Miro con calma este fugaz crepúsculo,
meditando sobre esa voz tan lírica
que está escondida en la silente luna
y se revela en el calor del Sol.

Pienso en un rostro que se desdibuja
muy lejano en el ámbito sidéreo:
la imagen incorpórea de su ser,
de alguien a quien extraño noche y día.

Abruma mi conciencia la sicigia
o un eclipse pictórico de luna;
abandona el satélite a mis ojos
mientras su imagen gira en mi interior.

La luna, que una faz nunca prodiga,
esgrime sobre mí pubéreos sueños:
lentamente se borra tu recuerdo
como arrítmicos ecos que se alienan.

Un eclipse de sol se está asomando,
vagando y dubitando ahora me encuentro.
Ni lo inmutable de los magnos dioses
me da tanto temor como el olvido.

Eclipsadas se encuentran mis ideas
cuando se pierde el brillo de la luna,
cuando se hacen muy largos los insomnios,
y si de noche nadie me acompaña.

Espíritu de cósmicos delirios
que cree ver lo Múltiple y lo Uno;
amor proscrito el que por ti profeso,
retratado en el cénit de mi anhelo.