Me gusta mirar y ver que todavía estás allí, esperando la nada igual que yo.
A pesar de que en este instante ni tú ni yo podemos vernos, y de que no intercambiamos palabra cuerda en toda la noche por efecto de la droga, sé que me recuerdas perfectamente y que antes de tocarme me deseabas igual que yo.
Lo sé porque vi tu mirada profunda en mí antes de que perdiéramos la cordura, te ví bailando con otra y, sí, lo reconozco, te miré de forma morbosa y vulgar, sin otra intención que mi deleite.
Ahora sé que ambos nos usamos. Miro para comprobar si estás aún, pero no estás. No me preocupo, de hecho una sonrisa se dibuja en mi rostro.
Ahora sé qué era lo que no dejaba que te fueras, como también sé que nuetro reencuentro es algo totalmente inminente.
Escucho una voz en mi oído izquierdo, ladeo mi cabeza para ver quien es, pero no hay nadie. Entonces mi corazón se sobresalta, mas en cosa de segundos me doy cuenta de algo que hace que me calme nuevamente, la voz es segura, varonil y sensual; la voz es tú voz, la voz eres tú.
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