GABRIEL.
Salí a caminar una noche por un callejón desolado y oscuro, los rayos de luz lanzados por lámparas barrocas delimitaban la callejuela perdiéndose antes de llegar al oscuro pavimento, como si quisieran ocultarme del resto de la humanidad. Caminaba, pensaba en lo finito de mi existencia, buscaba respuestas en los rincones, en el aire, en los olores, en fin, me atormentaba mi propio existir. Cruzando una calle oscura vi brillar una tenue luz cómplice de aquellas lámparas, y guiándome por un sendero sin yo saberlo. Me acerque al final del camino…. llegando encontré instalada a la mitad de una pequeña plazoleta construida en piedra, una mesa con cinco ancianos añosos y sonrientes a su derredor… muy sonrientes… en un ambiente tranquilo y rodeados de edificios antiguos de arquitectura española de fines del siglo XIX; observaron mi rostro desconsolado, pensativo, triste, y seguían sonriendo, pensé, haciendo algunas cuentas matemáticas y de probabilidades, calculando la edad promedio de los ancianos en mas o menos 80 años y me dije: a cada uno de estos amables señores les queda aproximadamente y siendo optimista unos 10 años de vida o de pronto menos. Aplique los mismos cálculos en mí propio ser, y me dije: me quedan unos 50 años de vida, según esa loca ecuación mental que me abordaba, me acerque y ante aquel grupo me presente, y les formule la siguiente pregunta: ¿Caminaba por estas calles preguntándome de lo poco perenne de mi vida, teniendo aún muchas cosas por hacer, imaginando que mi ser no trascendería; estos pensamientos me agobian y atormentan, cuando de pronto me cruzo con ustedes y los veo sonrientes, optimistas a su edad y me pregunto por que? Les pido perdón si mi pregunta es ofensiva.
A dicha pregunta contestaron los ancianos, quienes uno a uno se presentaron de manera muy amable, dando diferentes respuestas:
MANOLO: Pase 40 años de mi vida haciéndome las preguntas que tu hoy de formulas atormentando mis pensamientos y mi cotidiano vivir, entre pensar y pensar pasaron los años, hasta que llegue a la conclusión que no seguiría buscando respuestas, y me dedique a vivir los momentos, sonriendo, compartiendo con mis semejantes, y véame aquí feliz, las repuestas llegan solas en el aire, en los olores, en los sabores, en los amigos, en las cosas simples, y por sobre todo en la confianza en mi mismo, y así seguiré riéndome de la vida hasta el final de mis días si es que llegan y me doy cuenta.
PABLO: Yo en cambio he sido por siempre un soñador poeta, bohemio, despreocupado por las cosas materiales, me he dedicado a vivir los momentos intensamente. Nací para hacer lo que me gusta hacer y lo hago cada día con pasión, me gusta admirar la belleza, viajo cada vez que quiero duermo, vivo, siento, en fin soy una persona dedicada a las cosas simples y compartir con mis amigos, no busco respuestas por que no las necesito, doy respuestas y por sobretodo evito los callejones oscuros algunas veces son perjudiciales.
APOLINAR: Mi vida hasta hace unos años estuvo llena de amarguras, desdichas, desgracias, las que me hicieron malencarado, pensaba en el pasado y en el futuro, alejado de mis amigos me refugie en un mundo sombrío que me consumía día a día, no concebía hacer amigos ni relación alguna porque pensaba me iban a traer desdichas y decepciones, sufría en mi propio ser, hasta aquel día en que caminando levante la mirada, vi un mundo diferente donde la gente reía, lloraba, compartía, caminaba, corría, vivían, mientras yo me moría solo aislado, en un letargo existencial creado por mi mentalidad retrograda y egoísta, fue ahí cuando el cambio llego a mi, como ve mi sonrisa es el resultado de un proceso creado y ejecutado por mi.
RAFAEL: Soy lo que la sociedad denomina una persona adinerada, pase gran parte de mi vida abusando de los placeres, preocupado por poseer mas y mas riquezas sin importar causar daño para lograr mis objetivos, ni mucho menos detenerme a mirar las necesidades de otras personas, no me importaba nada mas que mi riqueza y por ella vivía, era un esclavo del dinero, como tu un día me senté en mi escritorio, hice algunos cálculos matemáticos y llegue a la conclusión que en lo que me quedaba de vida, así me lo propusiera no me gastaría ni la décima parte de las supuesta riqueza que poseía, entonces decidí superar mi obsesión por el dinero y este paso a otro plano en mi vida, hoy estoy aquí con estos maravillosos viejos compartiendo, viviendo de verdad.
