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El hombre accede a su nuevo cargo exultante de alegría y con la encomiable intención de hacerlo lo mejor posible. Se coloca en el umbral de la puerta por la que se accede a su oficina, desde allí lo ve por primera vez, es su nuevo sillón, desde el que, sentado, escuchará las quejas de sus afiliados. Lo hará bien, está seguro, es el mejor, por eso lo han elegido.
Ha sido complicado, difícil, laborioso, pero lo ha conseguido. Había luchado por su puesto como delegado sindical en el pozo en el que trabaja con uñas y dientes, el cargo ya era suyo, ya no tendría que volver a bajar a la mina.
Los primeros días son de febril actividad; está en todo, a todos escucha. Artilleros y ayudantes, embarcadores y maquinistas, picadores y barrenistas, son atendidos con extremo interés; se implica en sus problemas e intenta solucionarlos de inmediato, es su deber. Los primeros enfrentamientos con la empresa no tardan en producirse, tal vez haya empezado demasiado fuerte, se lo tomará con más calma, con menos vehemencia.
El tiempo pasa y va cambiando de táctica, se siente cansado, no puede llegar a todo. Además piensa que tantos frentes con la empresa no pueden llevar a nada bueno. Le han hecho una oferta, le darán una buena categoría, no le piden nada a cambio. Y ya que trabaja tanto… no ve por qué no va a estar mejor remunerado.
Ya hace algunos meses que aceptó la propuesta de la empresa y aún no se arrepiente, pero se da cuenta que tendrá que pagar un precio. El ingeniero del pozo le presiona, en cuanto se suscita un conflicto, nada más abrirse una negociación para cualquier colectivo, lo primero que hacen es echarle en cara que cobra lo que cobra gracias a ellos, no le permitirán que se olvide de su delito, de su debilidad. Así, en las reuniones que mantiene, siempre se encuentra empequeñecido, no tenido en cuenta, despreciado incluso.
Mientras tanto el sillón se ha acomodado al cuerpo de nuestro protagonista, ya tiene la forma de su espalda y sus posaderas descansan plácidamente sobre el asiento.
Se ha acostumbrado a mentir, a engañar, a no decir toda la verdad, a informar sólo de aquello que le interesa, a mirar con rostro falaz a sus afiliados. No le preocupan los pequeños problemas y los grandes… esos no tienen solución.
Le llueven las críticas, la gente le atrapa en sus mentiras, le miran con recelo, incluso con odio, no le creen, no le respetan, ya se arrepienten de haberlo elegido.
Una mañana de junio, nuestro hombre, camina hacia su oficina. Llega, mete la llave en la cerradura, abre la puerta. Desde allí lo ve de nuevo, es su asiento, lleva impresa la forma de su cuerpo. Piensa… ¿Qué sabrán los que me critican? No tienen razón ¿Se creen que es fácil? Aquí me gustaría verles ¿Por qué los aguanto?.
Lo mira de nuevo: Mi sillón, mi tesooooooroo…



Texto agregado el 01-10-2007, y leído por 77 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
01-10-2007 y como ya es sabido, las razones, las aspiraciones y las verdades, son reemplazadas por la injusticia, la mentira y la falsedad. Me gustó. surenio
01-10-2007 ...y se cubren los ojos de la conciencia con la indiferencia!!!!! Aytana
 
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