-Buenos días, habla con Marianne, ¿con quien hablo yo?-Me voy a matar-Se ha comunicado con el lugar indicado, esto es una línea de ayuda profesional, pero por favor, dígame con quien hablo–Si tan importante es mi nombre se lo daré: Yo soy todos los hombres y nadie a la vez. Fui ángel y ahora seré demonio, seguramente mas adelante seré dios; el abecedario de cualquier lengua no me alcanza para mi apellido y mi nombre tiene únicamente tres letras. No teniendo tiempo para pequeñeces, si necesita un nombre llámeme Adán. Mas eso no es lo importante, yo me voy a suicidar-Piénselo bien...la decisión tomada...es preciso pensarlo con calma, no precipitarse...las cosas suelen ser difíciles a veces...-Cállese, no me interesa su limosna hecha consejos, no llame para hacerla heroína, quería que usted me diera ánimos, y ya lo ha logrado. Ahora, me dispondré a irme para siempre. En cuanto a usted, !Que mal hace su trabajo¡, ¿Cuántos deseos habrá coartado como lo quiso hacer conmigo?. ¿No se da cuenta acaso que usted fue contratada para A-YU-DAR?, ayude a las personas a resolver sus problemas, y si el problema es la vida pues...-¿Alo?, ¿alo?, por favor responda, ¿alo?. Hubo un momento en el que para Marianne nada existió. Nada afuera, pues adentro, en su propio ser, muchas cosas hubieron de pasar. La mejor amiga, preocupada por el aspecto sombrío de su compañera, se acerco y la requirió insistentemente. Los ojos blancos retomaron lentamente su bello color, aunque seguían sin mirar nada, se hallaban perdidos. De a poco volvió en sí, y lo primero que encontró fue una mujer, al momento recordó lo que recientemente le había confesado: -Desearía estar muerta, encontrarme de nuevo con mi mama, volver a ser feliz. Tres segundos bastaron para que Marianne sacara una navaja, apuñalara a su amiga y saliera corriendo de allí. |