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Ella lo sabía, lo supo todo desde el mismo momento en que lo vio allí por primera vez. Lo supo la primera vez que sintió que su mirada la cubría, la atravesaba, se apoderaba de ella.
Lo supo todo... y no quizo evitarlo.

Lo supo al sentir su olor, al escuchar esa primera palabra amable, al sentir ese casual roce de sus manos.

Ideó mil historias de encuentros y desencuentros, y sabía que jamás serían.
Soñó mil formas de besarlo y acariciarlo.

Lo amó secretamente mil veces, cada noche, muchas noches. Y así llegaba otro día y un lejano buenos días la hacía volver a su realidad. Porque sabía que no iba a ser. Que no podía ser.

Tanto lo soñó que aquel día, cuando el destino quiso que estén allí, no distinguía, no lo sabía. No sabía, sueño o realidad? No, sólo sueño. Pero podía sentir el aire tibio de la noche en su rostro, sus manos podían sentir lo que tocaba. Su voz era demasiado nítida para estar soñando. Su propuesta era fuerte y clara. – Quiero yo también estar contigo- eso decían sus palabras, y era a ella a quien le hablaba.

El destino quiso que estén allí, en el mismo lugar, habiendo tantos otros. En el mismo momento, teniendo tantos momentos el día. Pero así fue y él lo supo, y supo llegar y con sus palabras lograr un sí. Un si que ella sabía que diría, aunque sus labios transformaban esa palabra en no. No, no, no puedo negarme. Eso fue lo que pudo decir, y aceptó.

Lo acepto esa noche, simplemente así. Una conversación que al pasar las horas, se fue transformando en más intensa, y que quizás tanta espera, más la noche, más el alcohol que empezaba a recorrer sus cuerpos, la hizo así.
Pero fue solo eso, ellos lo sabían, sabían que no sería, que no podía ser.
Esa noche todo lo cambió. Y siguió soñando y la realidad cada día se acercaba más a sus sueños.

Y pasaron muchos buenos días más, mil miradas, mil sonrisas, muchas noches de sueños.

Y aceptó muchas noches más, y está vez no fue el destino, fueron ellos que inventaron un destino que los una en el mismo momento y en el mismo lugar.
Y la vez siguiente también, y muchas veces más.
Ellos sabían que no podía ser, pero sería, porque así lo querían.

Y cada nueva vez sus sueños se hacían más reales. Ese sueño imposible que no podía ser, estaba allí, frente a ella, totalmente palpable, cada día mas acariciable, mas besable.

Y aunque sabía que no podía ser, dejó que fuera. Sólo fue. Lo amó, tan intensamente como nunca antes lo hizo. Y podía sentir que el también la amaba, aunque él nunca se lo dijo, aunque ella nunca lo creyó.

Lo amó hasta la saciedad, lo amó hasta el dolor. Lo amó tanto, que olvido que no podía ser.
El también lo olvido, y quiso que fuera.
Cada encuentro ella se dio por completo. Le entregó sus labios, sus manos, su cuerpo. Le entregó su corazón.

Y comenzó a vivir la vida para él, ya no pensaba, la vida que estaba viviendo no le correspondía, lo sabía, y la seguía viviendo. Sin siquiera notarlo se lanzo al peligro que arrebataba y arrastraba su voluntad. Y sintió que podía ser, que podía dejar atrás lo cotidiano, lo seguro, lo que estaba allí por años. Se sintió insignificante al lado de esa fuerza que la perdía, pero que la hacía vivir.

Y así fue. Un día se lo dijo. Oficializó esa entrega con palabras de amor. Sólo quería amarlo y que él lo sepa. Quería amarlo por siempre, sólo así, secretamente, en la clandestinidad de la noche, solo amarlo sin pedir más. No le pidió nada a cambio. Tomó su corazón, lo puso en sus manos, - es tuyo- le dijo.

El no supo que hacer, la observó, no hubo respuesta, quizás fue el momento, quizás el temor, quizás. No supo que hacer, pero lo hizo. Tomó ese corazón, lo despedazó en miles de trozos, y los lanzo a la brisa, que justamente ese día soplaba fuerte. Lo destrozó.

Y luego comenzó a alejarse, lentamente, cada día un poco más. Sin una palabra, sin siquiera decir adiós. No hubo nada. Y ella, que lo entregó todo, no mereció ni un simple adiós.

Sólo esperaba escuchar un “ya no te quiero”. Tal vez habría sido mejor. Pero ni eso, nada, no mereció ni un adiós.

Un día, con el corazón aún despedazado por quizás que lugares, decidió buscarlo. Ya no para amarlo, ella sabía que no podía ser, siempre lo supo. Solo quería decirle lo mucho que lo amó y sólo quería escuchar una palabra de su boca, si, yo también te amé aunque no podía ser. Eso bastaba. Una simple palabra bastaba para poder sanar un poco las heridas, para poder soportar el dolor.

Lo busco y no lo encontró. Sólo quería hablar y ni eso mereció. Ni una palabra, ni una explicación, ni un adiós.

Ya no lo busca. Siempre supo que no podía ser, y que jamás será. Cada noche sueña que lo que fue, lo soñó. Idea mil formas de no soñarlo, imagina que todo lo imaginó.

Hoy lo ve pasar por su lado, distante, a veces un hola, solo a veces. Y al ver ese hombre, lo sabe, siempre lo supo. Fue sólo eso, un sueño y los sueños no dejan marcas en el corazón, los sueños no duelen, los sueños no matan. Todo lo soñó. El hombre distante jamás le habló, jamás le dijo palabras de amor, jamás la besó. Ella ahora lo sabe, él jamás la amó.

Texto agregado el 23-03-2004, y leído por 308 visitantes. (6 votos)


Lectores Opinan
05-04-2004 Y la vida una ilusion....solo eso? sevica
24-03-2004 Sólo quiero ser sincero, no me gustó. No soy quien para juzgar, pero sigue publicando y avísame cuando tengas algo bueno. naisui
24-03-2004 Destinada a la compañía de soledad, pero sabes, soñando difícilmente logre que alguien le dé un adios al menos. drakomagico
23-03-2004 Es que el destino es un sueño???...muy bueno misterioso
 
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