Era un niño especial, así lo definía su madre, aunque los chicos del barrio lo llamaban, cruelmente, retrasado. Tal vez en compensación, su dulzura, sensibilidad e inocencia eran inmensas.
Sus días transcurrían tranquilos bajo la protección de la mamá, quien dedicó la vida entera a cuidarlo, aún a costa de su propia salud. Con los años, ésta se fue debilitando y ella finalmente murió, quedando su amado niño, entonces ya un adolescente, al cuidado de los parientes.
El chico estaba desconsolado, perdido en un mundo que le resultaba extraño y hostil, lo único que deseaba era que ella volviera algún día, verla otra vez sonreír cuando le servía la leche y lo peinaba para ir a misa.
Le habían dicho que eso era imposible, que su mamá se había ido al cielo y no volvería. Sin embargo, sospechaba que eso era mentira, si no ¿por qué lo llevaban todos los domingos a visitarla a ese lugar lleno de cruces y flores ?, seguramente ahí estaba su mami, escondida para que no la viera, estaría enojada con él porque se había portado mal los últimos días, cuando ella estaba enferma. Pero, tal vez si rezaba mucho, mucho, ella iba a perdonarlo y volvería a la casa.
Un día, cuando estaban con su tía frente a las largas y altas hileras de nichos, se animó a preguntar dónde estaba su mamá. Sin detenerse a pensar, la mujer respondió que en la última fila, la más alta, la que tenía esa cruz con flores tan bonita.
El no dijo nada, sólo observó con mucha atención todos los detalles. La pared era muy, muy alta y ella estaba del otro lado, ahora lo sabía.
En la visita siguiente dijo que quería dejar las flores él mismo. Tanto insistió, gritó y lloró que al fin el cuidador, conmovido, ofreció prestarle una escalera, a pesar de las protestas de la tía.
Cuando empezó a subir los escalones con dificultad, deseó tener alas como los pajaritos, para poder llegar más rápido al encuentro de su querida mamá. Por fin, por fin volvería a verla, ella estaba del otro lado de ese muro tan alto, tan alto, tan…
No sintió la caída, ni el golpe fatal en la cabeza, fue sólo un instante en blanco.
Entonces la vio, él tenía razón, ella estaba ahí, esperándolo, del otro lado…
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