Empecé por ver si ella seguía durmiendo. La necesitaba para esto pero sentía miedo de despertarla. ¿Y si no despertaba? Gire hacia su costado y tosí pero ella no se movió. Mejor no la despierto, mejor la dejo dormir o morir. Me levante lentamente de la cama y me puse algún trapo sucio que había por el piso. Caminé tambaleante por la pieza, llegue hasta el baño y prendí la canilla. El tapón y ahora esperar que se llene la bañera. Sentí un ruido desde lejos, una especie de música. Ah sí, tantos recuerdos, mejor me pongo las zapatos de baile. Salgo del baño y entro a un salón enorme. El swing retumba en mis oídos, perforan mi sistema nervioso. Menos mal que me puse los zapatos de baile. Busco entre las mujeres sentadas. Allí esta. Tomando una copa de vino y moviendo su pie izquierdo al ritmo de la música. Ella quiere bailar tanto como yo. Me acerco y enfoco mi mirada en sus pechos. Que escote. Rápidamente subo la mirada al escuchar su risa. Me mira desprevenida y me regala una sonrisa. No tuve que pedirle nada. Se abalanzo a mí y exclamo su alegría de tener a alguien con quien bailar. Nos movíamos con tanta naturalidad, lo cierto es que, no sabíamos ni siquiera nuestros nombres. Ella dijo que era mejor así. Que nuestros cuerpos se conocían de tiempo atrás, por lo bien que se llevaban al bailar. Que no era necesario más que eso para ser feliz. En ese momento sus palabras se escaparon de mi entendimiento, ya que al revolearla por el techo sus pechos se movían bruscamente. Fue sublime ahora que me pongo a pensar. Las luces nos iluminaban y ella reía tan feliz por encontrar a tan buen bailarín. De repente escuche un grito, ella se subió rápido a una silla. Dijo algo de que sus zapatos eran caros y se arruinaban por el agua. Miro al piso y éste estaba inundado. El agua subía rápidamente. Quise llegar hasta ella, pero su silla que parecía una balsa se alejaba cada vez más, era imposible nadar con zapatos de baile, entonces le tuve que decir adiós. Cuando el agua me llegó hasta el cuello me desperté en una bañera con espuma. ¿Hace cuanto que estoy acá? Quién sabe, quizás hace días. Mi primera preocupación fue si su corazón latía. Sentía una respiración entre cortada y algunos gritos de auxilio. La luz del baño estaba apagada y había una sola vela que reflejaba sus ojos inertes. Yo creo que se hace la muerta. Le gusta hacer eso. Le divierte lo morboso. Se ríe de la miseria. Sin embargo a las noches se encierra en el baño, se acuesta en esta misma bañadera y llora. Yo la escucho, hago como si no, pero si lo hago. En fin. Mi piel a esta altura es una pasa de uva. Entonces me levanto y camino hasta la pieza, me enredo desnudo entre las sabanas que rozan mi cara como si fuese pasto. ¿Qué hago desnudo en el campo? ¿Por qué no trajimos una manta? Es que en realidad íbamos a cenar. Si. Al lugar más caro con nuestra ropa más elegante. A mitad del camino me preguntaste por que íbamos a hacer eso y al no poder responderte me llevaste con tu locura incesante hacia el campo. Comenzaste a correr sacándote la ropa, tarareabas esa canción. Me invitaste a bailar con vos en la libertad. No tuve otra reacción. Desnude mi vergüenza y bailamos toda la noche. Nos tiramos exhaustos en el pasto a descansar. Dormimos en eternidad. El cielo nos arropaba como la frazada que tengo encima. Y vos estabas a mi costado como ahora, pero solías estar viva, o no. Todavía no sabía si dormías o morías. Pero pronto el cielo de la madrugada oscureció y de nuevo nos separamos por la lluvia. Nunca quisiste que te vea llorar. Y aun entonces no sabía tu nombre, te llamaba locura. Y aun entonces me importaban mas tus pechos que me negabas que tu dolor. De todos modos me levante de la cama y te observe un rato. Ayer, tan solo ayer, estábamos bailando. Si. Me paro en el costado de la cama y estoy en la azotea del departamento. Puedo sentir el concreto en mis pies. Estábamos peleando, no me querías decir tu maldito nombre. Habíamos bailado durante horas, ya no me importaban tus senos, quería saber ahora sobre tus pasos de baile. Quería saber de donde los habías sacado, quien se escondía atrás de tus ojos. Quería pensarte como más que mi sombra. Pero te negaste. No tuve otra opción, jamás ibas a dejarme. Eras perfecta en el baile, eras perfecta alrededor de mi cuerpo. Te ajustabas tan bien a él. Pero no sabía tu nombre. Entonces te empujé y luego me tiré. Caída libre, piso 27, todavía siento que sigo cayendo. En el fondo música. Si, puedo verte reír cuando te revoleo por el techo. Siempre confiaste en mí para que te agarrase, esta vez no lo hice. Me acerco más y más al suelo y escucho con más densidad esa canción. Ya casi puedo agarrarla. Pero no. Choco contra la cama. Empiezo por ver si ella sigue durmiendo. |