Estoy convencido que el problema era el conjunto y no las partes. Quiero decir, la que quedaba poco armónica era la composición final que resultaba de juntar esa nariz, con esas orejas y esa boca. Porque la nariz per se (linda palabra per se) no era espantosamente grande, era grande nomás. Es verdad que el caballete quebrado no le hacía ningún favor, pero aún así no llegaba a ser una nariz horrible. Tampoco su boca, que de no ser por la cicatriz atravesada à la Gregorio Pérez que surcaba todo su labio superior, sería una linda boca. Se ve que de chica se dio de frente contra algún objeto contundente, tipo la punta de una mesa o algo así.
Sus orejas, importantes, abiertas, cartilagosas, rebeldes, de esas que no hay rulos que las disimulen, tampoco eran desagradables. Apuesto a que si cualquiera de nosotros fuera caravana moriría por pasear en esas orejas.
Incluso su renguera era simpática.