El ruido procedente desde lo alto del cielo es una invitación ineludible a mis ojos, que anulando la gravedad que me mantiene en tierra, me llevan en un abrir y cerrar de ojos junto al avión que surca los cielos y quien sabe que destino tendrá. Una vez en el puedo divisar desde lo alto la línea del tren, y paralela a esta como una gran serpiente la avenida que debe recorrer la micro hacia el centro de la cuidad, los techos de las casas no guardan gran similitud entre ellos, es una diferencia que no acierto a comprender, diferencia que no encuentro en el cielo y que termina generándome una inexplicable sensación de agrado. Hacia el lado de la costa a poco recorrer la vista se despide de las viviendas dando la bienvenida a floreados campos de amarillo que como cuidadores naturales bordean el aeropuerto. Ante mis sensaciones e inquietudes me alegra saber la cercanía de este y que cada día que pase el ruido de sus motores en vuelo será una invitación ineludible a mis ojos para volver a volar, aprender, comprender y descubrir tantas cosas; solo por mencionar alguna, la existencia de algunas odiosas diferencias.
“Me interrumpe una mujer que me pide la pasada, lleva una bolsa pesada en cada mano, aun tengo compras pendientes pienso mientras vuelvo a caminar por la feria”.