Bajan las nubes lentas e interminables...
Cuando el silencio reina
los hombres duermen
y se despabilan los sueños,
haciéndose costura con el viento.
Borda la luna una vihuela en la sombra,
a las aves de la noche,
para que silben canciones,
y no se duerma de fatiga la rivera.
La nocturnidad es vivaracha
con su estrépito de grillos,
siempre provocando al cielo,
encendiendo chispas en los luceros.
Bajan las nubes lentas e interminables...
Llueve con justicia sobre el castaño,
humedeciendo el campo, empañando los cristales,
y escurriendo agua por todos las tejados.
Se escapa alguna luz al rociar el agua,
delante de las piedras por el tiempo traspasadas,
siempre evocando huellas, sin lastimarse,
ni lamentarse, que para eso nacieron piedras, y no vasallos.
Calada está la noche de baladas,
henchida de rumores, que amedrantan al silencio.
Y arrancando el olvidado conjuro, la noche,
rompió la ola de mutismo, con su lluvia monocorde.
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