Yo no entiendo por que la gente grande se indigna de esos chicos que en malón irrumpe las calles, los trenes, los colectivos, las plazas, los parques, el día de la primavera. Un poco alocados, felices, esperanzados, alborotados, desfachatados. Nunca comprendí por que se molestan, debo admitir que yo formo parte de esos adultos que dejaron la adolescencia, pero no comparto el sentimiento de los míos.
Los chicos se juntan para celebrar la primavera, se preparan para un día de juegos, de paseo al aire libre y claro esta el amor quiere aparecer por todos lados. Estos chiquitos derraman hormonas de una manera incontenible.
¡Picarones!
No puedo evitar una sonrisa.
Y vuelvo a preguntarme por que los grandes se molestan tanto. Veo sus caras de amargura. Gestos de indignación. De tedio.
Una linda treintaniera grita tomada del pasamano:
-¡Estos pendejos de mierda por que no se bajan, una que viene de trabajar!.
A mi me dan ternura. Irreverentes, antisociales en su sociedad pecaminosamente imberbe.
¿Será porque jamás tuve un día de la primavera? ¿Será que nunca tuve un picnic del día de la primavera? ¿Será que jamás me besaron fugazmente un 21 de septiembre en ningún parque bajo ningún sol?
¿Será que no me indigna porque nunca fui y no me lamento el no poder hacerlo ahora?
No me pregunten por que, pero hoy, día del estudiante, me encuentro afuera de mi casa, viajando en transporte publico, debo reconocer que es agotador movilizarse uno de estos días.
Esperando el colectivo, en la parada, hay dos chiquitos besándose, me da pudor de solo verlos, pero es muy lindo.
Me subo al móvil, mas criaturitas de Dios por todos lados. El beso resurge siempre por algún rincón.
Sus labios mojados intercambiando sentires.
Estoy regresando a casa, el tren esta lleno, los chicos cantan, corren, dicen muchas tonterías.
Como siempre trato de ubicarme del lado de la ventanilla, el aire primaveral me acaricia la cara mientras leo un libro, de a ratos los miro a ellos y se vuelve a dibujar mi sonrisa.
Pienso en este escrito.
Siento mis labios secos.
Pienso en los de aquellos.
Húmedos.
No me pregunten como pero sucedió lo que nunca.
Mis labios por primera vez habían besado el fruto jugoso de una joven criatura estudiantil.
Un 21 de septiembre.
La criaturita que viajaba en otro tren, estaba asomada a su ventanilla.
Pude ver su cara de felicidad.
Creo que no logro ver la mía.
No hace falta que les jure que no me gusto la experiencia.
Los que viajaban conmigo reprodujeron las caras de indignación que describí al principio.
Sigo sin comprenderlos.
Sin dejar de sostener mi libro con una mano saque con la otra un pañuelo de mi bolsillo
Trate casi instintivamente secarme la cara.
La criaturita me había escupido.
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