Eran las 4 de la madrugada, y Carolina bailaba sola en la pista. Tenía calor y sed, pero no podía parar de bailar. La botella en su mano de agua mineral, estaba ya casi vacía. Pero nada mas que bailar, moverse era lo que ella necesitaba.
Sus amigos tenían razón, no había probado nada tan bueno como eso.
Los 19 años de Carolina han sido distintos, han sido “libres”.
Su papá siempre en viajes prolongados y su madre ocupada en sus innumerables clases de yoga, de reiki, etc. Le permitían hacer lo que ella quería.
Y tenias grandes amigos, siempre la buscaban para llevarla a los lugares de moda.
Carolina era libre, no era como cualquier chica de su edad. Podía hacer lo que quería.
Pero esa noche necesitaba moverse, necesitaba mas agua.
Fue a buscar otra botella donde sus amigos, sin perder el ritmo de los compases que marcaba la música que salía de los altoparlantes. Carolina pensaba “Dios jamás pensé que esto era tan bueno”.
Tomo la botella y volvió a la pista. Solo eso necesitaba, seguir bailando. Ojalá esa música no parara jamás, quería seguir allí por siempre. Nunca había estado mejor. Nada debía cambiar. Pero algo paso y todo cambio.
Carolina bebía desesperadamente de su botella nueva de agua. Sin embargo el calor que sentía dentro de su cuerpo no cedia. Sentía que ahora ella no manejaba sus movimientos. Su cabeza dolía, ardía…sentía que iba a estallar.
Trato de gritar, de llamar a algunos de sus amigos, pero no podía. Sabia que movía su boca, pero no estaba segura que saliese sonido alguno de ella, o si en realidad la música del ambiente no le permitía llegar a ellos.
De pronto se desplomo, los 50 kilos de su cuerpo se volvieron toneladas y rebotaron sobre la misma pista que la vio bailar y reír como nunca en su vida.
Nadie la vio de inmediato. Pablo fue quien primero llego a su lado en el suelo.
La miro trato de que le hablara, pero el cuerpo de Carolina ya solo saltaba en convulsiones.
La música paro, la gente la rodeo, viendo el obsceno show de el cuerpo de una chica hermosa tirado saltando como salta un pez cuando se le saca del agua.
Carolina ya no podía más, ya no quería más agua, ya no quería bailar más. Ahora sólo quería descansar. Su cabeza estallaba.
Carolina es libre, siempre logra lo que quiere. Ahora descansa como jamás lo había hecho ni lo volverá a hacer.
Sus amigos la recuerdan al sábado siguiente en un lugar similar, con una pastilla en la mano izquierda y una botella de agua en la derecha.
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