglas de tres. El 5* grado definía quien iba a ser el año siguiente el abanderado de la escuela. Yo salí abanderado y por eso figuraba en el libro que se editó para conmemorar la fecha que el pueblo cambió su denominación a ciudad de Rivadavia. Allí se publicó el nombre de los alumnos que eran abanderados de las escuelas del distrito y Yo era el abanderado de la única escuela primaria de la ciudad, la otra escuela era la Normal.
La escuela Bernardino Rivadavia era relativamente nueva, hacía pocos años que la habían construido, era de ladrillos a la vista y tenía media manzana de extensión. Era una escuela con aulas a lo largo de una cuadra de 100 metros, otras aulas estaban en la ½ cuadra del fondo y algunas al frente, en el frente además de la entrada a la escuela estaban los salones de actos y la sala de música, también había una sala, museo de piedras y animales disecados en vitrinas, la biblioteca ocupaba su espacio también al frente. Al costado y a la entrada estaba la dirección y la secretaría. Los patios estaban divididos en dos por una fila de aulas que estaban en la mitad de la escuela.
Podemos decir que la escuela tenía aulas a lo largo de una cuadra y en el fondo y en la mitad de la escuela una hilera de aulas paralelas a las del fondo, tenía un jardín contra las calles que rodeaban la escuela, contra el jardín daban los edificios, luego había una galería que recorría todos los frentes de las aulas y luego venían los patios el de adelante y el de atrás.
Los patios tenían baldosas rojas y estaban siempre limpios teníamos una portera y un empleado que se pasaban limpiando la escuela. La escuela funcionaba mañana y tarde con grados A Y B.
Los bancos eran de un cuerpo tenían el pupitre de un alumno y el asiento de otro, se ponían en filas de a dos, con una fila pegada contra la pared, entre las filas había un espacio para caminar y en total habían 40 asientos, muchas de las aulas tenían menos alumnos, pero cuando la ciudad creció la escuela quedó chica y debieron poner turno noche.
Para las fiestas patrias Yo era el encargado de izar la bandera, junto con los otros alumnos que pasaban a la bandera, los días de clases normales yo pasaba pero no izaba todo los días la bandera , solo algunas veces me correspondía ya que era grado por grado un día cada uno.

LA ESCUELA NORMAL
Cuando empezamos el secundario, empezaron a viajar en el colectivo que nos traía a la ciudad, compañeros nuevos que venían de otras escuelas de Gargantini, La Central y el Mirador y entre ellos empezó una chica que con el tiempo fue la esposa de mi hermano. Nos hicimos muy amigos ya que fuimos compañeros de aula hasta el ultimo año, el 5* año cuando nos recibimos de maestros.
Chicha que de ella se trata fue una alumna aplicada y de las pocas que ejerció de maestra en su vida diaria, era calladita rubiecita y muy buena compañera, todos la queríamos y fue muy triste cuando supe del accidente que le costó la vida, en su auto nuevo junto con su mamá. Sus hijos pequeños, mis sobrinos salvaron su vida milagrosamente en ese accidente, por suerte y gracias a Dios ahora puedo disfrutar de ellos y de mis sobrinos nietos hijos de Gisela y Fabián.
Si bien esta pretende ser una historia de la época de la escuela de Fumanchu, haré aquí un aparte para contar cuando bautizamos a Gisela, ya que Yo soy el padrino de bautismo, Gisela era una cosita rubiecita, gordita y muy hermosa, además de ser mi sobrina era desde ese día mi ahijada y como tal la siento, además hemos tenido siempre una relación muy buena. La iglesia donde la bautizamos pertenenecía a una pequeña parroquia privada, propiedad de la Bodega Catena, en esa época vivía el fundador de la bodega don Emilio que era muy amigo de papa, ya que este le vendía la uva casi todos los años. La parroquia estaba entre medio de los viñedos y tenía un aspecto de paz y sencillez como correspondía a una parroquia en el campo.
Como dije con Chicha fuimos todo el secundario juntos, en tercer año tuvimos un profesor de física y química que fue el orientador de mi carrera de ingeniería química, este profesor era el preferido de Chicha a quien le tenía gran admiración y respeto, este profesor, Palacios de apellido, había venido junto con otros dos profesores del Instituto del Profesorado de Catamarca, allí enseñaban todas las materias del secundario y emitían títulos por materias. Así vino un profesor de matemáticas el Señor Pintos, otro de Literatura el Señor Tolosa y el señor Palacios.
Todos ellos le dieron una gran jerarquía a nuestra escuela.
Cuando decidí estudiar ingeniería química, me preparé en matemática, trigonometría, física y química, con el profesor Pintos, empecé un año antes de terminar la escuela, iba a su casa los días sábado toda la mañana. Terminé el secundario con conocimientos que no eran parte de la enseñanza que tenía como maestro, así aprendí trigonometría en un gran nivel que me sirvió junto con matemáticas, física y química en la universidad.
Los años del secundario, fueron muy divertidos, fueron los años donde aprendimos a bailar, íbamos a casa de los amigos y organizábamos bailes, con algunos de ellos
llegamos a hacer hasta un baile por semana. También en esa época del secundario empezamos con las noviecitas, la que fue mas en serio de todas ellas fue Mirtha, una chica morocha, alta, muy enérgica y decidida, preciosa reina de la nieve de la ciudad, la quise mucho por ser mi novia de aquellos años juveniles, mi primera novia, la primera que se enteraron en casa, pero no la conocieron a pesar de los dos años que estuvimos juntos. Le di mi primer beso apasionado, en una calle arbolada, una tarde de primavera, también pasé con ella mi última fiesta del estudiante, la del 21 de septiembre, fuimos a un parque que era un bosque salvaje de pinos y eucaliptos de grandes dimensiones. Allí pasamos el día con un grupo de amigos .Recuerdo a una amiga muy querida y especial ella era Susana. Cuando la tarde caía nos habíamos dado “cincuenta” besos ya que no los pudimos contar.
Nos separamos cuando yo me fui a San Juan, entonces empecé a verla cada vez menos hasta que nos dejamos.
La fiesta mas linda que hicimos fue en mi casa, con todos los compañeros de 5* año, los dos quintos, los varones y las chicas, fue la fiesta de despedida, poco antes de recibirnos de maestros. La fiesta consistió en un asado campestre. Mi casa era enorme y quedaba en el medio de quintas y viñedos.
Hicimos el asado en el parque de la casa, luego de comer y de tomar salimos a recorrer la finca, entre los amigos estaban algunos que luego irían a San Juan: El Turco y Barullo, también estaba el Loco, que se puso a correr con un caballo pura sangre, por el pavimento nuevo de la calle Florida, fue muy peligroso. La fiesta terminó muy bebida, todos alegres y algunos borrachos que no podían caminar, pero también terminó bailada, aunque éramos menos barones, casi por la mitad que las chicas, todos se divirtieron, hasta que llegó la hora de irse y nadie quería hacer punta.
Cuando nos recibimos hicimos una gran fiesta en un salón, el Club Social Agustín Álvarez. Durante el año juntamos plata para el viaje, que hicimos a Córdoba, de egresados y esa fue la última actividad que realizamos juntos los alumnos del 5* año, de la escuela Normal República De Chile, año 1957.

Texto agregado el 04-10-2007, y leído por 931 visitantes. (0 votos)


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