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El mosquito

Primero creyó que era su imaginación, pero luego tuvo la certeza que efectivamente sus sentidos no le habían engañado cuando sintió casi imperceptible, pero agudo y obstinado, el molestoso zumbido. Ya no podría conciliar el sueño por más que quisiese pues el estado de alerta e intranquilidad no le abandonaría hasta haber eliminado al intruso. Era un desafío para él ineludible: su vida o el desasosiego durante toda la noche. Encendió el bombillo y al instante tuvo la impresión de ver disminuida las dimensiones de la estancia. Siempre sucedía lo mismo, en la oscuridad todo se agigantaba, era como un universo para el solo, particular y conocido, donde la triste conciencia de su insignificancia se desdibujaba momentáneamente y era ingenuamente feliz.

Podía viajar entonces por un universo fantástico. La pequeña habitación adquiría dimensiones inimaginables, todo se multiplicaba en una progresión geométrica y su mente tan sensible, viajaba a través de los misterios del tiempo y del espacio. Le resultaban familiares entonces, las más lejanas constelaciones, las pequeñas enanas blancas, los misteriosos hoyos negros, la violencia serena de los vientos solares y mucho más allá, más allá del fin de los tiempos, casi hasta el comienzo de las cosas. El no podía comprenderlo, pero había descubierto en sus viajes, la redondez del universo.

Pero ahora había alguien más y su ilusoria alegría se resquebrajaba en mil añicos que a su vez se subdividían en tantas veces más hasta que desaparecía por completo todo asomo de su existencia. No había moscas en palacio y tampoco podía admitir a nadie más. Tuvo la firme convicción de hacerla realidad, aunque fuera lo último que hiciese. En el piso vio una bota, pero aunque en un principio lo intentó, luego de dos veces le pareció demasiado pesada para resolver el problema. Con un periódico viejo improvisó el arma, aunque sintió cierto desconcierto porque la prensa trata de resolver siempre las cosas con la elocuencia de la palabra, de todos modos, enrolló varias hojas de tal forma que adquiriera alguna consistencia y esgrimiéndola, se dispuso a liberar la batalla y llevarla hasta sus últimas consecuencias.

Se trataba de un caso policial. Lo primero fue iniciar la correspondiente investigación y ubicar al diminuto y fastidioso enemigo. Con mirada atenta y minuciosa buscó en cada centímetro cúbico de la habitación. Se trataba en este caso de un operativo de seguridad para dar con el paradero de un elemento encargado de subvertir el orden establecido. Se contaba con pistas seguras que en cuestión de momentos darían con su captura y sobre el responsable caería todo el peso de “la ley” (En este caso no se trataba del grupo de rock chileno, ni una llamada telefónica de la jefa de la casa).

Por fin lo localizó. Pensó en un arreglo negociado en un campo neutral como Camp David o tal vez una isla como Contadora. Él lo había visto muchas veces en la televisión. Era cierto que sus interese eran opuestos, por un lado la defensa de un territorio en expansión y por el otro la búsqueda de yacimientos alimenticios, pero se podía asumir el papel de embajadores y ofrecer una salida negociada al conflicto. Conversarían varios meses, parrandearían otros tantos y finalmente encontrarían un acuerdo satisfactorio que sería anunciado en una trasnochada y confusa declaración conjunta que ninguna de las partes cumpliría. Era lo usual en éstos casos.

En oportunidades anteriores, había utilizado la guerra química. Varios frascos con conocidas marcas de plaguicidas eran fieles testimonio de dichos enfrentamientos. La táctica militar empleada por su contrincante, había puesto en evidencia la inutilidad de ese sistema. Su enemigo que al parecer era insignificante, contaba con el indestructible instinto de la supervivencia, el cual ha sobrevivido a la secuencia interminable de los siglos.

El muy astuto volaba en altibajos de tal forma que por instantes lo perdía de vista. Subía, bajaba, daba vuelta, buscando un punto donde resultara desapercibido. Primero le lanzó varios golpes en abanico, pero desistió rápidamente de esta estrategia porque su adversario resultó ser más hábil de lo que parecía. El guerrero que aún no estaba en reposo, eludió el ataque y rápido, se ubicó justo encima del bombillo: No pudo dar un golpe, porque peligraba la integridad del mismo. Aquella situación iba más allá de lo previsto y dio por descontado que cualquier negociación bilateral resultaría infructuosa, de tal modo que decidió continuar con lo programado y resolvió, ahora sí de una vez por todas, a terminar cualquier lazo diplomático y dar el golpe. Rodó una silla y subiéndose, obligó al adversario a abandonar el refugio. Ya en campo abierto el asunto era diferente. Recordó algunos pasajes de una película China donde el espadachín manco acaba con facilidad con toda una serie de opositores. Pero luego de un tiempo de infatigable lucha, la inefectividad de aquel nuevo recurso, dio al traste con sus aspiraciones. Así, con inquebrantable fuerza de voluntad aplicó todos sus conocimientos logísticos aprendidos en el curso de Estado Mayor y finalmente y dado su alto sentido del honor, no quiso dejar consumir al enemigo todo el contenido del amargo cáliz de la derrota y de un certero golpe, para no prolongar su agonía, lo pegó entre el periódico y la pared.

Sudoroso y con la satisfacción del triunfo, se dispuso a dormir toda la noche a lo largo de más de cuarenta años. Ahora era hermoso y hasta la misma oscuridad le pareció luminosa. Aquel mundo suyo tomó la profundidad de lo inmenso y no supo cuando se quedó dormido ni sintió tampoco las picadas de cientos de miles de mosquitos...

Caracas,Marzo 2006

Texto agregado el 01-10-2007, y leído por 84 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
02-12-2007 Un texto que atrapa de principio a fin, muy original con un final descrestante. Mis cinco estrellas. ***** fabiangs
08-11-2007 Genial. Una lucha totalmente agotable..jaja, y digo yo, porque no probáste con el spray?. Lo relatas de una forma estupenda. Un saludo de una jaenera. currilla
04-10-2007 me encanto! muy bien descripta esa situacion tan comun, y tan molesta.. comfortablynumb
 
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