Aquí yazgo yo,
el de hace algunos días,
triste, melancólico,
de un casi llanto bucólico,
seguro en su inseguridad,
con el alma abierta
pero no entregada.

Aquí nazco yo,
inseguro de su seguridad,
agnóstico católico ritualista,
amante pendenciero suicida,
con ojos cambiados
de mirada amablemente odiosa;
con el alma cerrada,
pero no encerrada.

Así perezco yo,
solamente acompañado,
de quien en su enfermo juicio
decida acompañarme,
en este mi alegre lecho de muerte
y mi triste cuna de nacido.