Puedo escuchar tus pasos
cuando te acercas con temor.
Puedo ver tu sombra quebrantar
los rumores del presentimiento.
Y puedo oler, con detalle, el rastro
que dejan los perfumes de tu alma.
¿Crees que no sé por qué volviste?
Es probable que ni tú lo sepas.
Esta noche estás aquí porque te duele.
Porque estoy muerto.
Volviste porque querías atestiguar fielmente
mi partida a las llamas del Seol...
¿Crees que no lo sé?
Pues es inevitable...
Siento tu ira al verme abrir los ojos
y al desplegar mis alas.
Te duele haberme matado. Lo sé.
Pero no debes sufrir, amada mía,
pues para mí viene la Vida Eterna
tras el sueño de la muerte...