El Escritor se sentó a escribir con la firme convicción de que tenía una buena historia para contar. Estaba acelerado, tenía la felicidad y el entusiasmo que sólo generan las buenas ideas. Comenzó a escribir casi sin parar, sentía que la historia se escribía sola. Sus dedos rebotaban en las teclas, la vista fija en el monitor. La introducción le tomó tan solo 15 minutos. Ya estaba la situación planteada. El problema surgió poco después, cuando se topó con un hecho no menor si sos escritor: un Personaje aburrido, de esos que no tienen gracia ninguna. No es divertido, no es inteligente, no es intrépido ni aventurero, no es retraido… un personaje de mierda. Y encima, rebelde. No hace nada de lo que él quiere que haga, si el Escritor quiere que vaya a un lugar, el Personaje ni siquiera se para de la silla donde está sentado. O cuando el Escritor quiere que el Personaje se emocione, al tipo no se le cae una lágrima.
Rendido, el Escritor se aburrió, se deprimió, y se fue a ver tele.