Polko, el conejo con corbatín.
Cintia y Fabián se mudaron a esa casa en compañía de su travieso y robusto Careto, un pastor alemán de 2 años. La casa contigua la habitaba Wilhem y Ericka, pareja de austriacos cincuentones, junto con Polko, conejo gordito y blanco, como todos los conejos blancos, con los ojos rojos y a quien sus amos adornaron siempre con un corbatín rojo, tan rojo como los ojos de los conejos blancos. A partir de la llegada de Cintia, Fabián y Careto, el conejito perdió la tranquilidad de su patio, pues se convirtió en la tentación de Careto, quien también perdió su sosiego, ideando la forma de saltar el seto que dividía ambos patios.
--Fabián debemos de tener cuidado que Careto no atraviese al patio vecino, pues lo tienta el conejo del corbatín. Cintia lo advirtió preocupada.
--Mira, que ese conejo es como el hijo de los señores. Insistía.
--Debemos de asegurarnos que no logre traspasar el seto.
A los pocos días, al regresar una tarde a su casa Cintia, horrorizada vio en su patio, el corbatín sucio de Polko. Casi deseando que se la tragara la tierra, se asomó al patio vecino y vio en una esquina la tierra alborotada, signo inequívoco del lugar del ataque sanguinario y asesino de Careto.
Dentro de su turbación, advirtió que los europeos no estaban en casa y por lo que sabía ella, no regresarían hasta unas cuatro horas más tardes. De inmediato llamó a Fabián y le dijo angustiada:
--Fabi sucedió lo que tantas veces temí. Careto devoró al conejo de los vecinos. Por favor debemos de hacer algo.
-- Pero, ¿qué podemos hacer?
- -No se, amor. Quizás si buscas en cualquier tienda de mascotas un conejo igual. Si por favor, hagamos eso y yo mientras tanto, lavaré y arreglaré el corbatín y lo devolveremos a su patio, antes de que regresen sus amos.
--Bien, amor. Trataré.
Mientras ella lavaba con sumo cuidado el corbatín de Polko, censuraba acremente a Careto, por esa travesura y lo amenazaba que esa noche y durante dos días no habría alimento, como castigo.
Fabián tuvo suerte y logró encontrar prácticamente un clon de Polko, incluso con los ojos rojos, como todos los conejos blancos. Al llegar a casa, su esposa ya tenía listo el corbatín, el cual ataron correctamente al grueso pescuezo del nuevo Polko. Con sumo cuidado lo llevaron de regreso a su patio con la esperanza que sus vecinos no notaran que su conejo no era el original.
A la mañana siguiente, Cintia salió temprano a comprar a la panadería del barrio. Al llegar ya estaba su vecina Ericka, quien en ese momento, con su marcado acento le decía a don Calixto, el panadero:
--No me explico lo que ha pasado. Como es posible que un conejo resucite. Le aseguro don Calixto, que Polko, estaba bien muerto, él murió en mis brazos y el veterinario que dijo que el virus que había adquirido era mortal. Estaba muerto lo aseguro. Wilhem hizo el hoyo en una esquina del patio y ahí lo enterramos, con su corbatín rojo. Ambos lloramos su muerte. Pero increíble, Polko es un conejo sobrenatural, salió de su entierro de más de un día. Y como me dice mi esposo, si no hubiera muerto de su enfermedad, la asfixia lo habría matado. La tierra estaba removida, alborotada, en el lugar donde lo depositamos y lo encontramos limpio hasta su corbatín. Es un milagro, si lo es. Le aseguro, don Calixto. Que no estoy loca. Es cierto lo que le cuento. Después de Jesús, solo Polko ha resucitado…
Cintia apenas logró salir de la panadería, para que su carcajada no fuera escuchada por Ericka ni por don Calixto. Y corrió a llevar a Careto al veterinario por haber devorado un conejo muerto por virus.
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