Se agitan con vehemencia
las cabezas
humo blanco que sale
por todas partes
todos giran hechizados
en si mismos.

El placer se apodera de las almas
frenéticas
por el fuego maravilloso
que da vueltas
en un hilo de metal.
Giran como el mundo
en una partitura.

La pelvis por los tambores
inquieta
se mueve
en espasmos
intensos golpes de piel.

El vientre estalla por dentro
prodigioso.

Un ritual antiguo permanece
con toda su gloria
en las entrañas de la inconciencia.

La llaga abierta por las notas
es curada
brebaje de un dios del amor
infalible
que el hombre-serpiente bebe
extasiado
mientras realiza sus fatales suertes.

El cuerno brilla
con dulce música
espíritu y carne
fervor y movimiento
siguen sacudiéndose
hasta desfallecer
y elevarse
hasta llegar al orgasmo.

Una tribu de dioses negros
bailando en el extravío
los cuerpos con otros cuerpos
unidos por la sal
estremeciéndose
hasta que salga el sol.
*
No hay que terminar
no todavía.
Nada vuelve igual.

Todo empieza aquí
y se muere aquí
en el hombre efímero
con alma eterna
un pedazo de hielo
navegando hacia el sur.

La transformación inminente
del poder.

*
¡Arde! hombre genial.
Tu corazón es un tambor africano
que retumba absoluto por dentro
un rugido que entra y sale por el pie
como una marcha invencible hacia el placer.

Sacude con delirio a la conciencia
extravía la decencia del razonamiento
y vuelve hermanos al bien y el mal.
Genio del hombre ¡Arde!

*
Mujer que vibras como el fuego
eres una diosa con manos de viento
es tu atrevimiento un esclavo sumiso
que copula con tu energía desbordada.
Renace de nuevo el destino del mundo.

Tanta ambición carnal inquieta
conjuro de embriaguez
de nada sirves con la voluntad ciega.

No hay de que preocuparse, todo es igual:
tú allá, en el origen, yo acá, esperando
a que se abra la necesidad. De verdad.
De ir a tomar lo que es mío