El aire huele a perfume, dulce agua perfumada, perfume de sangre, sangre extraída de las llagas de los santos que encarnan la fe de mis ancestros, gotean de las puntas de los látigos coágulos frescos que se escurren con lentitud hasta caer al suelo manchado de color carmesí, yacen los hombres muertos con las entrañas expuestas y en la lejanía de las colinas las ramas de los árboles crujen con fúnebre armonía mientras los cuerpos de los pensadores y profetas cuelgan con el cuello roto y sus garganteas llenas de frases de libertad y de patria nueva, en el suelo a los pies de las raíces están los corazones de los soñadores y de los poetas fugitivos, y los cuervos se sirven un banquete con ellos, los hombres mueren mientras sus hermanos festejan el infernal paisaje, el aire huele a perfume, perfume amargo, perfume que se llama tiranía.
En sus mansiones negras de piedra caliza los reyes vagan en el umbral de la locura dictando guerras injustas y empapadas en terror, mientras ellos se sientan en tronos hechos de cráneos, saben que sus imperios pronto estarán en ruinas, y siguen torturando, ignoran las suplicas y el llanto de los inocentes, mientras los muros de las prisiones se vuelven poemarios y novelas, biblias y tratados de filosofía, calendarios y lienzos, por que en ellos están las obras ultimas de los que ahí están por causas injustas y por ideales dementes, ambiciones oscuras de falsos apóstoles del progreso, mientras las calles hieden a grasa, a carne quemada, y sueños rotos y a rosas marchitas, y mientras las ciudades que antes estaban en paz arden, el cielo se ennegrece, el sol se oculta y una pequeña llovizna tratara de lavar de las aceras la sangre de las victimas, la tarde se acerca y el fin del día se anuncia, las legiones infrahumanas se van a sus cuarteles, a reposar para la próxima envestida de dolor.
La demagogia se expande en toda la calle, vuela con ayuda del viento convertida en discursos falsos e hipócritas, por momentos se confunde con una queja, por momentos se pelea con el sonido de las espadas que hieren el aire así como hieren la carne, ¡ha llegado un nuevo orden libre de tiranía! Gritan los soldados desprovistos de criterio, avanzan por las moradas envueltas en luto y los caballos con el ritmo de sus cascos hacen temblar la esperanza, desmoronan el espíritu de los antiguos creyentes que ya no tienen fe en sus imágenes de santos, y la carroña se vuelve parte común del ambiente, y los que antes se pasearon con reyes y príncipes, ahora ven sus torres arder, ahora huyen entre los mendigos que antes despreciaban, ahora piden perderse entre ellos, ahora esperan confundirse entre la chusma que antes era pisoteada y ahora también lo es pero, por pie distinto, algunos son atrapados por ese caminar tan chistoso propio de los altos señores de antaño, ahora sentenciados al patíbulo.
No hay respeto en la muerte, hay hombre muertos en los portales de los templos pudriéndose y gusanos infestando los bellos pisos decorados con colores llamativos, hay mucho dolor y mucha muerte, hay mucha sangre y deseos de venganza, hay un nuevo rey tirano que se ha apropiado en el trono, hay soldados recorriendo la calle cometiendo ultrajes y bestialidades, todas las piezas están colocadas en el tablero, adornadas con carcajadas burlonas que provienen de los chacales y los buitres que se burlan de las matanzas y asesinatos al tiempo que arrancan pedazos de carne muerta, mercaderes de miseria vuelan y se arrastran y que obtienen su sustento de entre la muerte las llamas y el saqueo, mientras se percibe el saqueo a las afueras, los refugiados huyen de una ciudad que ya no tiene nombre, que esta hundida en la locura y perfumada con un hedor, violento, las rosas blancas nacen rojas pues absorben la sangre derramada y su aroma es a luto perfumado. Si es que mi prosa ofendio a alguien con su gran sadismo, sepan que mi intencion era esa, que pudieran percibir que detras de una masacre y de una dictadura hay una horrible serie de actos que conllevan al sufrimiento, si eso has sido percibido entonces me alegra haber cumplido con mi mision.
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