Me declaro pregonero y marisquero de profesión. Anuncio a voces y alabo mi mercancía y a los posibles compradores si es necesario. Procuro que todos los oídos que alcanzan a escuchar se hagan de la noticia que en verdad los mejores preparados en vinagreta de mariscos los vende este servidor, que lo digo yo.

Rompe colchón, abre caminos, siete potencias, y el último mi amigo: el destroza bikini, que no hay quien le gane. Ese último lo patenté yo. Todos esos nombrecitos no son de gratis que yo mismo que le cuento, que he confirmado la teoría con la práctica. Las aluciones no son personales, se sabe científicamente que el fósforo alimenta la potencia.

Los hay para todas las posibilidades: el de pobre solo tiene arrechones (*) y calamares, se le pone salsa de tomate para que agarre sabor porque esa combinación solo con vinagre no sabe bien, efecto garantizado desde las 3 de la tarde a las 5 en punto; el de los ricos tiene lo mismo que el del pobre pero se le agregan camarones, pimentón, cebollita y bien sazonadito, con este si es que de 5 a 8 va directo vía satélite, pasando por “go” y cobrando 200; y el del millonario, es una delicia, con langostinos de adorno, grandotes y jugosos, sin escalas, si es que la esposa le aguanta y no tiene defectos de fábrica desde las 8 de la noche a las 8 de la mañana.

Como en toda profesión aquí se escala posiciones mi hermano, ha de empezar usted como ayudante de pescador de mariscos y moluscos, pero sin nadita de herramientas, a pura mano limpia pues, como quien dice. Todo tripón en la familia empieza por ahí. La pesca es algo de sentimiento, en mi pueblo es ya tradición y pasa de generación en generación. Lo más bello es pescar al calamar, todavía recuerdo cuando nos íbamos mar adentro con el viejo que por la falta de dentadura ni se le entendía lo que decía, y le pegábamos la lámpara de kerosene al mar, para ver a los calamares mareaditos como un hervidero. Cuando es temporada y hay poco viento hasta con la mano se podían agarrar, y se te ponían todas negras mientras los babosos brillaban solos de tanta luz. Ya hoy se acabó ese cuento; el muelle gana terreno malaya.

A los arrechones si se los agarra a mano pelada, y hay que perseguirlos porque cuando no es temporada hay de a poquitos. Cuando es tiempo se dan pero de a chorros y en todas partes; ahí pongo a los morochos a sacarme de a mil arrechones diarios y a mi mujer a hervirlos para que les brote la comida.

A mis 36 mercadeo por el cayo desde las 11 del día, porque hay que ver lo flojo que son los turistas. Con la cava y el sombrero e’ palma grito por todos lados y bromeo con la clientela: “llévela hoy que estoy dando crédito amigo, mire que se le ve desfallecido”; “se lo come en la mañana y me lo paga por la tarde, satisfacción garantizada”; “dejo en consignación sin garantía y hasta le doy a probar un poquito”. No faltan los tres por dos, y el combo playero, que incluye unas cholas de obsequio para que no se puye con el coral.

Le pongo corazón, si lo sabrá mi mujer. Pero que va, yo lo que quiero es reunir para comprarme un taxi y alquilar mi casita por temporada, porque así hizo mi compae’ Moncho y vaya que le va bien con la navecita blanca, claro que ahora huele a aceite quemado y yo prefiero el olor de la tinta del calamar. ¿Será que me quedo con los míseros 900 mil diarios que me da el pregón en la playa?

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*Nombre que se da en Venezuela a un pequeño molusco parecido a una caracol, que tiende a tener la concha y cuerpo verde debido al alto contenido de hierro y se cría en los arrecifes o peñascos del Mar Caribe