Voltee la mirada hacia el ultimo anciano quien me miro y dijo: “YO SOY TU, dentro de 45 años”, en ese momento se desvanecieron, evaporaron, esfumaron, como por arte de magia desaparecieron, cerré mis ojos apretándolos, esperando al abrirlos verlos nuevamente, pero fue en vano, mire al suelo, vi 5 sobres blancos resplandecientes los levante metí a mi bolsillo y corrí asustado, me refugie en mi hogar, pasadas las horas cuando todos dormían me levante y tome los sobres, en un rincón me deje caer acurrucado, asustado, ansioso e inicie a destapar uno a uno los sobres, dentro del primer sobre encontré una hoja sobre la que estaba escrita con letra grande y color azul la palabra TRANQUILIDAD, el segundo contenía otra hoja, escrita en letra gótica estaba la palabra SOÑAR, el tercer sobre se encontraba manuscrita sobre una hoja la palabra DESPERTAR, el cuarto sobre en letra negra y sencilla estaba escrita la palabra VISION, el quinto sobre se encontraba en blanco. Desconcertado de todo lo sucedido esa noche, empecé a buscarle significado, y sin encontrarlo me quede dormido. Al día siguiente me encontraba acurrucado aún en el rincón, los sobres ya no estaban, desaparecieron mientras dormía. El único que no desapareció fue el de la hoja en blanco. Una tarde caminando por un pasaje comercial me detuve en una tienda de antigüedades donde compre un cofre en madera tallado a mano, según el tendero perteneció a un judío sobreviviente de la primera guerra mundial, era la reliquia precisa para guardar aquel papel blanco, mientras decidía que hacer con el.
Seguí mi diario vivir lógicamente marcado ante tal acontecimiento.
Me dedique a vivir la vida plenamente porque entendí que lo que yo fuese, como me comportase, como tratase a mis cercanos, de la forma como desarrollase mi vida, eso reflejaría, en otras palabras esos ancianos cambiaron mi forma de ver las vida.
Transcurrido un año abrí aquel cofre guardado con tanto celo e incertidumbre. Oh sorpresa aparecieron párrafos escritos en la hoja que estaba en blanco en letra temblorosa pero legible se encontraba escrito mi diario desde el día del acontecimiento insólito. Como los cambios en mi vida habían sido positivos no me asuste y guarde aquel papel con el mismo celo para que no me lo descubriesen.
Poseído de una tranquilidad por todo lo sucedido voltee mi vida hacia el otro extremo al de la confianza excesiva, tranquilidad absoluta, despreocupado de muchas cosas que ya para mi no tenían importancia, en eso transcurrieron 16 meses y volví al cofre y nuevamente, sorpresa nuevamente, esperando encontrar nuevos escritos no halle nada… así es nada…
Completamente desconcertado y confundido reevalué mi vida y me encause en las palabras de aquellos ancianos tomándolas como enseñanza. Después de varios meses abrí nuevamente el cofre y encontré palabras escritas las cuales narraban los últimos acontecimientos de mi vida, lo guarde, no queriendo volver ni tan siquiera verlo.
Un día llevando mi vida con total normalidad la curiosidad me invadió y busque el cofre, llegando al sitio donde lo guardaba encontré a uno de mis hijos escribiendo sobre el papel aquel, escribía los acontecimientos recientes de mi vida, sorprendido le pregunte ¿hijo mío tu has escrito sobre ese papel guardado en el cofre? A lo que me contesto: si papa, un día jugando y feliz por la forma como me tratabas, me demostrabas tu amor y encontrando este cofre decidí escribir todo lo que tu hacías, hasta aquel día que volviste a cambiar, entonces decidí no escribir, me llene de tristeza y hoy nuevamente feliz por tu cambio escribo porque quiero guardar estos escritos para cuando vuelvas a cambiar y me entristezca, sacare la hoja y la leeré para recordar lo especial que eres cuando estas feliz.
Enmudecido después de escuchar este relato, dos lagrimas bajaron por mis mejillas, me levante y cargue a mi hijo abrazándolo fuertemente, le dije cuanto lo amaba, que le agradecía por haber escrito ese diario y en agradecimiento le regale el cofre con el escrito, haciéndole prometer que lo guardara como un tesoro, y así fue, lo guardo con celo en un escondrijo que el tenia para su cosas mas preciadas.
Decidí olvidarme del cofre y vivir como aquellos ancianos felices y sonrientes. Hice amigos, compartí en fin mi vida cambio o mejor dicho yo cambie y mi entorno igual, crecí espiritualmente.
Me hice viejo y mis locas cuentas matemáticas resultaron como las había calculado a los 85 años, en un día normal pregunte a mi hijo quien ya era un hombre si guardaba aún aquel cofre, me dijo que si y que continuaba escribiendo sobre mi vida. Decidí contarle la historia del cofre de forma detallada, mi hijo se sorprendió y me dijo que seguiría escribiendo, cuando yo faltase continuaría escribiendo para recordarme por siempre.
Una noche salí a caminar por aquel callejón que un día cambio mi vida, y nuevamente vi aquella luz, camine hacia ella, encontré a los mismos ancianos en el mismo ambiente con la diferencia que no eran cinco sino cuatro, me invitaron a sentarme en una silla vacía, departí con ellos como si los conociera de siempre, ya en la madrugada al calor del vino, les pregunte por el significado de todo lo sucedido, sonriendo uno de ellos me dijo: Todos tenemos una finalidad en el universo y tu la tienes, quiero que me contestes una pregunta ¿crees en los Ángeles? Y conteste que si y que pensaba que ellos lo eran, rieron a carcajadas, y luego lo admitieron y me dijeron que desde ese día yo también lo era.
Preparémonos para ser Ángeles.
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