Las noches son más densas
cuando no se tiene la potestad de un verso que hable de tí.
Solo puedo atinar a ver tu reflejo en mi rocío,
mas no quiero cantar el espanto que me conmueve,
no hoy, que la luna me persigue con sus rastros de luz.
Y tu rostro sigue ahì, incolume,
trás las sendas del tiempo,
Y grito: ¡verde, dame amor!,
pero se me abre la razón,
como cuernos de amapola sobre la sien,
como cataratas de lágrimas sin consuelo,
como beso en el olvido.
Y lo que más duele es el estar acompañado de este silencio,
que no se inmuta conmigo,
que no me mira,
que no me dice nada...
Entonces,responde tú, dueña de mis días,
si hace falta un vendaval para enrredarme en tu cuerpo;
o si - es cuestión de voluntad -,
puedo esperarte, al despertar,
con un ramo de acaurelas sobre la cabeza,
antes de partir...
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