Dentro de unos instantes desbordarás pasión entre las sábanas. Yo sentiré tu cuerpo junto al mío y el placer ocupará esta cama prestada. Porque sólo en camas prestadas podemos hacer el amor, gozar de ese placer también prestado con ficha de entrada y de salida, tú y yo mientras ella piensa que estoy trabajando, enfrascado en una de esas interminables reuniones que otra vez me harán llegar tarde a casa, cansado y somnoliento.
Te quitarás la blusa muy despacio mirándome a los ojos para ver una vez más mi deseo ante tus pechos desnudos, hermosos, excelsos; y dejarás caer tu falda sobre la alfombra mientras yo me deshago de mis pantalones, y te deslizarás entre la ropa adelantándome el inminente goce mientras desabotono mi camisa y abotono mi deseo. Y me acercaré a ti, a tu cuerpo expectante tratando de saciar a la vez mi deseo y mi culpa. Mi pecado ante ti que nunca podrás ser más que un deleite prestado, un cuerpo en el que saciar mi ansia de juventud perdida, de aventura nunca vivida; mi delito ante ella que vendrá hacia mí sonriente cuando oiga la llave en la puerta para recoger mi maletín y mi cansancio, e intentará resarcirme por esas horas ingratas de reuniones aburridas, y mandará a los niños a la cama y acariciará mi pelo sin preguntar que tal me ha ido, esperando a que le cuente lo que es un imposible.
Y mis manos recorrerán tu cuerpo, y el mío arderá al roce de tu piel, y me sentiré dueño de tus muslos de mármol y descansaré en tus caderas antes de tomarte, de hacerte vibrar, gemir de placer. Pero en tus gemidos también escucharé el grito de la mentira que puebla nuestras horas, el aullido de la mujer abandonada, la que nunca será importante en mi vida mas allá de una habitación prestada y la que espera inconsciente de mi falacia, de mi abandono. Y te penetraré con furia, con la pasión que despierta en mí tu cuerpo perfecto y la fiereza del puñal atravesando ese trofeo que destila amargura.
Y finalmente, extenuados en la cama prestada miraré como estás desmadejada, tumbada boca abajo, disfrutando relajada después de amar o evitando encontrarte con mis ojos perdidos en el techo. Y te vestirás deprisa mientras yo entro en el baño prestado donde me coloco la camisa y la corbata, tú te arreglas el pelo a la vez que me pongo la chaqueta. Sigues mi indicación de bajar a la calle y montar en el coche, te acercaré hasta la esquina próxima a tu casa, no vaya a ser que nos vean juntos. Y mientras bajas del coche me odiarás durante un segundo porque sabes que sólo eres el aljibe donde saciar mi sed y mi deseo.
Y al abrir la puerta de mi casa oiré las risas de los niños, y ella vendrá sonriente a recoger mi maletín y mi cansancio, y la placidez de la rutina me hará convertir esas horas prestadas en una reunión inacabable que ella escuchará atentamente antes de acostar a los niños y sentarse junto a mí, buscar en la tele mi programa favorito y acariciar mi cabeza recostada en el sofá. Y tú no serás nada hasta que otra vez la rutina me haga marcar tu teléfono, y durante unas horas tenga otra reunión urgente y otra casa prestada y tú vuelvas a mí aún sabiendo que sólo te trae mi deseo.
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