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despedida

Entró y la ubicó en seguida, sentada en una mesa al fondo del salón. Fumaba y miraba hacia los costados. Una taza de café vacía y un vaso de agua a medio beber, declaraban su anticipación.
Se deslizó presuroso por entre las mesas. Sonrió al llegar, y al intentar besarla, ella desvió la cabeza.
“Mal, qué mal”, pensó él al sentarse. Sin embargo, se recostó en la silla, buscando confort, y la miró con intensidad. Ella no le devolvió la mirada.
- Disculpáme la demora...
- No hay nada que justificar- el tono seco de ella anunciaba decisión tomada-.Yo llegué antes porque me desocupé temprano y necesitaba un café.
- ¿Otro?- ofreció él.
- No, no gracias- y ella encendió un nuevo cigarrillo, mientras en el cenicero humeaba el anterior, a medio consumir. Él arrugó la nariz y acercó dos dedos para estrujarlo contra el recipiente. Luego se observó ambas manos unidas sobre la mesa. No temblaban. Respiró hondamente, y cuando se disponía a hablar, apareció la mitad inferior del mozo a un costado de su visión. Demasiado próxima, una servilleta blanca colgaba de un antebrazo. Hizo el pedido sin volverse, y la contempló envolviéndola con la mirada. Ella fumaba hacia un costado. Sabía que a él no le agradaba el humo del cigarrillo. Le temblaba el labio inferior al chupar ávidamente del filtro. Escurría las cenizas sobre el piso con nervioso gesto. Él le acercó el cenicero. Alguien del entorno observaba con ojo crítico.
- ¿Y bien?.disparó él:- ¿Has decidido algo?
- Sí- y al enfrentarlo, arrojó sorpresivamente el humo sobre la mesa, que rebotó y los envolvió en una suave bruma azul. Luego tosió y agitó la cabeza hacia el costado deshabitado.
- Me voy. Lo nuestro no tiene futuro. Estamos anclados en una rutina que ha terminado con todo lo que nos hizo querer estar juntos- anunció.
- La rutina está hecha de pequeños detalles, que unidos...-él intentaba iniciar el diálogo por cualquier resquicio.
- ...constituyen un enorme y pesado paquidermo...
- ...o un collar de perlas sutilmente diferentes...
Ella sonrió con irónico gesto. No estaba para giros poéticos. Y menos de un seudo escritor hemi fracasado. Decidida, anunció:
- Hay que aceptarlo. Lo nuestro se terminó hace un buen rato. Es mejor que cada cual siga por su lado.
Él bebía el café, muy concentrado en la maniobra. Sus dedos temblaban levemente . Luego la miró, otra vez intensamente. Quería calcular si la extrañaría o no. Sí, definitivamente sí, y la bebida comenzó a molestar desde el estómago.
-Te voy a extrañar- dijo, a pesar suyo.
- Yo también...Hasta el dolor de muelas se extraña cuando desaparece- y sonrió demostrando afecto por primera vez. Luego seriamente:- Pero la decisión no tiene vuelta atrás.
- Está bien. No te retengo más...Sólo te pediría una cosa- agregó él, con bajo tono, muy de adentro. Se contuvo y no continuó.
- ¿Qué...?- Ella tomó la cartera y el abrigo. Ya se iba.
- Nada, no, nada...¿para qué? Ya está todo dicho- . Ella le clavó una mirada intensa, pero dura, fría, como de odio contenido, que inmediatamente opacó, dejando traslucir sólo indiferencia.
- Siempre con lo mismo, vos...No te entiendo...Un paso adelante, y dos para atrás...
Él sonrió.¡Qué bien lo conocía ella! Demasiado bien. Sería por eso que...
- Te pediría que me recuerdes como cuando estábamos bien...Que me asocies con tus mejores recuerdos...
- ¿Y los otros...qué? ¿Acaso no existieron? ¿Los tiro a la basura?
- No es mala idea- agregó él-. A la papelera de reciclaje todo eso que nos condujo hasta aquí.
- Y que sigue teniendo peso, consistencia y lo que es peor, vigencia- terminó ella.
- Cuando salgas de aquí- avanzó él, entrecerrando los ojos-, todo eso va a desaparecer, estoy seguro, y vas a sentir alivio, pero al mismo tiempo una cierta tristeza.
- Seguramente. ¿Y vos no?
- Yo ya la siento desde hace rato. Soy inquilino estable del séptimo círculo.
Ella sonrió y se puso de pie. Con manos y brazos estrujaba contra sí el abrigo y la cartera, protegiéndose de un eventual acercamiento.
- Cuando te vayas- repitió él, inclinando la cabeza hacia arriba, y observándola probablemente por última vez- dejarás de sentir esa presencia molesta, rutinaria, asfixiante, que fue nuestro “último tiempo”. Y donde eso estuvo te va a quedar una región vacía...
-No te preocupes- abrevió ella-, no tengo huecos para rellenar- y elevó las manos hasta el pecho, acentuando la defensa.
- Ese vacío que nuestra relación deje, te pido que lo ocupes con los mejores recuerdos...- y él intentó incorporarse de la silla. Ella hizo una mueca como forzando una sonrisa, se volvió y salió. Franqueó la puerta vaivén, y al dar los primeros pasos en el exterior, trastabilló, encandilada por el resplandor del día y algún desnivel de la vereda. Suspiró y arrancó hacia una esquina. A los tres o cuatro pasos se volvió, emprendiendo el rumbo contrario.
En el interior del bar, él llamó al mozo con un gesto. Contemplaba las tazas vacías, y pagó la cuenta mecánicamente. Cuando salía lo invadió una sensación de vacío aguda, lacerante, que le impidió absolutamente recordarla. La extrañaría mucho más de lo que había imaginado; demasiado. La extrañaría con todos sus poros; con la piel entera, con los oídos, con los ojos, con la boca. No, decididamente por ahora no podría evocarla. Y la náusea le estrujó el estómago, le hizo sudar frío, le nubló la vista; sus oídos zumbaron...
Luego de vomitar en el baño del bar, salió apresurado, ya sin volverse hacia su mesa. La luz y el aire exterior lo absorbieron casi de inmediato, con el rutinario torbellino de la ciudad.

Texto agregado el 23-03-2004, y leído por 379 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
24-03-2004 Me gusta tanto esta puesta en escena para abrirle espacio a diálogos ricos, creíbles, respondiendo palmo a palmo a la actitud física del personaje. Como decía hace años un locutor de radio que solía acompañarse con Carmina Burana: La vida en escena en el teatro de la mente. Coleccionable. ¿Siempre el amor muere impar?, vaya uno a saber...un abrazo hache
23-03-2004 Me encantó, manejas los diálogos a la perfección, besos AnaCecilia
 
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