La Camilla Maldita.

Por tres veces lo sujetan, y por tres veces se libra de las amarras. Va por la camilla directo al ala roja. La peor sala del hospital, donde nadie distingue entre carne viva y muerta. La camilla parece tener velocidad propia y ruedas automáticas, quienes la sujetan deben soltarla y quedan muy atrás. La camilla sube de velocidad corriendo como loca por el ancho pasillo hospitalario, atravesando puertas que no pueden detenerla, en una carrera sin fin. Los gritos del desgraciado no sirven de socorro. Por fin llega a la temible sala. La camilla se detiene y mas cinturones con vida propia le sujetan con fuerza su cuerpo a la camilla. Los utensilios metálicos sobrevuelan sobre él. Las pinzas diabólicas se abren y cierran solas, las jeringas salpican sangre acuosa por la aguja. Puede soltarse un brazo, pero no puede desatarse el otro porque un bisturí baja y lo tajea cortando el biceps y los dedos. Otro bisturí acude en la ayuda de su amigo bisturí y trabaja con alguna que otra incisión en las piernas del hombre. Elementos peligrosos lo tienen atrapado. Para su calma oye un ruido de pasos, por fin alguien viene en mi auxilio piensa. Grita, una y otra vez. Observa a su lado a un hombre vestido de doctor. Por favor! auxilio! grita. ¿Acaso es sordo? Vuelve a gritar. El doctor no parece ver ni oír nada. Entra a la habitación otro doctor. Ve que ambos charlan sin mirar. Desesperado, vuelve a gritar. Por fin, ambos se acercan, uno de ellos lo mira apuntando la fuerte luz de una potente lámpara sobre el, y dice: Otro cuerpo para la morgue, no pudieron salvarlo, este murió hace una hora.