Trepé al castaño y observé sin pestañear como lentamente se desplomaba aquel sueño, tanto sudor, tanto esfuerzo y tanto empeño para ver como ante mis propios ojos la crueldad del destino volvía a castigarme.
Yo la había amado o quizá solo la desee en mis sueños, la había sentido tan cerca, era ya parte de mi corazón. Corazón cansado de esperar siempre y de inquietarse por todo.
De pronto noté el crujir de una rama y el poder de la gravedad se apoderó de mi cuerpo dejando la existencia y también mi amor por ella. Ya, me besó la muerte.