Anoche capturé una polilla.

Fue culpa suya, ¿quién le manda colarse por la ventana de mi salón? Encima se puso a revolotear, y no me dejaba ver la tele. Y es una de las grandes, no creas…

Ahí la tengo, metida en un tarrito de esos de cristal. Iba a dejarla ahí tapada… ¡Y casi me olvidé de hacerle agujeritos a la tapa! Si es que soy más despistada…

Y es casualidad. Porque justo cuando agujereaba la tapa me llamaron por teléfono, así que dejé a la polillita casi sin respiraderos a pleno sol…

¡Una hora me tuvieron al teléfono! Anda que… Pues que me entró una sed terrible. Y ya que estaba, me hice unas palomitas, que me apetecía ver una peli… ¡Ay va! ¡La polilla! ¡Que la dejé al sol! Cuando fui a por ella, estaba medio asfixiada la pobre…

Pues el caso es que la vi a la pobre tan acalorada… Que se me ocurrió darle un baño. ¿Cómo iba a saber yo que las polillas no se lavan nunca? Que guarras… Y cuando la vi que se revolvía la pobre me asusté un poco y la saqué…

Y claro, la pobre estaba tan mojadita que me dio pena, así que le di un poco con el secador de pelo…Tuve que agarrarla bien fuerte, porque casi se me escapa un par de veces la cabrona. ¡Ni que la cuidara mal!

Así que, para que non intentara irse de nuevo, la volví a encerrar en su tarrito de cristal, porque no quiero que salga de ahí. ¿Por qué? Pues porque es mía y no me da la gana… Es mía y hago lo que quiero con ella…

Fíjate que el otro día no tenia nada mejor que hacer y me puse a darle golpecitos al tarrito de cristal. Vi que la polilla se puso nerviosa, pero ¡me hizo tanta gracia! Así que seguí golpeando el cristal. Hasta que solo golpear el cristal me pareció aburrido.

Y de repente recordé lo mal que lo paso el animalito cuando le bañé. Pero es que me hizo tanta gracia… ¿Cruel? ¿Quién, yo? Que va, si es solo un animal, es… “inferior”. En realidad no se entera… Si lo hago por su bien…